25. Otra vez tú.

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Me desperté en mitad de la noche por unos ruidos. Miré el reloj que estaba encima de mi mesita de noche y me fijé en la hora: 3 de la mañana. ¿Quién estaba haciendo tanto ruido a esa hora?

Mis pies tocaron el frio suelo, y envió unos desagradables escalofrios a todo mi cuerpo. Cuándo conseguí escuchar mejor de donde venían aquellos ruidos, me dí cuenta de algo: alguien estaba tocando mi puerta...

El miedo se apoderó de mi. ¿Por qué alguien vendría hasta mi casa a las 3 de la madrugada? Con mucho cuidado, fui hasta la sala. Aquella noche estaba sola; Avril se había quedado en la casa de Mangel, y por esa misma razón el miedo que sentía segundos atrás no era nada comparado al que sentía ahora mismo.

Lentamente me fui acercando poco a poco a la puerta, la cuál temblaba a causa de los golpes. Cogí las llaves de arriba de la mesa, y la introducí en la cerradura. Ántes de abrir la puerta, miré por la mirilla, pero no ví a nadie, solo se veía la oscuridad del pasillo. Decidí abrir completamente la puerta para acabar con todo eso. Así que con mucho cuidado, abrí la puerta y miré para el otro lado.

Casí no tuve tiempo para cerrar la puerta, ya que en un abrir y cerrar de ojos, un intruso entró a mi casa brutalmente y cerró la  puerta detrás de si.

A causa del susto que me llevé, caí al suelo y un dolor agudo en mi pierna no me permitió pararme y detener a aquella persona que había entrado a mi casa sin permiso.

-¡¿Quién eres?!- le grité entre gemidos. El dolor que sentía en mi pierna era insoportable.

El desconocido (al cuál no  le podia ver el rostro ya que tenía un pasamontañas en su cabeza) se agachó hasta mi altura y arrancó de mis manos las llaves.

Acto seguido fué hasta mi puerta y la cerró con llave,  luego se las guardó en su bolsillo derecho. Lo miré con horror. Quería gritar, pero el miedo que sentía no me permitía ni moverme, tenía controlado a todo mi cuerpo.

Pude deducir que aquella persona era un hombre por la anchura de sus hombros y su altura. Se acercó a paso airado hasta mi, y me cogió del brazo, y así quedamos cara a cara. Con una mano, se quitó el pasamontañas y todo mi cuerpo se estremeció.

-Hola, _____. ¿Recuerdas cuando te dije que no se había terminado? Pues, mirame. Aquí estoy.

Su sonrisa cínica mandó a todo mi cuerpo una corriente eléctrica. La oscuridad en sus ojos, me cortaron la poca respiración que podía mantener a ritmo.

-Brandon, ¿que haces aquí?- apenas pude formular palabra.

 -¿No vas a invitarme a sentarme? ¿O una copa? ¿O tal vez algo para comer? Que mala educación, _____- Negó con la cabeza y luego se rió. Traté de zafarme de su agarre, pero no pude. Me estaba lastimando el brazo.

-¿Puedes soltarme el puto brazo?- Le dije entre dientes.

¿Que demonios hacia este cabrón en mi casa a las 3 de la mañana? ¡Estaba más loco de lo que había pensado!.

-Cuida tus palabras- su rostro se convirtió en uno sombrío. Su aura estaba tan oscura que tenía mucho miedo de su próximo movimiento.

Me soltó y se movió hasta mi sofá. Luego de sentarse, con una voz grabe que ni yo podía reconocer, me dijo:

-Siéntate. No muerdo.

¿Dónde estaba él Brandon del cuál me enamoré meses atrás? ¿Que le había pasado? Aunque estaba mejor sin él. ya que descubrí la verdad de por qué salía conmigo, algo muy dentro de mi sabía que él en realidad no era así. Alguien lo cambió. Y no para bien.

Sus ojos oscuros estaban clavados en los mios. Con las piernas temblorosas, me acerqué hasta el sofá y con cuidado me senté a su lado. ¿Por qué no escapaba? Yo simplemente podía coger la llave de repuesto que había en la cocina, abrir la puerta y pedir ayuda. Pero no era tan fácil como sonaba, por que él me seguía con la mirada y no la quitaba de encima.

Una Nueva Vida. [El Rubius y Tú]. ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora