La alarma de mi celular me levanta. Salto de la cama y voy directo al baño y no el de mi habitación porque no tengo; solo hay uno en la casa. Me cepillo los dientes y entro a la ducha. El agua está calentita por lo que me relajo, me lavo el cabello, empezando con mi show artístico.
— Endo ioo, Will loveu, loviu — empiezo a cantar o, mejor dicho, gritar como loca.
— ¡Camila! — escucho gritar a Mateo — ¡Puedes callarte, tienes una voz horrible y tu inglés es un asco, sal de una buena vez!
Me hecho a reír ante su desespero. Me enjuago el cabello y lavo mis partes íntimas
— ¡Date prisa, se me hace tarde! — vuelve a gritar, por lo que me termino de asear: no quiero que don gruñón ande con humor de perros todo el día, aunque lo cargue siempre.
Salgo del baño, dice un " Al fin" y entra. Yo solo le saco la lengua y voy a mi cuarto. Hoy debo ir a la dichosa empresa. No sé qué nos mandarán a hacer; solo espero que no sea soportar a zorriana todo el día. Sería una especie de suicidio para mí.
Busco qué ponerme en mi armario. La verdad no me preocupo por ir formal, ya que escojo una blusa azul cielo tipo polo, unos jeans y unos zapatos deportivos. Ya con eso puesto, me cepillo el cabello y me hago una coleta alta. No me hecho maquillaje, eso no me gusta, pero sí desodorante y perfume.
— ¡Mamá, tengo hambre! — empiezo a gritar, cosa que a ella no le gusta. Salgo de la habitación, bajo las escaleras y camino hacia la cocina — Ma...
Me detengo al instante. Esto tiene que ser una broma: cierro los ojos, convenciéndome que es producto de mi imaginación. No puede ser él, no puede. Se tuvo que haber ido ayer, no puede estar en mi casa, en mi cocina y aparte de todo descansado, mostrando su teclado abdómico.
¿Qué?
Ya no sé ni que digo; el caso es que está mostrando toda la parte arriba de su cuerpo, su gran cuerpo comestible. Cuenta hasta cinco y abres los ojos, ¿Ok? Bien:
1,2,3,4 y... 5.
Entonces, me doy cuenta que no es mi imaginación: ahí está. ¿Qué hace aquí? Me está mirando con burla y arrogancia.
— Buenos días — lo oigo decir con esa voz ronca y sexy que tiene. Camina hacia mí. ¿Por qué siempre que lo veo, mis mariposas en el estómago tienen que empezar a revolotear? ¿No es suficiente con que el corazón se me quiera salir del pecho?
Cuando llega hasta mí, su penetrante mirada llega ante mis ojos y quiero salir corriendo. Me intimida mucho. Mis pies no cooperan: están estáticos. Se inclina hacia mí y siento que me desmayaré, lo juro.
Se va acercando lentamente a mi rostro. ¿Me va a besar?
— Quítate, me estás tapando la puerta
La desilusión crece en mí, tanto que mi corazón se estruja. ¿Cómo pude pensar que me besaría? Que tonta soy.
Me hago a un lado no queriendo mirarlo, por lo que mi cabeza esta gacha. Sale y veo su fuerte espalda, y la pregunta surge en mí:
— ¿Qué hace en mi casa? ¿Durmió aquí?
Se lo preguntaría a mamá después, que por cierto parecía no estar en casa. Y papá mucho menos.
+++
Y bueno, aquí estaba: en la dichosa empresa junto a zorriana, la cual desde que llegamos parecía muy inquieta. ¿Y quién no? Estábamos aquí hace más de quince minutos, ya que el dichoso Mauricio Goodman no había llegado, lo cual nos tenía irritada. Que impuntual.
— Señorita, ¿puede decirnos hasta qué hora debemos esperar a ese señor tan impuntual? — rezongó Oriana algo irritada, cosa que aplaudí mentalmente: al menos había salido a decir algo, pues yo estaba de mal humor también, pero más porque la recepcionista nos miraba con mala cara.
— Le he dicho niña que no ha llegado aún, que espere — le respondió con altanería la susodicha. Ya me caía mal la muy imbécil.
— Llámelo. Para eso tiene un bendito teléfono en el escritorio, haga su trabajo — exigió Oriana, por lo que me quedé sorprendida: le respondió igual de altanera que la recepcionista hace un momento. Pero su intento fue en vano ya que ésta la ignoró, por lo que se dio la vuelta con la cara roja de rabia y se sentó de nuevo a mi lado con los brazos cruzados.
Luego de unos minutos largos, la tarada se levantó de su escritorio. Hablo de la rubia que nos tenía esperando. La muy egocéntrica aparte lucía bien: tenía un cuerpo de infarto, pero seguro nada en el cerebro.
— El señor ha dicho que ya pueden pasar, su...
— ¡¿Que?! — la interrumpió Oriana — ¿Estuvo aquí todo este tiempo? — me miro a mí y luego a la rubia secretaria — y nosotras esperando como idiotas — reclamó
— Pueden seguir. Suban por el ascensor, marcan piso dieciocho. Es la oficina de recursos humanos. Preguntan por el señor — terminó, dirigiéndose hacia su puesto de trabajo
— ¿La has visto? Me ignoró: la muy perra me ignoró
Volteé los ojos y la arrastré hacia el elevador. El edificio era una gran construcción, pero sobre todo muy pulcro; no se veía mugre por ningún lado. Seguro eran muy exigentes con eso.
— Puedes dejar de hacer eso — demandé con mal humor hacia ella. No dejaba de golpear su pie contra el piso del ascensor desde que entraron en él, cosa que para mí no era agradable.
Zorriana me miró y se detuvo, por lo que suspiré aliviada. Pero duró poco, porque me miró con algo de burla y lo volvió a chocar, pero más fuerte esta vez.
Paciencia, señor, paciencia.
— Sabes, has estado muy callada y me parece muy sospechoso. ¿Qué estarás tramando? — preguntó
¿Callada? Bueno la verdad era que sí. Desde que salí corriendo de casa, con mi corazón adolorido, aquello que sucedió en su casa y cocina con el hombre que la traía loca, me tenía con los ánimos muy bajitos. Por eso no había dicho ni mu, y ni siquiera me tomé el trabajo de responderle a Oriana.
Las puertas del ascensor se abrieron y mostraron un escritorio a lo lejos, por lo que las dos nos acercamos hasta ahí. Había una secretaria
— Disculpe — hablo al llegar donde ella — ¿el señor Mauricio Goodman?
La chica nos dio una gran sonrisa que le devolví. Se veía amable y no como la otra.
— ¿De parte? — preguntó de forma agradable
— Camila Puello y zo...
— Oriana Ricaurte — me interrumpe mi compañera, fulminándome con la mirada.
Lo se: casi digo zorriana, pero no me culpen. Es la costumbre. La secretaria nos mira confusa y alza el teléfono para anunciarnos. Nos dice que el señor ya sale, nosotras asentimos y lo esperamos hasta que lo vemos salir. Oriana me agarra fuerte la mano y nos quedamos pasmadas.
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Mírame Con Amor
Teen Fiction"En el corazón no se manda, en su corazón yo no mando y eso duele aún más" Ignacio Goodman es el hombre que trae loca a Camila, lo conoció y una rara obsesión se apodero de ella, dice estar enamorada. Él un hombre, serio, ególatra, intimidante...