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Mientras caminaba hacia la biblioteca observe como muchos simplemente pasaban de largo pero otros tantos se detenían a murmurar cosas como: "es ella, su novia", "logró engatusarlo", "vaya que ganó un buen partido". Eso acabó con mi día ya que todo me recordaba a mi relación con Rupert y más cuando la mitad de personas del edificio murmuraban sin saber que estábamos más separados que América y África.

Cuando entre me sorprendió lo remodelado que se encontraba el lugar; los libros se encontraban perfectamente nuevos y forrados tanto que me desanime al pensar que seguro los libros viejos que tanto me encantaban ya habrían sido saqueados hacia quizá alguna donación si en verdad tenían suerte.

Pero mi sorpresa fue cuando los encontré en un estante grande junto a otros libros más que llamaron mi atención. Esa área me encanto y más aún cuando tenía un compartimiento con dos sillones y básicamente alejado de la gente, sonreí al pensar que lo había hecho por mí pero en ese momento lo dudaba.

- encontraste el lugar- murmuró esa misma voz que me puso más que nerviosa y sensible, no quería voltear pero tampoco quería ser una cobarde.

- si- conteste fría y sin poder verlo hacia sus ojos.

- pensé que avisarías cuando volverías- murmuró más para sí mismo que para mí, con mi ceño fruncido eleve mi vista confundida hacia la suya.

- por qué haría eso?- pregunté seca y con algo de rencor -además seguro tú estabas demasiado ocupado con Daniela como para contestarme, ¿no crees?- pregunté rodeándolo y pasando a la par suya pero antes de que pudiese avanzar más me detuvo su agarre.

- que? Tu sí puedes besar a tus ex-novios pero yo no andar con mis ex-novias?- pregunto serio y sin relajar su agarre, con mi mandíbula tensa intente soltarme pero no lo permitió -aquí todo debe ser equitativo Señorita consentida- murmuró y el cosquilleo que sentí no era comparado con cierta furia dentro mío.

- ya no valen mis explicaciones- murmuré enojada, pero un pequeño mareo me interrumpió -tampoco valen mis llamadas- murmuré con cierta debilidad -y por favor suéltame Rupert, tengo clase- indique sin poder verlo, mi cabeza daba vueltas estilo carrusel.

- tienes razón, no valen- indicó serio y tenso soltándome, intente articular una palabra pero no salió nada de mi boca y cuando di mi quinto paso me maree y no pude continuar ni siquiera voltear para pedir ayuda.

Me quede quieta intentando que el mareo me pasara o que por lo menos pudiera medio pasarme para salir de ahí con algo de dignidad suponía yo, pero fue todo lo contrario. Comenzaba a observar puntos negros en mi visión y mi cuerpo no reaccionaba. Para cuando quise hacer algo sentí como todo se nubló de una vez y como mis piernas flaquearon pero esta vez sin poder sostenerme o siquiera decir algo.

Caí sobre el piso y lo último que recuerdo a lo lejos es el grito de Rupert repitiendo una y otra vez mi nombre, tan seguido que conforme iba cerrando mis ojos su voz iba desapareciendo hasta que todo se volvió oscuro y silencioso, dejándome en una completa agonía...

Señorita Consentida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora