En La Consulta se dice que sucede todos los sábados a las tres de la mañana. Cerca del Dique Valle de Uco, se juntan brujas y también brujos, se puede decir; en un ritual satánico a cantar y a ofrecer su alma a los demonios.
Muchos indican que han visto a brujas sobrevolar el dique, mientras acampaban; otros que se asientan en los árboles a dormir después del ritual, y se escucha cuchicheos en los picos de los árboles.
Uno de los relatos más famosos dice que un grupo de amigos había decidido ir a acampar una noche para el día del amigo en el lugar. Todos cargaron lo esencial para armar una fiesta: carne, bebidas, las carpas, bancos y la infaltable cámara que llevaba uno de ellos para reportar cada momento. Pero ninguno se había percatado de llevar un foco, no se preocuparon y pensaron que podían pedirle prestado a alguien que estuviera acampando en el lugar, pero al llegar estaba vacío, ellos eran los únicos en el dique. Así que decidieron acampar cerca del río donde de un costado no hay árboles por lo que entra perfectamente la luz de la luna, algo es algo.
Asado de por medio, fernet, cerveza y campari la noche parecía que iba a ser larga entre los amigos. Uno de ellos de tanto tomar tuvo que ir a hacer sus necesidades, se fue a un pino no muy lejos del campamento, hasta donde llegaba el último rayo de luz. Mientras hacia lo suyo se reía solo de los gritos y carcajadas que se escuchaban de sus amigos. Cuando estaba a punto de terminar, sintió un ruido extraño en el pico del árbol, se movían las hojas tanto, que hacia caer las piñas del pino. Pensó que era un murciélago por lo que le empezó a gritar y a reírse solo otra vez, hasta que desde las ramas escucho como alguien le devolvía la risa, no era una risa muy fuerte sino silenciosa. El estado de ebriedad no lo favorecía así que decidió largarle las piñas que habían caído. La risa del árbol frenó y en ese momento pudo divisar una cara entre las ramas con ojos brillantes, pelo largo y capucha. Ni si quiera lo dudó y empezó a correr hacia donde estaban sus amigos enfiestados. Se paró en el costado y empezó a gritar y a decirles a todos lo que había visto, esforzándose para pronunciar las palabras. Los amigos le decían que se dejara de joder y lo cargaban pasándole otro vaso de cerveza. Entre las risas de sus amigos no podía fingir el miedo, empezó a tiritar sintiendo mucho frío por lo que se metió a la carpa para buscar una campera. Mientras buscaba la campera, desde la copa de los árboles que rodeaban las carpas escucharon carcajadas fuertísimas y como susurraban entre ellas. Todos quedaron en silencio, y de golpe empezaron a caer piñas, pero no caían naturalmente sino como si alguien las estuviese tirando desde los árboles; a varios le pegó más de una piña. Tanto fue el miedo que decidieron agarrar sus cosas e irse del lugar. Cuando uno de los amigos fue a buscar el asado que sobraba en la parrilla vio que la carne se había llenado de gusanos y hormigas; una piña le golpeó en la cabeza y lo despertó mientras sus amigos guardaban todo como podían. Salieron corriendo, desmontaron las carpas las doblaron como a una servilleta, desarmaron la mesa y los bancos, cada uno subió a su auto y partieron a la salida del dique. En el trayecto las piñas seguían golpeándolos y para empeorar la situación, sentían como se paraban en el techo del auto y les golpeaban las ventanillas riéndose a las carcajadas.
Los que iban detrás del ultimo auto pudieron ver lo que había en el techo del auto delantero, era una sombra, parecía llevar capucha y una túnica larga, golpeaba brutalmente el techo, no sabían si era hombre o mujer solo que por momentos podían divisar la nariz deforme que tenia. Esta cosa fuese lo que fuese desaparecía cuando pasaban frente a un árbol, saltado hacia las ramas.
El camino a la salida se les hizo eterno. Ya afuera del dique los piñazos frenaron y las risas también. No dudaron en seguir su camino hacia el centro de La Consulta. En la ruta pudieron ver una fogata a lo lejos, dentro del Campo de Instrucción de los militares que queda a pocos metros del dique. Uno de los amigos, el más sobrio, quiso frenarse e ir a ver lo que pasaba; los otros lo insultaban y le decían que se iban a ir sin él si se iba. No les hizo caso, agarró la cámara y agachado corrió hasta donde se veía la fogata. Dos de sus amigos lo acompañaron mientras lo insultaban por atrás. Se escondieron en una piedra mientras miraban desde lejos la fogata, pudieron ver a exactamente seis personas, vestidas de negro, algunas usaban un gorro con pico largo; una tocaba la guitarra mientras las otras cinco se quedaban paradas alrededor del fuego, por momentos se miraban entre ellas y reían. En ese momento pudieron ver que efectivamente eran brujas, le habían visto el rostro deformado a una de ellas: nariz grande, ojos brillantes y un mentón largo.
Agarró la cámara y haciéndole el máximo zoom a la maquina profesional, pudo captar una fotografía de ellas; eso fue más que suficiente para volver a donde estaban sus amigos esperándolos. Subieron al auto y partieron al centro.
Foto real capturada por uno de los chicos esa noche
Al otro día se volvieron a juntar algunos de ellos para confirmar que lo que vivieron era real, y no producto del alcohol. Miraron la foto y lo confirmaron: eran brujas las que esa noche los atacaron en el Dique Valle de Uco.
Este es sólo uno de los tantos relatos que circulan. Otros dicen que se quedaron a dormir y a la mañana siguiente encontraron animales muertos en putrefacción dentro de la carpa. Otros que les robaron la comida y bebidas.
Como dicen es “creer o reventar”, por las dudas prefiero ir de día al dique.