Mis manos tratan de no rozar su piel. Voy subiendo su ropa interior con mis ojos aun cerrados, con mi pum pum cada vez más deprisa. Mi respiración es acelerada, por lo que es lo único que se escucha. Cuando voy a la mitad de sus muslos, la mano libre de Ignacio toma la mía y la electricidad recorre por todo mi cuerpo; siento como quita lentamente mi mano de la tela y luego quita rápidamente mi otra mano. Abro los ojos y no sé cómo ha hecho, pero ya lo tiene puesto. Me levanto apresurada de donde estoy, tragando saliva.
¿Por qué tiene que estar tan bueno?
Lo estoy mirando en estos momentos, y creo que me ha hecho alguna maldita brujería; mi embobamiento no es normal, y se ve tan sexy con ese cabello húmedo, tan limpio, oliendo a pasta dental y con su gran musculatura.
— Siento que me estas mirando de nuevo, con esa cara de niña boba enamorada — afirma apretando la quijada. Yo me quedo callada porque tiene razón — Anda, pásame la pantaloneta y guarda la camisa. No me la pondré.
Ruedo mis ojos. Se quedará con el torso descubierto, genial.
¡Ugh que rabia es tan... exhibicionista!
Sacudo mi cabeza y camino hacia la cama donde la dejé. Mi respiración volvió a la normalidad y me alivio por eso. Esta situación no me la imaginé jamás de esta forma: le he visto todo, absolutamente como Dios lo mandó al mundo, y esa imagen perdurará en mi mente por los siglos de los siglos. No se borrará. Se lo vi dos veces en todo su esplendor, y saben a lo que me refiero.
Tomo la pantaloneta y voy hacia él para dársela. Ignacio está en el mismo sitio como estatua. Muy serio para mi gusto, pero así es él; tan amargado. Me agacho para ponérsela y cuando llego a sus muslos repite la misma acción. Se la sube con una agilidad increíble y yo me levanto de donde estoy.
— Los polvos rápidos algún día tenían que servir de algo — dice con una crueldad que da miedo y que a mí me ha dolido; imaginarlo teniendo sexo con otras mujeres no es para nada bonito.
Por último, le paso el desodorante y el perfume para que se los eche. Después de esto, los vuelvo a guardar en su clóset y la camisa también la vuelvo a su lugar.
Veo como tantea la cama y se sienta. Yo no me muevo de mi sitio; es la tarde más rara que he tenido, y nada más ni nada menos que con el hombre que me trae vuelta un ocho.
— Ven, toma asiento. Tenemos que hablar unas cuantas cosas
Parezco un robot que hace todo lo que le dicen, y me siento estúpida por eso, pero le hago caso.
Cuando estoy al lado de él, sentada justo a su lado, percibo su olor a perfume: cítricos, menta, musgo de roble, mandarina, un olor varonil que entra de inmediato por mis fosas nasales y me gusta, me gusta mucho.
— Dije que sería tuyo, mocosa, y así será
Frunzo mi ceño porque no sé a qué se refiere. Fue lo mismo que dijo cuando lo fui a ver a la clínica
— Te hacia más parlanchina, pero veo que no
Yo no le respondo. Y sí, es realmente extraño. Hablo como cotorra, mi padre tenía razón, pero ahora mismo estoy muy callada
— Te propongo algo — me dice — ¿Sigues ahí? — pregunta volteando hacia mí, pero con su vista perdida.
— Si — digo en voz baja y él escucha.
— Te propongo jugar un mes... o bueno, hasta que vuelva a ver — habla con media sonrisa y yo aún estoy confundida.
— ¿A qué te refieres? — le pregunto con recelo.
— Simple, jugamos a las caricias, besos, abrazos y todos los chocolates que quieras
Abro los ojos sorprendida.
— ¡M- Me estas proponiendo tener relaciones sexuales! — me altero.
— No, niña tonta. Jamás tendría sexo contigo, primero porque eres una mocosa de dieciséis años, seguro inexperta. A mí me gustan con experiencia. Y segundo, porque no te veo como mujer, ni me atraes como tal
Empuño mis manos, muerta de rabia, y quiero llorar. Mis esperanzas las destrozo con sus toscas palabras, ¿Cómo puede ser tan cretino?
— Entonces, ¿por qué me propones eso, si no te atraigo y no te gusto?
Trato de ser valiente al preguntarle, pero soné muy dolida. Ignacio no tiene ninguna expresión en el rostro. Sin embargo, me contesta.
— Es lo que quieres, ¿no? — pregunta con actitud altiva — Piensas todas esas cosas tontas sobre el amor, veía como me mirabas las veces que nos cruzábamos... bueno, más bien las veces que te atravesabas en mi camino, teniendo accidentes a propósito
— Es tu venganza, ¿Cierto? — él no me responde solo ladea su boca en una media sonrisa — Bien, acepto. — veo en su rostro que lo tome por sorpresa ya que su sonrisa se fue de inmediato.
— No me vengas con lloriqueos si te hago daño — dice perforándome las entrañas.
— No lo haré, porque hasta entonces, estarás enamorado de mí
Su cara de burla aparece.
— Lo dudo, pero suerte con eso
Maldita sea, lo enamorare. Haré que se enamore como nunca lo ha hecho, lo juro como que me llamo Camila. Le demostraré a Ignacio Goodman que me puede perdonar por haberlo dejado ciego; le demostraré que mi gran amor se complementa con el de él y no con más nadie. A la mierda la edad.
— Solo espero que, hasta entonces, no me hayas hecho mucho daño, porque no me quedaré cuando todo acabe.
— No te ilusiones. Jamás, escúchame, jamás me enamoraré de ti. Te estoy proponiendo esto, solo porque quiero que comprendas que no soy bueno para ti, que soy mucho mayor que tú. Es mejor que te desilusiones de este imposible. Lo de cuidarme es lo que debes hacer, y me lo debes, por dejarme en esta puta oscuridad, con un brazo roto, hecho un inútil.
Lo último lo dice con tanto odio que me duele.
— Un mes — Digo
— Si, un mes para que tus fantasías se hagan realidad — se burla.
— No, Ignacio. Un mes para que sepas cuan grande es mi amor y te enamores de mí
Él niega, riéndose de mis palabras.
— No lo haré. Deja de decir estupideces, mocosa
Si supieras que no son estupideces, amor de mi vida; estoy dispuesta a todo con tal detenerte. Suspiro y me acerco tanto a él, que uno mis labios con los suyos, tan carnosos y suaves. Muevo mi boca contra la de él, pero no me sigue; solo se deja hacer. Mordisqueo su labio inferior y me separo, decepcionada.
— Ya te dije: suerte con tu conquista. Las reglas las pongo yo.
Gracias por su votos y comentarios me llenan mucho el corazón.
ESTÁS LEYENDO
Mírame Con Amor
Teen Fiction"En el corazón no se manda, en su corazón yo no mando y eso duele aún más" Ignacio Goodman es el hombre que trae loca a Camila, lo conoció y una rara obsesión se apodero de ella, dice estar enamorada. Él un hombre, serio, ególatra, intimidante...