Capitulo - 11

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Narra Camila

Me remuevo incómoda, sintiendo mi cabeza adolorida y pesada, cosa que hace me hace quejarme inmediatamente; las punzadas son fuertes. Abro mis ojos lentamente y pestañeo varias veces para enfocar bien mi vista. La primera es borrosa y luego entra a la normalidad. Miro a mi alrededor, encontrándome con paredes, piso y techo blanco. Trato de incorporarme de que sé es una camilla; hago un movimiento brusco y me vuelvo a quejar por el tirón en mi mano derecha, viendo una aguja pequeña, esparadrapo color blanco. Veo una manguerita delgada y voy subiendo hasta encontrarme con un suero, me recuesto de nuevo, ya que no soporto el dolor de cabeza y cierro los ojos, la luz me molesta mucho.

Escucho el abrir de una puerta y dirijo mi vista hacia allí, encontrándome con la figura de mi madre viniendo hacia mí. Sus ojos están rojos por lo que deduzco que ha estado llorando. Al llegar a mi lado me abraza, soltándose a llorar. Aun no entiendo que hago aquí; no recuerdo mucho qué hice ayer, no lo sé. Los flashbacks son borrosos, por lo que no sé qué me ha pasado y porque mi madre entró hecha un mar de lágrimas. Trato de hablar, pero mi garganta está seca y solo quiero agua.

—  M-Mamá — habló, pero mi voz sale ronca.

—  Hija, qué susto nos has dado — me dice sollozando y me siento mal. Nunca la había visto así.

—  T-tengo sed, mami

Mi madre me deja de abrazar y se separa de mí. Va hacia la puerta, la abre, llama a alguien y vuelve a entrar, seguida de un médico. Un señor bajo, regordete, canas y gafas. Mira su planilla; después la deja a un lado y comienza a examinarme.

—  Camila, ¿Cierto? — pregunta y yo afirmo con pesadez — ¿Como te sientes? — vuelve a preguntar

—  Mal. Me duele la cabeza y tengo mucha sed — respondo, queriendo agua rápidamente.

—  Es un milagro que hayas contado con suerte. Tu acompañante fue el que sufrió consecuencias graves

Mi corazón se detiene. ¿Acompañante? ¿Quien? No recuerdo nada

—  Saliste ilesa. Tu dolor de cabeza se debe a la resaca que has de traer. Te hemos puesto suero porque vomitaste y estabas deshidratada. De lo siguiente, todo en orden — voltea a ver a mi madre — Dele solo un poco de agua — culmina diciendo el doctor para luego salir de la habitación, dejándome a solas con la mujer que me trajo al mundo, la cual tiene cara de pocos amigos en este instante. Me preparo para el regaño.

—  No puedo creer que nos hayas mentido, Camila — reclama, dándose la vuelta para ir a una neverita pequeña que está a pocos metros, tomando un vaso desechable y vistiéndolo de agua — Nos dijiste a tu padre y a mí que era solo una reunión en casa de una amiga, pero no; la señorita se fue a un antro. Por Dios, eres menor de edad

Trato de replicar, pero me hace callar dándome el agua del vaso, cosa que le agradezco

—  Estas castigada. De la casa al instituto, del instituto a la casa y de la casa a la dichosa empresa donde estás haciendo el tal proyecto. Ah, y no Nutella, Netflix, pizza o hamburguesa.

—  ¡Mamá! — exclamo

¿Qué clase de madre quita la comida? Me quedaré raquítica, muy flaca.

—  Mamá nada, no tienes ni derecho a opinar. Debería darte unos buenos correazos por lo hecho. Y da gracias que soy yo la que te está regañando y no tu padre; ahora mismo el pobre está muy preocupado. Ahora reflexiona sobre lo que hiciste y volveré por unas disculpas de tu parte — dice tomando un suspiro — Veré que ha pasado con Ignacio; él se llevó la peor parte. Por si no lo recuerdas, iba contigo en el auto — termina diciendo para luego retirarse, no sin antes darme un beso en mi cabello y dejarme sola en la habitación.

¿Ha dicho Ignacio? ¿Auto?

Rebobino toda la noche anterior. Yo cambiándome, yo escuchando a Mateo pelear con Juliana, yo saliendo de casa junto a ella, nosotras llegando al antro, Oriana corriendo hacia nosotras, las tres entrando, bebiendo sin detenerme, bailando en la barra, alguien rodéandome, yo vomitando, sintiendo el piso y... Mi mano izquierda vuela a mi boca, tapándomela. Si, era Ignacio. Mi corazón deja de latir por un microsegundo.

¡Nos accidentamos!

¡Íbamos en su auto!

La preocupación crece dentro de mí. El doctor dijo que sufrió graves consecuencias y mi madre que se había llevado la peor parte. Mis manos y cuerpo tiemblan; un nudo en mi garganta aflora, me entra el desespero. Quiero saber de él, saber si está bien.

Me siento en la camilla, aun con mi cabeza punzante. Eso es lo de menos ahora; trato de quitarme el suero para levantarme, pero por arte de magia aparece una enfermera. Se da cuenta de lo que trato de hacer y llega hasta a mí; me dice que me haré daño, pero es que no entiende que es lo que menos me importa ahora. Quiero saber cómo está, no había sentido jamás esa opresión en mi pecho. Por lo que sé, no es una ilusión lo que siento hacia él. Se que así no es. Estoy enamorada, enamorada de Ignacio Goodman. En mi pecho se siente como cuando estás perdiendo alguien importante; aunque él no me vea de la misma forma, yo lo quiero.

—  Por favor, dígame como está — ruego desesperada y en sollozos a la enfermera que trata de calmarme.

—  ¿Quién, joven? Le diré: solo cálmese y respire — me dice y lo hago. Mis lágrimas bañan mis mejillas.

—  E-El chico que venía conmigo en el accidente. Por favor, dígame: se llama Ignacio Goodman — le suplico hipando. Ruego a Dios que no le haya pasado nada. La enfermera me mira con lastima.

—  No debo dar información sobre los pacientes — ¡No, esto no puede ser! — Pero le diré. Solo cálmese — me dice, y yo asiento aliviada — Él aun esta inconsciente, lograron estabilizarlo, pero...

—  ¡Pero qué, hable! — le grito y me arrepiento enseguida — D-Disculpe — le digo apenada.

—  Tiene altas probabilidades de perder la vista

Al escuchar eso lloro, mis lágrimas no se detienen.

—  N -No es cierto, usted miente — no creeré, no sus hermosos ojos.

—  No joven, no miento. Él perderá la visión. Su novio no la volverá a ver, quizá por meses o años.

Dejo de escuchar y merecuesto en la camilla de nuevo. Mi novio... ojalá lo fuera. Perderá la vista;quedará ciego y yo soy la culpable.


Camila se siente culpable por lo que paso y es normal.

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Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora