Un aventón...

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Un hombre se encontraba parado a la orilla de la carretera en medio de una oscura y tenebrosa noche mientras caía un fuerte aguacero. Este estaba deprimido debido a que su esposa había decidido dejarlo y no encontró mas remedio que ahogar sus penas en el alcohol.

Al ver que ya era muy tarde decidió pedir un aventón. Esto sucedió en la madrugada de un 31 de octubre -noche de brujas-, más o menos a dos kilómetros del cruce de una vía que conducía a dos pequeños poblados.


Pasaba el tiempo y el clima se ponía peor, y aún así, los pocos vehículos que transitaban a esa hora no le paraban a pesar de las señas que les hacía.


La lluvia era tan fuerte que apenas nuestro personaje alcanzaba a ver a unos tres metros de distancia. De repente vio cómo un extraño coche se acercaba lentamente y al final se detuvo.


El hombre, sin dudarlo por lo precario de la situación, se subió al coche y cerró la puerta. Volteó su mirada y se dio cuenta, con asombro, que nadie lo iba manejando.
El coche, entonces, arrancó suave y pausadamente. Aterrorizado, miró hacia la carretera y se dio cuenta, con horror desorbitante, que adelante había una curva. Mojado hasta los huesos, se siente totalmente congelado.


Asustado. comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino.
El hombre no ha terminado de salir de su espanto, cuando justo antes de llegar a la curva, una mano tenebrosa entra por la ventana del conductor y mueve el volante lentamente pero con firmeza.


Paralizado del terror y sin aliento, medio cierra sus ojos, se aferra con todas sus fuerzas al asiento e inmóvil e impotente ve como sucedía la misma situación en cada curva del tenebroso y horrible camino, una mano entraba y manejaba el volante, mientras la tormenta aumentaba su fuerza.


Nuestro asustado personaje, sacando fuerzas de donde ya no quedaban, se baja del coche y se va corriendo hacie el pueblo más cercano. Deambulando, todo empapado, se dirige hacia una fonda que se percibe a lo lejos.


Entra en ella, y a pesar de la hora, pide dos "tragos dobles" de aguardiente y, temblando aún, les empieza a contar a los pocos contertulios que hay, la horrible experiencia por la que acababa de pesar y presenciar.
Se hizo un silencio casi sepulcral ante el asombro de todos los presentes. El miedo asomaba por todos los rincones del lugar.


A la media hora llegan dos hombres totalmente mojados, y molesto le dice uno al otro:
"Mira Juan: allá está el tipo que se subió al coche cuando lo veníamos empujando".

Al parecer su experiencia paranormal, eran simplemente dos hombres empujando un coche averiado; debido a la lluvia no se percató que los dos hombres lo iban empujando, y era por eso que salía y entraba una mano extraña

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