Capitulo - 16

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Hay palabras +18, pero nada del otro mundo. 😁

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— E- Es grande — caigo en cuenta de lo que dije y me llevo mis manos a la boca.

Él frunce el ceño y luego su boca es una línea recta.

Miro su cuerpo una vez más y no sé por qué mierda estoy observándolo todo; debería estar tapándome los ojos como cualquier adolescente inexperta, pero todo en él despierta mi curiosidad.

Su cuerpo es más de lo que imagine: tonificado y marcado hasta más no poder, no tan exagerado. Su pecho amplio, sus brazos fuertes, aunque uno de ellos está enyesado. Me doy cuenta de que están bien proporcionados: bíceps, tríceps... su abdomen cual barra de chocolate, sus piernas. No tengo vista de su trasero, pero seguro es igual de perfecto que todo lo demás en él, en su cuerpo. Pero lo que más llamó mi atención fue... su gran dotación. Nunca había visto uno en vivo y en directo. Siento como todos los colores se suben a mi rostro.

¿Que estoy haciendo? ¿Por qué no me muevo?

Porque te gusta lo que ves

¡No! Bueno, un poco. Un poco, no. Mucho.

Iré a misa el domingo. Debo confesarme. Sí; confesar mis pecados. Camila: eres una pecadora.

¡No mires, no mires! Esto es una tortura. La regadera es lo único que se escucha dentro del baño y la inquietud en el ambiente.

Miro el rostro de Ignacio, tratando de no mirar hacia lo prohibido y su cara es confusión. Su cabello está húmedo; me dan ganas de tocarlo. Su barba es incipiente. ¿Por qué tiene que ser tan perfecto?

Veo como se pasa su mano libre de yeso por su cabello echándoselo hacia atrás. Una sonrisa ladeada aparece en sus labios y me siento indignada.

— ¡Lo has hecho a propósito! — le reclamo

Él solo sonríe, dejándome ver todos sus dientes perfectamente blancos. Lo odio.

— No me vengas con eso, te gusta lo que ves

Estúpido, egocéntrico...

— ¡Pervertido! — le grito y él ensancha más su sonrisa.

— No, mocosa. Pervertida tú, que aun sabiendo que estoy desnudo no te has movido de tu sitio. Y aparte, has dicho que mi pene es grande

Trato de abrir mi boca para decir algo, pero él tiene razón; ni siquiera me he movido de mi sitio.

— Estoy dudando de tu ceguera — respondo recelosa

Él quita la sonrisa de su cara.

— Sal de aquí y espérame en la cama.

— ¡¿Que?!

— ¡Solo sal del baño y espérame en la habitación! — me habla con su mandíbula tensa.

Sé que está conteniendo su furia. Le hago caso y salgo. Suelto un largo suspiro; no puedo borrar de mi mente lo que vi: blanco, rosada. Sacudo mi cabeza. Seguro tiene razón: soy una pervertida. Pero solo con él, lo juro.

Me siento en el sofá de su habitación. Sabía que era yo cuando entré al baño ¿cómo? no tenía idea: solo sé que hizo que lo viera como Dios lo mandó al mundo, y no entiendo por qué lo ha hecho.

Lo escucho quejarse varias veces, pero no voy hacia allá; necesito tener mi mente en blanco.

Luego de unos minutos sale con mal humor; lo sé, porque su rostro se ve sin alegría alguna.

— Ven, aquí — gruñe

Me levanto inmediatamente y voy hacia él.

— llévame a la cama

Mi corazón late cuando lo tomo por el antebrazo. La descarga eléctrica recorre dentro de mí, pero la ignoro y empiezo a caminar junto a él hasta la cama. Se sienta y habla

— ¿Juana dejo algo de ropa en la cama? — pregunta

Miro a la cama y el alrededor

— N-no

Veo como se llena de paciencia.

— Bien. Busca en mi armario algo para ponerme y quítame esta mierda de bolsa de mi brazo

Miro la bolsa en el brazo donde tiene el yeso puesto; tengo entendido que eso se hace para que no se moje la escayola. Me encorvo un poco, llevo mis manos hacia el nudo y la empiezo a desanudar hasta que la quito por completo. Lo miro y tiene su vista en mí, pero es claro que no me está viendo. Suspiro y volteo para buscar algo de ropa para él.

Abro el clóset y me encuentro con muchas camisas, chaquetas, jean, suéteres, bermudas, pantalonetas, pantalones de los que lleva a trabajar, chalecos... a un lado están sus colonias, sus perfumes, bien organizado en especie de fila, desodorantes, talcos y shampoo de hombre.

Guau. Yo y apenas tengo mi shampoo, acondicionador, mi perfume, mi desodorante y un splash. Justo en la pobreza. Él tiene muchas.

Miro todos sus zapatos en la parte de abajo y hay varios también, deportivos y clásicos.

Yo y apenas tengo cinco pares: los del instituto, mis chavitos, unas sandalias para salir y dos tacones que no uso de a mucho.

— Los bóxeres están en una de las gavetas. Mi nana los puso en la segunda — lo escucho decir

Voy hacia donde dijo, pero mi curiosidad puede más, así que abro la primera gaveta y me sorprendo: tiene unos quince relojes y cadenas. Cierro inmediatamente, abriendo la segunda que es donde están sus interiores, los cuales son muchos, cojo el primero que veo, lo saco y cierro enseguida.

Esto es realmente incómodo

Tomo un suéter blanco, cuello V; una pantaloneta negra, y por último uno de sus perfumes y desodorantes.

— Aquí esta — digo nerviosa

Veo como se levanta de la cama en la que está sentado y hace el amago de quitarse la toalla que sujeta a su cintura con su brazo libre

— ¡No! — reacciono. Él detiene su acción, irritado.

— Ya me has visto, ¿Que más da? — pregunta como si fuera lo más normal del mundo.

— ¡Fue tu culpa! — respondí alarmada. No quería ver a su gran amigo otra vez; me perturba.

— Y tu admirarse el paisaje, ¿No?

Lo miro: es tan descarado...

— Solo... — suspiro — No te quites la toalla. Dejaré la ropa en la cama a tu lado. Yo saldré y te cambias

Veo como lleva su mano a la barbilla, como pensando lo que dije.

— No puedes.

— Ah, ¿no? — le digo contrariada.

— Mira: aunque quisiera, no puedo cambiarme solo. Soy un inútil ahora mismo, ciego y con un maldito brazo enyesado — dice amargamente — Ven aquí y ayúdame a cambiar, es lo menos que puedes hacer por dejarme en este estado. Mocosa.

Quiero gritar; me está echando la culpa una vez más por lo del accidente y me duele. Niego con la cabeza y me resigno.

Me estoy dirigiendo hacia Ignacio con el corazón acelerado. Cuando estoy frente a él, dejo la ropa en la cama y tomo el interior.

— ¿Q-Que hago? — le pregunto temblando.

— Lo primero, colócame la prenda interior

Abro mis ojos, trago saliva y me agacho para ponérselo. Mis manos parecen gelatina, cuando le digo que meta su pie derecho, su toalla cae al suelo y cierro mis ojos tratando de no subir mi vista.

Está desnudo, otra vez. 


Me reí mucho escribiendo este capitulo jajaja

De nuevo gracias por el apoyo, mi cuenta instagram: aylifer96

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