— Me alegra que estés bien — dijo Mateo a mi lado. Luego me dio un beso en el cabello
— Está mal por mi culpa — susurré algo triste
— No Camila; en todo caso, yo lo arrastré para ir a buscarlas — me respondió — Saldrá de esta, es un hombre fuerte.
— Pero no verá la luz del sol. Si tan solo yo... — el nudo en mi garganta creció — hubiese preferido su mal humor por vomitar dentro de su auto a esto. Nos estrellamos por mi culpa, él me dijo que me sentara y yo...
— Basta, Camila; las cosas pasan por algo. Tenlo en cuenta: aléjate de él, no te acerques por nada del mundo. Lo digo por tu bien.
— ¡Pero como me dices eso! — reclamé
— Es lo mejor Camila. Y no discutiré más sobre el tema: no quiero decirte después un te lo advertí — aconsejó algo molesto.
Después de llorar a moco tendido a la vista de aquella enfermera, me dieron un calmante y me quedé dormida. Cuando desperté, estaba mi primo en la habitación y no le había tocado el tema hasta ahora.
¿Como pretende que me aleje? No podré.
La noche llegó y el alta médica me la darán mañana; según mi padre, pasaría la noche aquí en observación para descartar cualquier cosa. Ya no tenía suero puesto. Mi padre, al igual que mi madre, me regañó por haberle mentido. Les pedí disculpas a los dos y terminó en un abrazo grupal.
Al día siguiente, la puerta de la habitación se abrió: otra enfermera de mediana estatura, cabello castaño y piel pálida entró. Les dijo a mis padres que ya me podía ir. Pero quería ver a Ignacio; mi corazón no resiste más sin saber de él. Le pregunto a mis padres, pero nunca me dan una respuesta concreta.
Los días pasaron, cuatro en total. Regresé al instituto; Juliana me daba ánimo pero era en vano. Me sentía tan mal, tan culpable que terminaba llorando. Disimulaba con mis padres. Es estúpido, lo sé, pero que hago; así es el amor. Les pregunte una vez a mis padres por la salud de Ignacio, pero me decían que aún no había despertado, Mateo iba a verlo, pero no me llevaba con él: me decía que era mejor que me alejara. Me lo repetía cada vez que quería ir con él.
— Camila, me estás dejando sola con todo y mi cerebro no da para más. Mis neuronas nunca habían trabajado tanto — escuché la voz de Oriana, la cual ya no me parecía tan chillona.
Estábamos en la empresa, como lo había dicho el rector. Íbamos en la mañana al colegio y en la tarde veníamos acá. El hermano transexual de Ignacio no se había aparecido por la empresa en todos estos días; seguro lo estaba acompañando, cosa que no podía hacer yo.
— ¿Crees que ya haya despertado? — le pregunté algo afligida a la rubia que tenía sentada frente a mí. Vi como volcó los ojos.
— La verdad no sé cómo se te ocurre hacer tantas bromas y tu imaginación no coopere en estos casos — dijo alterada — por qué simplemente no vas a la clínica — terminó por decir viéndolo obvio.
— Estoy castigada. De la casa al instituto, del instituto a la casa y de la casa a la empresa. Mi madre no me dejará — le dije resignada
— Pues escápate. Ve escondida, qué sé yo. Total, ya estas castigada; otro castigo no es nada. Creo que estás acostumbrada a eso de tanta maldad que haces en el cole.
— Ayúdame a salir de la empresa — Oriana me miro con cara de pocos amigos — por favor — rogué
— Está bien — dijo negando.
Se levantó y salió de la oficina donde estábamos; después de todo, había caído en cuenta lo equivocada que estaba con Oriana. Ha demostrado ser una buena persona y amiga en estos días que hemos estado conviviendo. Fue de gran apoyo.
Luego de unos minutos la vi entrar con algo en sus manos, no vi que era hasta que se acercó con una toalla higiénica en sus manos.
— ¿Te vino la regla? — pregunté confundida
— A mí no: a ti
Abrí los ojos y me levanté mirando la silla y mi pantalón. No era verdad. Mire hacia la rubia con los brazos cruzados
— Eres algo estúpida — dijo negando — Obvio no la tienes, pero le he dicho a la secretaria que se está encargando de nosotras que te llegó el periodo y te viene con mareos y desmayos, así que después de tanto insistir dio el permiso para que te fueras a casa
Brinqué y la abracé.
— Gracias, eres la mejor — le dije, recogí mis cosas y para salir
— Espera, vaquera — me detuvo y voltee a mirarla — no vas sola: dije que te acompañaría a tu casa. Pero como no es así, te acompaño a la clínica — dijo y yo asentí — Ahora, coloca cara trágica para que no se den cuenta.
Salimos de la empresa, fingiendo que me sentía mal. Tomamos un taxi para que nos llevara a nuestro destino. Pasaron varios minutos y estaba más nerviosa de lo normal; solo quería que estuviera bien. Nos bajamos del carro y entramos, preguntamos por él en la recepción. No nos iban a dar ningún tipo de información, pero la rubia de mi amiga se largó a llorar, dejándome sorprendida: dijo que era la hermana y que no había podido venir porque estudiaba en un internado. Definitivamente Oriana era buena actriz. Lo bueno fue que le creyeron; nos dieron el número de habitación y nos dejaron ingresar a visitarlo. Fue un alivio para mí saberlo. Le di muchas veces las gracias; no sé qué habría sido de mí si no me hubiese acompañado.
Caminamos por los pasillos y mi respiración era acelerada; mis manos sudaban. A lo lejos vimos a Mauricio Goodman, el hermano transexual de Ignacio. Se acercó a nosotras apenas nos vio.
— Chicas, ¿Que hacen aquí?, han tenido algún problema en la empresa p...
— No — le interrumpió Oriana — Hemos venido a ver al señor Ignacio... bueno, Camila lo vino a ver
Miré hacia el trans. Se veía algo preocupada por su hermano. Sus ojos estaban hinchados y rojos seguro de tanto llorar. La vi fruncir el ceño.
— ¿Porque quieres verlo? — inquirió extrañada
— Y -Yo iba con él en el accidente y quiero verlo. Quiero saber cómo está — respondí con voz entrecortada
Vi un atisbo de rabia en la mirada de ella, pero la quitó enseguida y pasó a una de lastima, cosa que no me gustó.
— Camila, no quiero ser grosera. Solo te digo que él está bien. Ya despertó, pero... — soltó un sollozo, sentándose en una de las sillas que ahí estaban. Oriana se sentó junto a ella para darle ánimo — No puede ver. Sus córneas se han desprendido por el golpe recibido en la cabeza. Se puso como loco al saberlo. Me ha dolido verlo así; estaba rojo de rabia, agredió a un doctor, tuvieron que sedarlo, fue algo aterrador. Sus episodios de rabia nunca habían sido así, — terminó por decir llorosa y mis mejillas estaban mojadas también.
— ¿P-Puedo verlo? — le pregunté.
Vi cómo me miro
— No creo que sea el momento, Camila. Él no está bien en estos momentos. Será mejor que te mantengas alejada.
— ¡¿Por qué?! — alegué llena de impotencia. Todos estaban contra mí. Quería verlo.
— Deja que asimile todo esto; él está lleno de rabia. No es bueno que lo veas, no ahora.
— Déjame verlo. Está sedado; no notara mi presencia. Por favor
Vi cómo suspiro y asintió. Mi corazón latió deprisa y Oriana sonrió por mí.
— Puedes hacerlo, pero... después de esto te alejas de él. No por malo o porque yo te odie. Él está lleno de rencor, y más contra ti
Eso me dolió; eso me deja claro que me odia. Resignándome a olvidarme de él, le di una respuesta afirmativa
— Ve, entra.
Voltee hacia la puerta de la habitación hecha gelatina. Suspiré, giré el pomo para entrar y lo vi.
Gracias por votar, comentar y compartir la historia estoy muy feliz.
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Mírame Con Amor
Teen Fiction"En el corazón no se manda, en su corazón yo no mando y eso duele aún más" Ignacio Goodman es el hombre que trae loca a Camila, lo conoció y una rara obsesión se apodero de ella, dice estar enamorada. Él un hombre, serio, ególatra, intimidante...