Capitulo - 15

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— Estás loca  — escuché decir a Juliana

Estábamos saliendo del instituto, las clases ya habían terminado y nos dirigimos a la salida.

— No te alarmes. Pienso que si me pego la estrellada del siglo con Ignacio, aprenderé

Ella me miró a través de sus gafas comprendiéndome; ella más que nadie sabía lo que era estar ilusionada con una persona que ni la hora te da. Le había preguntado sobre Mateo, y ella solo dijo que estaban hablando y conociéndose mejor, algo completamente extraño porque mi primo no es de esos. Él consigue a las mujeres sin tanto rollo, por su físico y aire de chico malo.

Luego de eso nos despedimos al salir. Fui a casa; mi padre estaba trabajando. Él es asesor de ventas en una empresa de autos, Mateo y mi papá son los que sostienen la casa, ya que no dejan trabajar a la señora que me parió. Tan machistas. Aunque ella no tiene ningún título; solo llegó al bachiller.

— Sopa de nuevo, por qué... — me lamento al llegar a la cocina y ver a mi señora madre haciendo sopa de pescado — Y de pez, ¿Que mal hice?

Ella solo se echó a reír.

— La sopa es buena para la salud y te hace más fuerte

Frunzo el ceño. Me ha tomado por las mejillas. Seguro mi piel mestiza está roja.

— ¿Por qué simplemente no compraste arroz y fritaste el pescado? — le pregunté

— Porque quise hacer sopa y punto, Camila. No reniegues de la comida, hay chicos que no tienen para comer y tu colocando peros

Esa era mi madre pensando en los demás. No me queda más de otra que tomármela. Y pensé que ya mi hora para mi suicidio estaba llegando; debía ir a casa de Ignacio, y cada vez más estaba ansiosa. Terminé de almorzar a la fuerza, subí a mi habitación, me duché, cepillé mis dientes y lavé mi cabello. Luego de eso me cambié con unos jeans, una blusa de tiras y unas baletas. Solté mi cabello para que se secara; tomé mi celular, cargador, algo de dinero y bajé.

Me despedí de mamá, la cual piensa que voy para la empresa cuando no es así. No le diré nada; prefiero que siga pensando que voy a lo del proyecto y no a hacer algo que no debo.

Después de salir de casa tomo un autobús. No tengo plata para taxi y mi papá me dio fue para el bus, algo estricto para ser exactos. Doy gracias por ser tan buena con las direcciones, porque si no me pierdo. Luego de varios minutos, más bien una media hora, llego; me bajo en la parada y tengo que caminar una cuadra más, eso pasa cuando eres pobre.

Veo el edificio a lo lejos. Es una gran estructura de unos doce pisos, grandes ventanales y gran sofisticación. Hay un vigilante en la entrada; me pregunta a quien vengo a ver y le doy el nombre de Ignacio Goodman. Llama por un radio y contesta una mujer, por lo que mi corazón se paraliza de inmediato.

¿Vive con una mujer?

Trago saliva, esto es demasiado para mí. Tengo tiempo de voltear e irme, pero no lo hago. Solo tomo el asesor que el vigilante dijo. Vive en el piso doce, o sea el ultimo del edificio. Salgo y me topo con una puerta color gris muy pulcra. Es la única que hay, por lo que intuyo que el piso es solo de él.

Llamo al timbre, y después de varios segundos siento pasos aproximándose, por lo que suspiro no queriéndome encontrar con algo no agradable. Bajo mi cabeza cuando siento el sonido de la manija y me encuentro con unos zapatos de mujer. Voy subiendo poco a poco; su cuerpo va tomando forma hasta que llego a su cara y mi corazón se alivia.

— H - Hola soy...

— Camila. Lo sé, querida — me interrumpe la señora frente a mí.

Es una señora de unos sesenta y dos años de edad, cabello castaño recogido, piel blanca, regordeta, baja de estatura y con algunas arrugas en su rostro, parece que va de salida con un bolso

— Ignacio está en su cuarto. Ya hice el aseo de toda la casa y le preparé la comida. Solo debes calentarla en el micro más tarde

Asiento, confundida

— Traté de organizar todo estratégicamente para que él sepa dónde están las cosas, por lo que si te pide ropa como bóxer, pantalones, camisas, suéteres, etc., están todos bien ubicados en el closet. En la ducha esta todo al alcance y ya, eso es todo. Creo que no se me escapa más nada

La escucho, reteniendo todo lo que dijo

— Bueno, me voy. Te quedas sola. Suerte, esta algo insoportable

Me da una palmada en el hombro, me hace entrar y cierra la puerta, haciéndome quedar sola.

Percibo su olor aquí dentro, cosa que me pone nerviosa. Veo a mi alrededor: las paredes son blancas, los muebles negros. Veo cuadros elegantes, las baldosas del piso brillantes parecen un espejo, todo pulcramente. De frente está la cocina tipo bar, igual de limpia y pulcra que todo lo demás; copas de vidrio, vinos en los stand y yo aquí, sin moverme de mi sitio.

¿Ahora qué hago?

Se supone que Ignacio está en su habitación, pero no me siento capaz para entrar, y tampoco de ir al sofá y sentarme. Jamás se me ocurrió estar aquí. Mis nervios están a su nivel máximo.

— ¡JUANA! — pego un brinco por el grito — ¡Juana, joder, ven aquí! — sigue gritando y supongo que ese es el nombre de la señora que se acabó de ir y no sé qué hacer.

¿Voy o no?

Esto me está superando. Me queda la opción de irme, pero mis pies no se deciden.

"Camila, está ciego y si le paso algo"

Abro mis ojos con el corazón a mil, creyendo que le ha pasado algo. Mis pies van por sí solos a un pasillo, donde hay tres puertas: dos a cada lado y una de frente. Siento ruido en la última mencionada y voy hacia allá.

Al abrirla, me encuentro con una habitación demasiado amplia. Una cama a mi izquierda, de dos plazas y muy bien tendida, con sábanas blancas y azules; un sofá a mi derecha, negro con cojines azules; una mesita de noche con un portarretrato, pero no logro distinguir bien la foto; una lámpara pequeña y un reloj. El clóset es amplio y grande, por lo que deduzco que tiene mucha ropa y de marca.

Lo escucho quejarse y maldecir, por lo que para mi sorpresa hay otra puerta color madera oscura. Camino hacia allá muy atrevidamente; lo digo porque nadie me ha dicho "entra". Suspiro y abro la manija, escucho sonar la regadera y al fin entro.

— Maldita sea, al fin. Pásame el puto jabón

Trago saliva. Estoy viendo su silueta a través de las corredizas transparentes de vidrio, que separan la ducha del lavamanos y el inodoro.

Ok, Camila: necesita el jabón, solo el jabón. Se lo pasas y sales sin ningún percance.

Miro a mi alrededor y veo el jabón en una repisa, por lo que lo tomo y camino hacia donde está, duchándose para pasárselo. Toco dos veces para que abra y saque la mano para dárselo, pero hace lo contrario: abrió toda la corrediza y...

Está desnudo, por lo que estoy viendo todo su... Dios mío, mi inocencia.


jajaja ¿Donde queda la inocencia?

mil gracias por el apoyo, bendiciones.

Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora