En la tarde del 8 de diciembre de 1954, un granjero de Plainfield, en Wisconsin, entró en La Taberna de los Hogan a echar un trago en esa fría tarde de invierno, cuando de pronto descubre con espanto un gran reguero de sangre que cubría las tablas de madera del suelo. La propietaria, Mary Hogan, había desaparecido.
El sheriff observó que no había señales de lucha aparentes y que la caja registradora seguía llena, pero determinó que la mujer había sido asesinada y que su cuerpo había sido arrastrado hasta un coche que esperaba fuera. Los informes forenses tan sólo confirmaron las conclusiones a las que había llegado el sheriff y no arrojaron ninguna luz sobre el caso. La desaparición de Mary era un misterio.
Aproximadamente un mes después de este suceso, el propietario del aserradero de Wisconsin comentaba el caso con un hombre pequeño y tímido que vivía en una granja de madera a pocos kilómetros de allí. Su nombre era Eddie Gein.
Gein vivía solo desde la muerte de su madre y se ganaba la vida haciendo toda clase de trabajos a los vecinos de Plainfield. Fue su habilidad en este tipo de trabajos por la que este hombre de complexión débil, mediana edad, pelo rubio y ojos azules empezó a ser conocido entre los lugareños como una persona trabajadora, cumplidora, fiable pero excéntrica.
El propietario del aserradero no se llevaba muy bien con Gein. Encontraba extremadamente difícil hablar con él porque a veces éste comenzaba a reír con nerviosismo sin motivo, como un desequilibrado, o por sus comentarios inoportunos que dejaban a la otra persona sin saber qué decir.
En esta ocasión, el hombre recordó que Gein solía sentarse solo en un rincón de la taberna mirando fijamente a la dueña del local, absorto en sus pensamientos con una jarra de cerveza. Supuso que estaba enamorado de la mujer. Le sugirió bromeando que si le hubiese hablado a Mary con claridad de sus sentimientos, probablemente en ese momento estaría en su granja cocinando y esperando que volviera, en lugar de haber desaparecido. Gein, con un extraño gesto, puso los ojos en blanco, y le respondió, con una de sus conocidas sonrisas: «No está desaparecida. Ahora mismo está en la granja». El hombre se encogió de hombros y no lo tomó en serio, después de todo, era el tipo de comentario que se esperaba de él.
Nació en La Crosse, Wisconsin, el 27 de agosto de 1906, hijo de una mujer austera y fanática religiosa que despreciaba a su débil y borracho marido. Cuando ambos discutían, que solían hacerlo con frecuencia, el hombre se emborrachaba y golpeaba a sus dos hijos.
La infancia de Gein se desarrolló bajo el desequilibrado fanatismo religioso de la madre, quien era una luterana de hueso colorado que consideraba a todo el mundo una mala influencia para sus hijos, a tal grado que compró la propiedad de Plainfield con el objetivo de alejar a su progenie de la perversidad del mundo. Especialmente las mujeres eran la perdición, pues todas —a excepción de ella— eran peor que golfas, y una de sus creencias más fuertes era que el sexo sólo debía practicarse con fines reproductivos. Mas había una cosa que ella no podía impedir, y era que Eddie asistiera a la escuela, lugar donde no tuvo problemas para pasar sus materias. La gente que lo conoció en la escuela reporta que Gein era un sujeto de maneras discretas y afeminadas, por lo que era pasto de los niños más abusivos. Los intentos que Gein iniciaba para hacerse de amigos eran bloqueados sistemáticamente por su dominadora madre.
Todos los días la señora Gein se tomaba un tiempo para leer sermones a sus hijos del Antiguo Testamento, generalmente severos pasajes que hablaban de los castigos de Dios. Fuera de la escuela, el joven Gein dedicaba el resto de su tiempo a las labores propias de su granja. Su mejor pasatiempo era leer revistas de aventuras, su único escape de la áspera realidad familiar.
Así fue la vida de los Gein en su granja hasta que comenzaron a morir uno tras otro los miembros de la familia, siendo el primero el padre, en 1940. Por ese tiempo, Henry Gein, el hermano mayor, comenzó a manifestar su oposición a los designios maternales y a hablar cosas ante la mortificada actitud de Eddie, quien no podía aceptar que se dudara de la sabiduría de su madre. Fue en 1944 que mientras ambos hermanos combatían el fuego en los matorrales de la granja, Henry muere en extrañas circunstancias. Luchando contra el fuego, según testimonio de Eddie, se separaron hasta que después no pudo hallarlo y fue en busca de la policía. Lo curioso es que al regresar con ellos, los fue guiando hasta donde estaba el cuerpo del «desaparecido» hermano, y aunque éste presentaba señales de haber sido golpeado, los oficiales determinaron que había muerto de asfixia y no se prestó mayor atención al asunto. El 29 de diciembre de 1945, tras una serie de derrames, muere su madre, quedando finalmente solo en el mundo el viejo Ed Gein. Durante el funeral estaba inconsolable y deprimido.