26. Sólo fué un sueño.

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Cómo todos los malditos lunes, me levanté con mucha dificultad de la cama, con los ojos a medio abrir. Me vestí lo más rápido que pude para al menos poder desayunar algo, ya que me había despertado 15 minutos más tarde. Fuí hasta el baño y lavé mi cara y de paso cepillé mi cabello, sin darle demasiada importancia.

Al bajar las escaleras que llevaban a la cocina, me dí cuenta de que mamá también se había dormido. Bufé y subí las escaleras rápidamente, hacia su habitación.

-Mamá, es tarde.- dije al entrar a su habitación.

-¿Hmm?- levantó su cabeza en dirección a mi voz.- Ya- ya voy.- la escuché murmurar.

-Mamá...

-Vale, vale...- dijo mientras se sentaba en el borde de su cama con su cabello despeinado.- Como detesto las mañanas.

Puse los ojos en blanco y me acerqué a su cama de dos plazas. El lado derecho de la cama estaba vacío, señal de que papá había muerto tres días atrás. Un nudo se me hizo en la garganta y enseguida dirigí mi vista hacía mamá, que ya estaba colocándose los pantalones. Sus ojeras resaltaban debajo de sus ojos, al igual que a mi, lo cuál indicaba que no habíamos dormido nada bien.

-¿Ya estás lista?- me preguntó ella.

-Si.- miré mi reloj de muñeca y golpeé mi pié contra el suelo, neviosa.- Mamá, llegaré tarde al colegio.

-No, no es así.- dijo sin darle importancia.

-Si, si es así.- sabía que en parte era mi culpa por haberme dormido, pero es que estaba acostumbrada a que ella me despertara si yo me dormía, y en aquella ocación ambas nos dormimos.- Y... ¡ni siquera te preocupaste en prepararme el desayuno!.

Ella me miró con sus ojos claros. Su mirada ya no brillaba como ántes. Ahora podía ver a través de ellos angustia, oscuridad y un eterno cansancio.

-Lo siento _____, pero ya tienes quince años. Creo que ya es hora de que toméis algunas responsabilidades, tú y Emily.

Yo suspiré y cerré los ojos por unos largos segundos, tratando de tranquilizarme. No quería discutir... para nada. Si lo hacía iba a explotar e iba a llorar, sacando así dentro de mi, lo que llevo hace días y días sin dejar salir.

-¿Otra vez esta conversación?- dije yo cansada.

-No.- ella se detuvo sus ojos en mi rostro.- Quiero que bajes y me esperes en la puerta. Necesito terminar de cambiarme.

-Vale.- me acerqué a la puerta de la habitación y me volí a girar hacia ella.- No demores, tengo que estar en 15 minutos allí.

Ella asintió y yo salí, dando un portazo. Ántes de salir y esperar a mi madre en la puerta de casa, cogí dos barras de cereales y las metí en mi bolso.

***

Me senté en mi banco, al final del salón. Dejé mi bolso a un lado y saqué mi boli, mis cuadernos y notas. Sentí mi estómago rugir, por no haber comido nada en la mañana. Miré mi reloj: faltaban cinco minutos para que la clase comenzara. Sin dudarlo, busqué en mi bolso una barrita de cereal para quitar el  hambre, aunque sea un poco.

Cuándo por fin la encontré, dejé mi bolso a un lado. Al subir mi mirada, pude ver a una Harper observándome a mi y a mi barra de cereal con una mueca de asco en su maquillado rostro.

-¿Que es eso?- Observó mi barra de cereal y yo rodé los ojos. Ella negó con la cabeza y largó una carcajada.- Vaya mierda de comida traes.

Yo la miré a los ojos con odio, como solía hacerlo cada vez que se me acercaba para molestarme. Harper Henderson era la típica niña pija del colegio, con cabello negro (así es, no es rubia), ojos claros (gracias a sus lentes de contacto color azul), con una falda hasta los muslos y un escote bastante provocativo.

Una Nueva Vida. [El Rubius y Tú]. ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora