La casa de Susana, abuela de Daniela, queda en una finca en Barrancas de Maipú, bastante alejada de la urbanización.
La abuela los recibió contenta y con algo de sorpresa. Les sirvió algo de tomar y luego de una pausa incomoda entre los tres, Nicolás le preguntó directamente y sin rodeos: “Cuéntenos sobre el abuelo Raúl, sabemos que hay algo raro. Usted sabe lo que pasó con su nieta, y también que tiene que ver con el abuelo…” Susana se quedó helada sin saber qué decir. Miro el suelo, luego el portarretrato del abuelo en la pared y dijo “Me duele que vengas a preguntarme como reclamando algo, que me hagas recordar el pasado de mi esposo, y más aún que vengas a traer sobre la mesa la muerte de mi nieta y Raúl, que en paz descansen…” “¡Yo no sé si estarán tan en paz!” la interrumpió Nicolás. “No sé qué es lo que queres saber, mi esposo era un hombre de bien y nunca le haría mal a alguien y menos a su familia. Mi nuera lo sabe bien.” Dijo la abuela mirando a la madre de Daniela que respondió “Sí, Susana tenes razón. Pero vos y yo sabemos que hay algo que el abuelo hizo mal, y que nos perjudico a todos. Por eso estamos acá, no es nada personal.” Se calmaron tomando una ronda de mates y Susana siguió: “Les voy a contar lo que creo que vienen a averiguar, pero tienen que saber que él nunca quiso el mal para nosotros.
Hace algunos años cuando nuestro hijo Emmanuel era chico entramos en una terrible crisis económica porque la fábrica donde trabajaba Raúl quebró, y tuvimos que abandonar la casa que nos habían prestado. Sin tener a donde ir, nos quedamos en la casa de mi hermana unos meses.
Los días que pasamos no fueron lindos, estuvimos varios meses viviendo gracias a mi hermana, que tampoco tenía un estado económico sólido, por lo que había semanas en donde sólo comíamos pan con picadillo. Todo parecía empeorar cada vez mas, hasta que Raúl consiguió trabajo a fines de año como sereno en el colegio Antonio Luis Berutti. Fue un fin de año más o menos alegre en comparación con todo lo que habíamos vivido.” Su nuera, que escuchaba con atención le alcanzó un pañuelo para se secara las lágrimas.
“Logramos comprar ésta pequeña finca a costa de algunos sacrificios y prestamos. Nuestra vida aquí fue normal, como la de cualquier familia, pero cuando mi hijo creció y se casó con vos…” Susana levanto la vista para mirar de reojo a la madre de Daniela. “…desde ese día las cosas empezaron a cambiar en la casa. Raúl parecía estar nervioso y asustado todo el tiempo. El techo de la casa empezó a desmoronarse de a poco en las esquinas y por las noches crujía. A veces la radio se apagaba sola o la ropa de los placares amanecía esparcida en el suelo. Esas son las cosas que sólo yo veía, por suerte; lo peor de todo lo veía mi esposo.
Yo siempre que le preguntaba me decía que estaba bien, que estaba cansado por el trabajo, y que la casa era vieja por eso hacia ruidos. Pero yo intuía que había algo que no quería contarme.
Siempre que nos íbamos a dormir prendía las luces de toda la casa y me hacia levantar a mi para apagarlas. Una noche yo me quede lavando los platos y él se fue a dormir, en un instante escuche un golpe fuertísimo que venia de nuestra habitación, era Raúl que se había caído y golpeado la puerta del baño. Cuando lo vi tirado miraba asustado la cama sin pestañear, lo levanté y le pregunté asustada; me dijo que cuando prendió la luz vio a una mujer vestida de negro, con pelo largo, parada sobre la cama. Él seguía mirando la cama asustado, el corazón parecía que se le iba a salir por la garganta. Sin saber qué hacer, lo abracé ¿qué más podía hacer?
Cuando nos acostamos le dije que me contara todo, lo obligue, yo sabía que algo malo pasaba, y me enojaba el hecho de que no me lo contara. Raúl tomó un sorbo de agua y con una voz cortada me contó lo que había pasado. Según él, hacia unos años cuando iba camino al trabajo en bicicleta, paso frente a un sauce llorón, en un descampado que separaba la finca del pueblo. Cuando paso, escucho a perros llorando en el árbol, al ser algo tan ilógico se acerco al sauce y vio en una de las ramas, a una mujer de pelo largo, desnuda y llorando. Mi esposo le preguntó qué estaba haciendo tan temprano y de esa forma en el árbol. La mujer sólo le contesto que tenía frío. Raúl siempre fue muy impaciente con los jóvenes por lo que pensó que venia borracha de alguna bailanta, y decidió seguir camino sin darle importancia.