Capítulo 61

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Era lunes, habían pasado dos días desde la fiesta en casa de Gajeel y yo no tenía ánimos algunos para asistir a la universidad.

Me levanté y caminé hacia la ventana de mi habitación, observé como Natsu montaba la ultima de sus maletas en su carro, se montaba y se marchaba de la mansión que nos habían regalado a ambos.

Tomé mi celular y marqué el primer número de mi agenda de favoritos.

¿Quién demonios me llama a esta hora?

—Necesito hablar contigo.

Hoy hay que ir a clases. mmmm— oí que se removía en su cama—. Por Dios, Lu-chan, ¿sabes qué hora es?

—Las nueve de la mañana.

¡AY MAMACITA QUE ME QUEDÉ DORMIDA!

—Te espero en mi casa.

Y colgué.

Ni siquiera me lavé la cara, bajé, tomé un vaso de agua y me tiré en el sofá, bocabajo.

—Odio mi existencia.

.

.

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—A ver, según la receta que encontré en google, así se hace una arepa— contestó Levy, dejando un plato frente a mi, yo seguía en mia misma posición desde que bajé, Levy habia tenido que forzar una ventana para poder entrar y además, cocinarme el desayuno.

Alcé mi cabeza.

—Levy...

—¿Qué?

—¿Qué harina usaste?

—¿Por qué lo preguntas?

—Eso es una panqueca— musité y empecé a llorar—. Ni siquiera puedo tener las arepas que deseooo.

—Madre mía sobria eres tan necia e irritante que embriagada— contestó Levy, sentandose a mi lado, colocó mi cabeza sobre su regazo y comenzó a darme palmadas en el cabello.

Nos quedamos en silencio un buen rato.

—Lu-chan ya puedes decirme qué sucede...— me susurró—. Perdí las clases por ti, puedes hablar como una buena amiga.

—El divorcio afecta más de lo que pensé.

Me volteé, me incorporé y me senté en dirección a ella.

La pequeña Levy con grandes pechos suspiró, se recostó del espaldar del sofá y pasó las manos por su rostro.

—Sabía que llegariamos a este momento— contestó al fin—. Pero si solo llevan tres meses...

—Ha sido definitivo, Levy, creo que... esto, cueste lo que cueste, no va a funcionar— asentí, secandome la baba seca en mi mejilla—. El se fue hoy.

—¿O sea, que tienes la casa sola?

—Ay,Levy, tu solo piensas en fiestas— me golpeé la frente-.

¿qué clases de amistades me buscaba?

—Lo siento, lo siento, entonces... ¿ya lo saben sus padres?

Negué con la cabeza.

—Siento que soy demasiado joven para sufrir este tipo de cosas— me encogí de hombros y encorvé mi espalda—. Dios mío, que dolor tengo en la columna.

—¿A  qué dolor te refieres, la columna o el divorcio? Ya me confundí— se rascó la nuca, con el labio fruncido.

—Ambos, Dios, es estresante— rugí.

¡YO! ¿CASADA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora