Nicolás

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Su vida se había vuelto un martirio desde que Daniela falleció. Los primeros meses fueron difíciles, tanto para él como para la familia de ella.  La presencia de Daniela se sentía en todos lados y a cada momento. Pero lo más arduo de todo fue lidiar en contra de las mismas personas que los rodeaban: vecinos, amigos, allegados y chusmas cotidianos. La publicación en los medios locales los había vuelto en personajes de una típica película de terror, por lo que andar en la calle normalmente como lo hacían se había vuelto algo engorroso.

Tres años pasaron desde aquella experiencia. Todo señalaba que Nicolás había superado todo, gracias a la ayuda de su familia que lo contuvieron y siempre acompañaron en los tratamientos psicológicos que debió hacer. Sus amigos habían vuelto a hablarle como antes; su rendimiento académico mejoró, y su vida amorosa también. Conoció a una chica: Carla, tenía su edad; la vio por primera vez en el cumpleaños de un amigo; compartían muchos gustos, ella lo entendía y acompañaba en todo. Era la pieza que le faltaba para reconstruirse.

Daniela formaba parte de su pasado más oscuro y el que más añoraba, paradójicamente. Esa sensación de tenerla presente a cada momento había desaparecido totalmente. En pocas palabras había enterrado  absolutamente todo lo que le hacia acordar a ella, hasta el contacto con los padres de Daniela desapareció.

Una tarde salieron a dar una vuelta por la plaza con Carla, mientras conversaban sentados en uno de los bancos, se encontraron con la madre de Daniela que venia de trabajar. Se miraron a la distancia, y se saludaron normalmente. Ella se quedó conversando con ellos unos minutos para saber cómo marchaba la vida de Nicolás. En el momento de la despedida la madre lo saludó y sacó de entre sus papeles una foto. “Tomá, es la única foto que encontré donde están juntos los dos, las demás no se donde están. Esta la encontré debajo de su cama esta mañana cuando limpiaba su pieza. Creo que deberías tenerla, no es bueno olvidar completamente lo que la vida hace con nosotros, por más duro que sea.” Le dijo y se fue sin darle opción de negarle la foto. La miró y se le cristalizaron los ojos. “¿Ella es?” le preguntó Carla con una cuota de compasión. “Sí, es ella. Pero mejor no toquemos el tema. Vamos.”

Había olvidado la foto durante el día, pero al irse a dormir esa noche, sin querer la encontró en el bolsillo de su pantalón. Se sentó en la cama y lloró, pensando en los momentos que compartió con ella y lo injusta que fue la vida al llevársela de esa forma.

Se quedó dormido sin darse cuenta. Soñó que caminaba en una calle vacía, y a los costados podía ver otra gente deambulando. A lo lejos veía un árbol y debajo a un hombre de la mano con una mujer joven y escuchaba la voz de Daniela como un eco que lo llamaba… Se despertó en la mañana por el ruido del padre que salía a trabajar, se levantó repensando el sueño y en la última imagen del hombre y la mujer de la mano. Sin darse cuenta el pasado oscuro había vuelto para completarse.

Se levantó como todas las mañanas para ir a cursar. Desayunó con su madre mientras acordaban los quehaceres que debía hacer en la tarde. Al salir de la casa, se puso los auriculares y se encaminó al instituto. Después de haber hecho unas cuadras notó que un hombre lo perseguía, no lograba verle la cara, sólo que llevaba una especie de chupalla y una campera grande con las manos en los bolsillos. Lo persiguió durante casi todo el recorrido, a veces se frenaba y al alejarse de Nicolás, volvía a caminar. Sin esperar más y ya cerca del instituto, empezó a correr asustado. Al llegar miró atrás y no vio a nadie así que se calmó y se dispuso a empezar su día de clases.

Los compañeros lo notaban algo distante y colgado, de momentos parecía “irse” como pensando algo, pero especularon que era uno de esos días raros de Nicolás, no era una persona predecible y menos con todo lo que cargaba encima.

Durante la clase de Práctica, la profesora vio que Nicolás miraba mucho el techo, y que perseguía con la mirada algo que indudablemente lo asustaba por los gestos que hacia. En un momento dirigió la mirada hacia la ventana, dio un grito fuertísimo y se levantó del banco tirando todo lo que tenia sobre el. Todos quedaron en silencio y la profesora asombrada le pregunto qué le pasaba, él no le respondió, se quedó mirando la ventana unos segundos, pestañeo y volvió en sí haciendo una vista panorámica de sus compañeros asustados. Salió de la clase con la escusa que iría al baño a lavarse la cara; después que salió del aula, la profesora le pidió a un compañero que lo siguiera para prevenir algo peor.

Leyendas urbanas 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora