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Después de la muerte de mi madre, entré en un estado depresivo que no hizo más que empeorar todo. Cada vez reducía más la ingesta de comida porque "no tenía hambre", pero había veces que comía el triple y eso me causaba indigestión y malestares estomacales. Así de errático es, vas de extremo a extremo, entre no comer casi nada a atragantarte de comida, y de vuelta al inicio.
Los médicos denominan a lo que yo tuve como anorexia nerviosa, ya que no se trata de una compulsión por el peso, sino al estrés y la tensión constante que te lleva a la falta de apetito.Me encantaría decir que después de aceptar a Cristo en mi corazón, que se dio meses después de la muerte de mi madre, de repente todo esto cesó y milagrosamente todo volvió a la normalidad; pero este es el mundo real y las cosas no son tan simples.
Tenía tanto que aprender, tanto que faltaba ver.
Por supuesto los demás lo notaban, mis hermanos lo notaban, la gente de la Iglesia lo notaban.«Flaca te sentís bien? Estas muy delgada».
«¿Hija te pasa algo? Estás muy flaca».
«Che, ¿no tendrás parásitos? Estás piel y hueso».
Sí, no todo el mundo era muy amable. Y no le podés sacar a un argentino el cheísmo, jaja.
Lo irónico, es que tanta presión externa, sumado a la interna, logró que poco a poco me excluyara de la gente. No quería que vivan hablando de mi peso, me hacía sentir incluso peor de lo que ya me sentía.
Pero yo como, les decía casi en un ruego para que paren de acosarme.
El tema es que no comía ni la mitad de lo recomendado.
Entonces mi físico comenzó a importar, pero de la manera equivocada. Comencé a usar ropa más grande, dos y hasta a veces tres talles más que el mío. Comencé a vestir de una manera desordenada y lamentable. Nada me quedaba bien y luchaba todos los días para encontrar algo que me escondiera del mundo.Así pasaron meses donde todo no hacía más que empeorar. Llegué a pesar menos de cuarenta y cinco kilos. Ni siquiera hace falta que diga lo mal que estaba mi peso para alguien de esa edad y altura.
Poco a poco, las cosas en mi familia comenzaron a ir mejor. Mi padre conseguió un trabajo estable y yo ya no tenía que soportar el peso de la economía de mi familia sobre mis hombros, todo mejoraba menos yo. Habían pasado casi dos años, tenía diecisiete a punto de cumplir los dieciocho y mi salud no era la mejor. Mi pelo era un desastre, mi piel era un desastre, mis labios siempre estaban secos y partidos.
Una de las cosas que más me costaron entender de Dios era que me amara tal y como soy, que me aceptara.¿Cómo podía decir que amaba a un desastre como yo?
A un intento de persona que no era capaz de mi siquiera mirarse al espejo. Porque había aprendido a esquivar los espejos, los vidrios que podían reflejarme, las vidrieras... verme era un calvario para mí, por lo que ya no eso hacía.
Así de destrozada me sentía, así de triste era mi realidad, así de rota estaba mi autoestima.
Ya lo dije una vez, no podemos amar a nadie si no nos amamos a nosotros mismos antes.Es interesante para mí el hecho de que no hubo ninguna fórmula mágica, no hubo palabras raras, no me oraron por liberación, no me metieron a un cuarto raro con velas y qué se yo que más.
Habían pasado más de dos años luchando y luchando con migo misma, entonces, ¿cómo fue el cambio?
En esos dos años, asistí regularmente a la Iglesia, y aunque es verdad que una Iglesia no salva, sí es el lugar donde comencé a formarme como nueva persona y sobre todo, me acercó a Dios.
Me llevó mucho tiempo y esfuerzo, pero llegó el día en que entendí que me estaba torturando a mí misma por la muerte de mi madre y la culpa de no haberla podido ayudar. Entendí que la culpa no era mía, entendí qué a veces no hay respuestas y que era hora de mirarme a los ojos y aprender a amarme tal y como soy.Un día respiré profundo, me miré al espejo, vi como sobresalían mis costillas, fue lo delgado de mis brazos y piernas, vi la madera en que se notaban mis clavículas... lo vi todo, y sí, lloré. Lloré por la niña que fui y se dijo que jamás caería en algo así, lloré por la inocencia perdida y por mí misma. Entonces después, me sequé las lágrimas, me miré a los ojos y el dije a la muchacha frente a mí: te perdono.
Ese fue el inicio del cambio. El inicio de un proceso muy difícil y en el que muchas veces me quise rendir. Me contacté con una nutricionista y empezamos juntas un programa progresivo para aumentar mi peso de manera saludable. Había días que lloraba de frustración, porque sentía que era imposible pasar de no comer casi nada a comer cada dos horas. Los primeros meses fueron erráticos y muchas veces fallé, pero de nuevo lo intentaba porque esta vez era por mí, por la salud de mi cuerpo y mi mente. Tengo que decís que Dios siempre estuvo ahí, de alguna u otra forma me demostraba que seguía presente.
El primer año trajo muchas sorpresas, y trajo un nuevo peso. Faltaba mucho aún, pero progresaba.
Poco a poco vi los resultados, mi imagen general cambiaba para mejor y poco a poco me enamoraba más de mi reflejo. Caminaba con la vista en alto, ya no me sentía avergonzaba de mí misma, me veía más segura, más confiada. Incluso mi ciclo de mujer, porque odio el otro nombre, ja, ja, se normalizó, ya que debido a la mala alimentación era demasiado irregular.Actualmente, soy una persona más sana, más feliz, y lo más importante, aprendí a amarme como Dios me ama. Aprendí a verme con sus ojos u descubrí todo lo bueno en que antes no veía en mí. En el libro que les mencioné antes, habla de que las personas que sufrimos este trastorno necesitan años, y a veces nunca dejan de estar en peligro de recaer. Pero hoy me siento fuerte, me siento capaz y me siento amada. Sé que todavía queda mucho camino, pero ya no tengo miedo de caer, porque sé quién me va a levantar.
Si sos padre, te ruego que veas las señales y que seas paciente, cualquiera puede caer en esto, no juegues la apariencia, no digas mi hij/a nunca. Sé paciente, muchas veces no querrán ayuda, dale amor y compresión, eso vale mucho.
Si sos tío, prima, mejor amigo/a, sé paciente, muchas veces no vas a evitar que pase, pero ti apoyo es indispensable. Yo tuve gente que estuvo ahí a pesar que no pudieron solucionar mis problemas.Y sobre todo, si esto es parte de tu día a día, sea anorexia, sea bulimia, sea depresión... quiero que sepas que aunque no tengo soluciones mágicas ni nada parecido, tengo un hombro para sostenerte, tengo oídos para escucharte y más allá de todo eso, puedo decir con toda sinceridad que te entiendo.
Sé que esto se hizo largo, y por eso mismo lo dividí en dos partes, para que no sea demasiado denso.
Espero no haberte aburrido y en mi corazón anhelo de verdad poder ser de ayuda para alguien.
Un pedacito de mi corazón se queda siempre con vos.Quiero que me creas cuando digo que sos única, sos único, tu vida es tan valiosa que nada puede compararse... y si nadie te lo dijo, Dios te ama, y si no podés creerlo, entonces creeme cuando digo que yo te amo.
Tu vida vale todo, no la desperdicies.Esto es todo por voy bella personita, nos vemos en la próxima entrada con más amor y más locura.
Como ya sabés, por cualquier cosa, acá nos leemos. 😉😊💜Con mucho amor, Poly. 😘💜💜💜
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El Blog De Guerrero.
RandomSiempre fui buena para las palabras. Desde que aprendí a leer y fui atrapada por los maravillosos libros, ame y amo la palabras más que cualquier otra forma de expresión. ¿Te ha pasado alguna vez querer decir algo pero no saber exactamente cómo o d...