Capitulo - 24

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— ¿Muertos? — le interrumpí, quedándome asombrada ante su confesión

Pensé todo, menos que me contara algo tan importante para él como lo de sus padres. Lo seguía viendo: su rostro no demostraba tristeza, y su cuerpo ya no parecía estar tan tenso como hace un minuto.

— Si, muertos — suspiró — Después de tanto tiempo por fuera, en el que decidí regresar, me encontré con un Mauricio cambiado: su cabello, el cuerpo, sus uñas, todo en él. Al verlo así nos fuimos a los golpes; no tanto por su cambio, si no por lo que me contó. Mi madre no lo soportó, se consumió en la tristeza, cayó en depresión, ella...

Ignacio hizo pausa para tragar saliva. Tímidamente agarré su mano temiendo al rechazo, pero no la apartó. Yo se la apreté para que se dé cuenta que estoy ahí con él, escuchándolo y apoyándolo

— Murió... no fui a su entierro, no la vi una última vez, nadie me aviso algo tan importante como eso — dijo negando con la cabeza — Él no lo hizo. Mauricio temía a mi reacción, impulsiva y vengativa.

Ahora entiendo el odio hacia su hermano Mauricio, bueno ahora era Charlotte, pero... ¿Qué clase de hermano hace tal cosa? No avisarle que su madre había muerto. Yo me sentiría muy mal si eso me llegase a pasar, estar lejos y no ver a mi madre en su último adiós.

No podía saber cómo se sentía Ignacio al respecto; si le hacía mal, no lo demostraba del todo.

— Y, ¿tu padre? — pregunté al ver que no hablo hasta ahora de él

Ignacio soltó mi mano como si mi agarre quemara y fuera muy malo para él. Sentí como si me clavaran una estaca en el corazón.

— Mi padre fue un infeliz y nunca nos llevamos bien. Después que murió mi madre, se casó con una mujer menor. La muy estúpida le intentó quitar todo y lo estaba envenenando, cual novela mexicana

No me gustó el tono en que lo dijo; parece de satisfacción, como si lo hubiese odiado demasiado y sonriera por la muerte de su padre. Me dio miedo ver esa facción en su cara.

— ¿Se llevaban muy mal? — pregunte ante mi curiosidad.

— Diría que mucho. Por él me convertí un rebelde, un chico al que le mandaban a llamar el acudiente casi todas las semanas. Nunca fue un padre ejemplar: llegaba tarde a casa con la maldita excusa que tenía mucho trabajo. Pero qué va: se metía con cuanta puta encontraba. Y mientras, mi madre cuidándonos en casa, esperando por un marido que decía amarla, pero que no la respetaba siendo infiel

Mi chico ojos miel empuñó sus manos. Yo no me resistí y lo abracé fuerte. Escuché su gruñido, pero al final sus musculosos brazos me rodearon. Si no fuera por el yeso que lleva en uno de ellos, los sentiría mejor sobre mi cuerpo

— Un día llegó a casa borracho con una de sus zorras de turno. Yo lo vi y él se dio cuenta. Al día siguiente, cuando iba a decírselo a mamá, me encontré con mis maletas empacadas y un tiquete. Mi propio padre me mandó lejos, amenazándome

Me apreté más a Ignacio. Su cuerpo se empezó a relajar de nuevo; entonces pienso que, quizá su temperamento, es así por todo lo que ha pasado.

— ¿Cuándo volviste también estaba... Muerto? — volví a preguntar.

— Si — respondió — Y si preguntas si me dolió su muerte, obvio; al fin y al cabo, era mi padre.

— ¿Qué te hizo odiarlo tanto?

— Ya has hecho las cinco preguntas.

— Pero...

— Pero nada, volvamos a casa

Afloja sus brazos para deshacer el abrazo que nos estábamos dando. No quiero soltarlo, pero toca. Dije que iba a madurar y ser otra, pero no puedo. Soy débil con mis sentimientos.

Me levanto de la banca y lo ayudo a levantar a él también. Hago que me tome del hombro para guiarlo de regreso. Nos hemos venido caminando.

— No me has hecho tus cinco preguntas — le dije, mirando minuciosamente de que no pisara o tropezara con algo. Me gustaba que se dejara guiar por mí.

— Lo sé todo sobre ti

Me detuve abruptamente y choca con mi espalda, haciendo que Ignacio pierda el equilibrio y caiga.

— ¡Dios mío! - Me alarmo.

— ¡Joder! — se queja de mal humor y de inmediato lo ayudo a levantar. Maldita sea, pesa mucho.

— Lo siento, lo siento — me disculpo, sintiéndome muy mal por haberlo dejado caer.

Las pocas personas que están a nuestro alrededor acuden para ayudarme, me siento muy avergonzada.

— ¿Está bien? — le pregunta uno de los dos señores que me ayudó a levantarlo.

— Si, estoy bien — respondió Ignacio tratando de ser algo amable, aunque su cara demostrara otra cosa.

— Debe guiarlo con más cuidado — me reprende el otro señor. Yo asiento.

— Si, muchas gracias — les agradezco a los dos más que apenada. Esto ha sido mi culpa.

— Vámonos — manda Ignacio entre dientes, una vez los señores se han ido y las miradas aplacado.

— Si — susurro — Lo siento, mucho, de verdad, yo no quería que cayeras, yo...

— Camila, solo calla y llévame a casa — volvió a mandarme con rabia fluyendo en él

Yo quería llorar de nuevo. No quería que esto pasara, solo me sorprendió su respuesta de que lo sabía todo de mí. La curiosidad me mata; quiero preguntar qué es todo lo que sabe, pero sé que no es momento para preguntas tontas.

El camino de regreso es silencioso, y también me doy cuenta de que miran mucho a Ignacio por su condición. Al parecer, la humanidad aun no supera que hay personas con discapacidades y no superan que hay personas diferentes a ellos, en personalidad, raza o género. Me molesta mucho que lo miren de tal forma por estar ciego, todos somos iguales para Dios. No debería existir la discriminación.

Cuando hemos llegado al apartamento de Ignacio, veo a Charlotte en la puerta, se ve muy feliz y emocionada. Ella quiere a su hermano Ignacio y, por lo visto, él la detesta; según lo que me contó, llegué a la conclusión de que le echa la culpa por la muerte de su madre.

— ¡Ignacio! — grita y este hace una mueca — ¡He conseguido las corneas! — dice viniendo hacia él, más que sonriente. Entonces caigo en cuenta.

¡Volverá a ver, Ignacio Goodman volverá a ver!


Buenas noticias para Ignacio, ¿podrá recuperar la vista nuevamente?

Los invito a votar y comentar, gracias a todos por leer MCA.

Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora