Ser.

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Saben, desde que inicié con el blog me he preguntado muchas veces a mí misma por qué lo hago.
Por qué escribir sobre situaciones personales y muchas veces, dolorosas. Por qué exponerme a eso, a la posibilidad del rechazo o la hostilidad.

Sinceramente, todavía es algo que no puedo entender del todo. Pero aveces, el por qué no es tan importante como el para qué.

La razón por la que inicié con el blog, es porque tengo cosas para decir. Porque tengo el derecho de poder hacerlo. Porque aún mis manos pueden lograrlo, porque mi mente todavía es fuerte y capaz.
Puede que el por qué todavía no este claro para mí, mucho menos para mucha gente que me rodea, pero considero que el para qué tiene más valor.

Tal vez te preguntes a qué viene esto, por qué de repente inicié sin saludo, sin cosas raras propias de mí, después de desaparecer... otra vez.
Pues no lo sé, salió así. XD

Hace poco, terminé de leer una loca historia que salió del muy singular cerebro de una escritora que admiro mucho.
¿Alguna vez tuviste un sueño muy loco que por alguna razón decidiste hacer historia y por alguna otra muy extraña razón fue un éxito?
Por favor, no digas Crepúsculo, jajaja.

Pues gracias a esta loca historia, recordé el privilegio de ser yo.

Así es. Hay muchas cosas que amé en esa historia, tal vez más adelante haga una reseña. Pero la frase que más me gustó, fue esta:

«La imperfección se siente bien».

Si te da curiosidad, la historia se llama "El chico de la mala gramática" de Natalia Tórtora (uutopicaa).

Inicié este año llena de expectativas, sueños y metas a corto y largo plazo. Pero claro, los planes a veces no se pueden llevar a cabo como uno lo planea. Las cosas a veces suceden sin que puedas hacer nada para impedirlas o controlarlas, como por ejemplo, el hecho de que hace poco me robaron y es la razón de mi ausencia jaja.

Hay cosas que simplemente no podemos evitar que pasen.

Sin embargo, en este último tiempo me he dado cuenta del terrible miedo que tenía a fallar. Es gracioso, porque apenas comenzó el año y ya estaba aterrada de fracasar en todos mis planes, todavía más cuando algunas cosas no salieron como las había planeado. Tenía este terrible miedo de fallar, de fallarle a las personas que pusieron su fe en mí, de fallarme a mí misma, de fallarle a Dios... y justo ahí, es donde estaba el problema.

No sé si lo viste, pero caí en cuenta que en mi lista, Dios estaba en el tercer lugar, como mucho. En mi lista de a quienes no quería defraudar, él no era el primero.
Dejame decir que me sentí tan triste, de una u otra forma, había fallado.

Me torturé a mí misma por días, semanas incluso. Diciéndome lo terrible que era, y lo peor, creyéndomelo.

No hay peor cárcel que la que uno se autoimpone.

Finalmente, es increíble que Dios me haya hablado a través de un personaje ficticio. Pero es más increíble que es como si en esa historia me hubiesen puesto a mí, con otro nombre y otra historia, pero en esencia, era yo.
Su Palabra dice que hasta las rocas le adoran, por lo que después de todo no me sorprende que me haya hablado a través de esta talentosa escritora. (Claro que no tiene nada que ver que sea argentina también. 😉😁😂)

Y es que dijo algo muy cierto, no existe la gente perfecta. Ya lo dije antes, pero, si Dios hubiese querido crear seres perfectos, pues se hubiese quedado con los ángeles o hubiera creado robots, no sé.
Pero por alguna razón que nadie termina de entender, nos creó a nosotros. El ser humano. La criatura más imperfecta del planeta.

Entonces, ¿en qué momento sentí la necesidad de hacer todo a la perfección? ¿En qué momento me olvidé de que soy humana?

No lo sé, pero si sé que es poco realista pretender controlar cada situación y hacer que todo salga sin ningún error. Porque, en serio, no existe la perfección. Buscarla es buscar algo que jamás se encontrará en este mundo caído.

El truco esta, en dejar de verlo como algo malo. ¿A quién de verdad le gustaría estar al lado de alguien siempre perfecto? Que diga siempre lo perfecto, que actúe siempre perfecto, que jamás se equivoque... Por Dios, yo empezaría a gritar a la media hora.
Porque la gente real no es así, y no podemos esperar que hagan siempre lo correcto para nosotros, o lo correcto para el mundo. La gente yerra, se las manda, mete la pata; dicen cosas hirientes, actúan de manera horrible... pero, es justo eso, lo que nos hace diferente a cualquier otro ser vivo en el planeta. Somos únicos por esta rara cualidad de equivocarnos, cualidad que algunos llaman libre albedrío.

Me doy cuenta ahora, que está bien. No tengo que ser perfecta, no tengo que controlar todo, no tengo tampoco derecho de esperar la perfección en nadie. No necesito sufrir como loca por miedo a fallarle a la gente, porque, si Dios conmigo, ¿quién contra mí?
Por fin entendí que justo esas imperfecciones en las personas que amo, son lo que me hace amarlas más. Claro que todos quisiéramos errar menos, más aún cuando lastimamos a los que nos rodean. Pero sé también que tengo la posibilidad de elegir, la oportunidad de pedir perdón, perdonar y ser perdonada.

Como dice la protagonista, la imperfección se siente bien.

Hoy, lector, lectora, te dejo como consejo esto: no tengas miedo de los fallos, de los errores y las terribles metidas de pata. Mejor tenele miedo al odio, a la desesperanza o la insensibilidad. Pero jamás a ser imperfecto, porque es justo eso, lo que te hace perfecto o perfecta para alguien más.

O mejor, preferiblemente tenele miedo a no soñar, a no luchar por tus metas. Y si todo eso te da miedo, alcanzá esos sueños con miedo y todo.

Gracias por seguir acá, por levantarme el ánimo con cada comentario, por tus oraciones y buenos deseos. Espero y deseo de corazón que este año todas las bendiciones te alcancen.

Sé que ha sido algo diferente, pero necesitaba decirlo. Y para despedirme, una palabras de la protagonista de esta historia que marcó mi corazón:

Sí, soy imperfecta, y eso esta bien.

Hasta la próxima terrícola.

Con imperfecto y sincero amor, Poly. 💜💗

*cambio y fuera*

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