En el parque...

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Era ya demasiado tarde para que el par de enamorados se encontrara en el parque, pero aun así Rodrigo pedía insistentemente a su novia Marta que se quedara un poco más. La chica estaba preocupada por un regaño o posiblemente un castigo si seguían demorándose, pero tampoco oponía mucha resistencia al parecer, pues tras su petición de irse no se levantaba de la dura banca en la que había permanecido sentada por horas.

Accediendo a los pedidos de su novio, se quedó con él quince minutos más, hasta que la voz de su conciencia empezó a molestarle repitiendo la hora cada segundo. Además el parque ya estaba quedando vacio y las cosas se tornaban aun más peligrosas. El joven también parecía notar que no era buena idea permanecer en el lugar por más tiempo, pero seguía bromeando y aprovechando cada segundo para besar a Marta antes de que se marchara. Su rutina se vio interrumpida cuando la chica insiste de nuevo: - Ya es muy tarde Rodrigo, llévame a casa y podremos aprovechar el camino, que si me quedo un minuto más mi padre probablemente me mata – habiendo ya notado la oscuridad de la noche y la soledad del parque el chico asintió: - Esta bien, pero solo porque hace mucho frio -, – ¿Frio?, si apenas esta agradable, ya ni aquella viejita que solo se tapa con un chal – dijo Marta al ver que una anciana se acercaba a paso lento hasta cruzarse frente a ellos.

-Buenas noches señora – dijo el joven de manera educada, pero la vieja siguió de largo sin responder el saludo, ni siquiera volteó hacia ellos. Lo cual despertó las burlas de la muchacha: - Jaja, ni te hizo caso – Rodrigo soltó entonces maldiciones contra la anciana en voz baja, solo para él y Marta… pero al parecer no usó el tono adecuado porque la mujer se detuvo en seco, como si la hubiesen jalado, se giraba lentamente, hasta encontrar su mirada con la del joven, un aire helado le subió por la espina hasta instalarse en la nuca, porque la mirada fija de la anciana se le clavaba como púas.

En un instante, empezó a petrificarse porque vio salir de entre el chal negro con que la mujer cubría la parte superior de su cuerpo, una mano huesuda, que lentamente descubría un rostro cadavérico, del cual más que sus rasgos espeluznantes lo que más le atemorizaba era su sonrisa malévola, que le arrancó desgarradores gritos de terror: - No, no, nooooo – decía Rodrigo, mientras su novia lo abrazaba con fuerza.

Fueron encontrados en el parque al día siguiente, ninguno de los dos podía moverse, a diferencia de Rodrigo, Marta pudo explicar todo lo que sucedió, fueron llevados a un hospital, del que la chica salió el mismo día hacia su casa y Rodrigo… Rodrigo solo fue llevado a otro hospital, un psiquiátrico, pues no pudo superar el profundo terror de aquella noche.

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