Capítulo 54

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Caminamos con sigilo a través de los cuerpos de los chinos heridos.

Pruuu.

—Perdón— contestó Makarov.

Y aquella bomba de flatulencia entró en nuestras narices.

Comencé a toser. Era como estar en un incendio, pero en vez de fuego, era mierda en materia de gas.

—Necesitas un exorcismo, hombre— tosió Gildarts.

—¿Cómo te podemos sacar las tripas?— preguntó Natsu, oliendo sus propias axilas.

Si las axilas de Natsu Dragneel no olían tan feo como los gases de Makarov, había que mandar al vaticano al pobre anciano.

—¿Y tú por qué me las vas a sacar? Pedazo de idiota, ¿quieres que no coma para tú comer más?— se defendió el presidente de Fairy Tail.

—Oye, tranquilo viejo.

—¿Quién tiene diarrea aquí? ¿tú o yo?

—Solo decía que si con...

—¿Qué si con qué?— se alzó Makarov.

Pruuuuuuuuuu.

—Hombre, enserio, con 10 tripas de las tuyas podemos matar a los dos mil chinos de intoxicacion— Natsu hizo un ademán de estar a punto de vomitar—. Lo siento, Luce, Makarov te quiere dejar viuda.

—¿Y tú crees que yo soy Voldemort? ¡Huelo exactamente lo mismo que tú!— exclamé, poniendo mi nariz como un cochino.

—Es que te encuentras tan serena, Luce...

—Es que tu fuiste sacado de la rosa de guadalupe.

—No, de Maria la del Barrio— mencionó Gildarts, todo volteamos a verlo, con las cejas alzadas—. Tengo una obsesión, ¿es que nunca la han visto? ¡qué haces besando a la lisiadaaaaaa!

Y le dispararon.

Al pobre Gildarts casi lo dejan lisiado de verdad.

—¡Ay madre santa! ¡Cuantos clones!— exclamó Natsu al ver a otro grupo de chinos rodearnos ¿Cómo hizo su madre para parirlos a todos? Lucy, ¿tu puedes parir tanto así? Imagínate.

—¡Cállate! ¡Haz lo tuyo Natsu!— le exigí, ocultando a Gildarts detrás de mí. Le habian disparado en un muslo.

—Diez, doce, catorce, diescisiete, veinte, veintitres...— siguió contando a los chinos—. ¡Imagínate una panza con ese montón de chinos! De halloween me disfrazaré con 5 sandias debajo de mi camisa.

—¡Natsu dispara!— le pedí.

—Oh, Dios, gracias, por amor a Cristo— oí detrás de mí.

Volteé con rapidez, Makarov tenía los pantalones abajo y hacia del numero dos en una estatua en forma de taza.

—¡Maten a la Lubia!— exclamó uno de los chinos.

—¡NATSU!—pedí, tomé mi pistola, disparando y tratando de ocultar a Gildarts detrás de una estatua para que se hiciera un bendaje.

Miré a Natsu, habia disparado, pero nada salió de la enorme bazuca.

—Eh, Luce, ¿cómo se recarga una bazuca?

Lo miré.

—Corriendo— musité.

Comencé a correr.

—Espereeeen, no me he limpiadoooo— pidió el viejo—. Moriré lleno de caca, ¿qué dirán de mí en la morgue?

Gildarts mordía un pañuelo para no gritar del dolor, estaba tan rojo que parecia una calabaza a punto de explotar.

¡YO! ¿CASADA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora