Capitulo - 13

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Me acerqué a él: tenía vendas alrededor de su cabeza, unos pequeños golpes en su rostro y un brazo enyesado. Ahora sé el por qué mi madre estaba tan aliviada; yo conté con mucha suerte. No tengo golpes o moretones. Tenían razón: él se llevó la peor parte. Llegué hasta él y sonreí con tristeza. Su rostro, aun con morados, se veía atractivo; era la perfección.

¿Por qué tenía que ser tan guapo?

Todo dentro de mí se hincha de amor. Nadie entiende: alguien de dieciséis años ya enamorada, creyendo que ya encontró el amor, pero... ¿Quién me puede juzgar? No sé si así se siente el amor, pero las mariposas en el estómago cada que lo veo, mi corazón acelerado cada vez que lo tengo al frente como ahora, mi mente pensando en el a cada instante... Es amor, ¿no?, según lo que he leído, así se siente.

Miro sus largas pestañas negras, sus ojos cerrados y una lágrima traicionera sale de mis ojos.

¿Por qué no le gusto? ¿Porque me trata tan tosco cada vez que estoy cerca de él?

Mírame, mírame con amor. Mírame a mí y solo a mí. No me importa mi edad, no importa cuántos años de diferencia nos llevemos, no me importa nada; sé que Ignacio volverá a ver y todo volverá a ser como antes, donde solo soy la niña que lo acosa y él, el hombre que le huye.

Ojalá esto fuera la bendita rosa de Guadalupe, donde pido el deseo, sale la rosa blanca que nunca se marchita, se cumple la petición y viene el vientico. Un suspiro sale de mí.

Estiro mi mano suavemente para sentir la piel de su rostro, aprovechándome de que está dormido y no me lo va a impedir, pero todo se detiene al momento que siento un apretón fuerte en la muñeca de mi mano, algo que me toma por sorpresa y no me deja realizar la acción.

Ignacio tiene los ojos abiertos: sus ojos son más oscuros y opacos de lo que ya eran, cosa que hace mi corazón apretujarse. Están sin brillo, sin vida.

Siento un jalón que me hace caer un poco en la camilla donde está acostado, mi nariz queda cerca de su mejilla izquierda, veo como tensa su mandíbula. Trato de huir, pero no me deja: su agarre se hace más fuerte y quiero llorar. Me odia, sabe que soy yo.

— Ciego  — se burla, su voz es rasposa — Me podrías haber conquistado con sexo — dice con una sonrisa de medio lado que me asusta — Claro, lo hubiéramos mantenido en secreto, eres menor de edad y no quería ir a la cárcel, ¿No? — pregunta

Sé que todo lo está diciendo sarcásticamente, lanzando todo tipo de espinas a mi cuerpo y corazón

— Camila, porque así te llamas, ¿Cierto? Reconozco tu jodido olor a dulce a kilómetros —habla con rabia

Gira su rostro hacia mí. Mis labios quedan muy cerca de los suyos, todo con él está aquí menos sus ojos; ellos miran hacia otro lado y me siento mal por eso

— Lárgate... — susurra y explota — ¡LÁRGATE!

No puedo evitar sollozar. Me soltó bruscamente; su voz es total amargura, cargada de odio hacia mí.

— D-Discúlpame, yo...

Trato de disculparme, pero escucho la puerta abrirse y tacones entrando a la habitación. Volteo hacia el ruido y veo entrar a Oriana y el hermano trans de Ignacio, ésta última con cara de preocupación mirando hacia nosotros. Mi amiga llega hasta mí y me abraza dándome apoyo, ya no quiero estar aquí.

— ¿Qué ha sido ese grito? — pregunta algo confundida y alarmada la trans.

— Sácala de aquí — lo escucho decir con la voz más fría del mundo y no puedo evitar llorar — ¡Deja de llorar, joder! — alza la voz con irritación.

— Ignacio, por favor, es solo una niña, deja de tratarla así — me defendió, yo solo escuchaba lamentándome en el hombro de Oriana.

— ¿Niña? ¡Es una adolescente y estoy ciego por su culpa! — habló tajantemente

— No tuvo la culpa, Ignacio...

— ¡Sacó la puta cabeza por la ventanilla! si ella no lo hubiese h...

— ¡BASTA! — escuchamos gritar a Oriana — Mira muñeco de pastel y especie de dios griego: no te permito que hables así de mi amiga. Ella no estaba en sus cinco sentidos y tú eres también el estúpido por ver el maldito camión y no mover el auto como se debía — soltó sin reparo alguno.

Vi el rostro rojo de Ignacio seguro pensando en descuartizar a mi amiga.

— Vámonos Camila — mandó, separándose de mí y agarrándome del ante brazo para salir de la habitación.

— Espera — lo escuche decir por lo que nos detuvimos — Serás mi enfermera elegida

Voltee para mirarlo con total desconcierto, ¿Enfermera? Pero que locura es esa. Él estaba hablando enserio, ya que su cara era seriedad absoluta, carente de humor.

— ¡Pero es que te has vuelto loco! — exclamo su hermano trans.

— No te metas, Mauricio

— ¡Que no me llames de esa forma! — dijo con cara de dolor

— ¡Me importa un carajo, eres Mauricio así te hayas convertido en algo que no eres, un hombre, eso eres un maldito hombre! o ¿es que las bolas y tu pene no te dicen algo?

Oriana y yo jadeamos sorprendidas. Cómo podía decirle eso, ¿qué clase de hermano era?

— Te doy un puto mes para que consigas las malditas córneas. No me voy a quedar más tiempo en la oscuridad, ni me atendré a un puto donador en la lista de espera, Mauricio — le terminó diciendo, más que todo recalcando el nombre Mauricio.

— Te quedaras solo, sin esposa, sin hijos, sin amor, sin nada — le dijo con cara de decepción.

— ¿Y quién te dijo que eso me importa? — escupió lleno de rabia.

— Solo espero, Ignacio, que el día que vengas a pedir disculpa a todas las personas que les has hecho daño, no sea demasiado tarde — le dijo en modo de advertencia — conseguiré tus corneas, pero ten claro que la operación puede fallar — terminó diciendo, cogiendo su bolso de un sofá que estaba en la habitación

Él solo empuñó la mano que no tenía el yeso y tensó aún más su mandíbula. Supe hasta entonces que debían conseguir unas corneas que fueran compatibles para trasplantarlas a sus ojos. Esas operaciones en algunos casos no funcionaban. Vimos como el trans llegaba hasta nosotras

— Lo siento, chicas. No tenían que haber presenciado esto — dijo con una sonrisa que no salió del todo — Nos vemos — y salió de la habitación.

Nosotras, hasta ese entonces, solo éramos espectadoras.

— A ti te espero el lunes en mi casa — me habló — ¿Querías que fuera para ti? lo seré, mocosa. El lunes hablamos; pídele mi dirección a Mateo, ahora sal de aquí — culminó

Miré a mi amiga, quien me negaba con la cabeza para que no aceptara, pero hice caso omiso y ella volteó los ojos, resignada.

— E-Esta bien

Él tenía su mirada perdida en el techo. Por lo que sonrió de lado y cerró los ojos. Salimos de la habitación y mi amiga me miraba de mala forma.

— En lo que te has metido Camila, en lo que te has metido — dijo en susurro

Hasta entonces, supe que mi masoquismo era más grande que yo.

¿Qué me esperaba? Espero que nada malo.

Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora