Te Perdono (I).

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¡Hola preciosa criatura del otro lado de la pantalla!

¡Hola preciosa criatura del otro lado de la pantalla!

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Estoy feliz de estar por estos lares... sí, sé que me he ausentado (otra vez), pero necesitaba un tiempo para pensar y organizar un poco mis ideas.

Como dije a principio de año, quiero darle nuevos giros a este espacio loco que creé un día pasada de copas... nah, es mentira, mi locura no necesita de sustancias para aparecer. 😂😂😊
Sin embargo, extraño esos tiempos en donde simplemente dejaba las palabras fluir y compartía con vos algo sobre mí misma y mi vida.
Sé que suena tonto, y tal vez un poco ingenuo, pero mi propósito con este blog siempre ha sido llegar a ser de ayuda al menos a una persona en el mundo... o al menos en el mundo de habla hispana, ja, ja.

Por ese motivo he venido hoy con la esperanza de que aún haya alguien por aquí y que tal vez, en su corazón diga, yo te entiendo. Y es que a veces, no necesitamos palabras dulces, de aliento o lo que sea, a veces solo necesitamos saber que alguien nos entiende, que alguien en algún lado comprende nuestro dolor.

Eso precisamente, significa para mí los libros, el saber que el escritor/a expuso justo lo que yo sentía y entonces tal vez, entiende lo que estoy pasando.
Sé que hay muchas adolecentes en esta plataforma, y muchos adolecentes, claro, como también adultos y jóvenes. Pero hoy, tal vez este tema nos ayude a todos, a cada edad y etapa. Tanto a hijos, como padres o hermanos. Todos siempre podemos aprender de los otros.

Hace muy poco, terminé de leer una maravillosa y conmovedora historia acá en Wattpad. Es parte de la trilogía "Lo que me quedó de ti" y me enamoré por completo de esta historia. Por supuesto, su autora, LunnaDF, no me decepcionó en ningún momento. Tal vez la conozcas, es la misma autora de "La chica de los colores" (eso sonó como a Troy Mccluer ¿no?). 

No pienso dar espoilers, ni mucho menos hacer una reseña, si quieren saber de qué trata, pues corré a ponerla en tu biblioteca privada.

Pero volviendo al punto, en esta maravillosa historia trata un tema que se ha usado de maneras erróneas en la literatura, pero que sigue siendo la realidad de muchas mujeres y hombres en el mundo. De hecho yo misma la he incluido en mis historias, por esta misma razón, para dar un mensaje positivo a otros.
Te estarás preguntando, ¿de qué rayos habla?
Pues te voy a contar, el tema que trata de forma tan respetuosa e inteligente, es sobre los trastornos alimenticios. Para ser más específicos, la bulimia.

Si no tenés idea de lo que estoy hablando, estos trastornos distorsionan la imagen propia de una persona y la obliga a través de impulsos obsesivos a bajar de peso de una manera insana y errática.
Podemos dividirlo en dos grandes grupos, la anorexia y la bulimia.
Estas tienen dos grandes diferencias, el dejar de alimentarse paulatinamente hasta llegar a un punto crítico, y la otra de "purgar" la comida ingerida antes de que el organismo la procese, respectivamente.

Hoy vengo a hablar de la primera.

En mi opinión, ambas son formas terribles de autodestruirse, pero la anorexia es algo que al vivirlo en carne propia, me es imposible no considerarlo más peligroso.
Así es amado lector, sufrí de este trastorno cuando era una adolescente.

Primero que nada, quiero decir que no considero que clínicamente una sea peor o más llevadera que la otra, solo es mi opinión basada en mi propia experiencia, no pretendo ofender a nadie.

Una vez comenté en el IG del blog (por cierto sígueme 😉), que mi apodo o la forma en la que la mayoría me llama es Flaca. Sí lo sé, se mataron pensando *inserte sarcasmo aquí*.
La razón es bastante obvia, ja, soy de contextura delgada y de ahí mi apodo.
Lo que poca gente sabe, es que mi contextura delgada no se debe solamente a mis genes, sino también a una terrible lucha que batallé por mucho tiempo.

Te voy a explicar el origen de todo.
Desde que tengo memoria siempre fui difícil a la hora de comer. Habían cosas que no me gustaban y siempre reaccionaba mal cuando comía algo que no era de mi agrado. Tengo el glotis sensible, lo que se traduce a que cualquier cosa que no me guste me produce arcadas y malestar.
Más allá de eso, crecí sabiendo que yo ya era así y que no había razón para preocuparme. Era una niña sana por lo que el tiempo pasó y se volvió algo normal mi peso. Hasta ahí todo bien supongo, nada del otro mundo.
El problema empezó al llegar la adolescencia, y quiero que entiendas algo, el tema no fue la adolescencia en si, no fue la presión social o sentirme inferior a mis compañeras de escuela o amigas. No fue nada de eso, de hecho me encantaba comer, porque sabía que mi metabolismo no me iba a hacer super engordar sino todo lo contrario.

Entonces, ¿qué pasó con esta chica feliz?

Bueno, si estás por acá hace un tiempo, sabés que cuando tenía quince años mi madre enfermó y estuvo muy, muy grave por casi un año.
Al principio no sabíamos qué pasaba, todo era confuso y aterrador. Era como vivir en un contante miedo a que algo malo pase. Al fin, después de muchos meses, le descubrieron un tumor alojado en una parte de su cabeza.
Entonces las cosas en casa no empezaron a ir bien que digamos, no somos gente muy adinerada, luchamos por mantenernos entre la clase media trabajadora, no me quejo, pero en ese tiempo la pasamos realmente mal económicamente hablando y en otros sentidos también.
Sin embargo, hoy puedo ver la mano de Dios incluso en esos difíciles momentos. Mi mamá asistía a una Iglesia y su Pastora la adoraba, por lo que cada vez que no teníamos para comer esa amable mujer de Dios nos ayudaba con mercadería y hasta dinero. Toda la Iglesia amaba a mi mamá y la ayudaba en lo que podía. Incluso hoy mi padre mantiene contacto con algunos hermanos de esa Iglesia, gente que nos apoyaron cuando más lo necesitamos.
Pero yo era apenas una niña, no entendía sobre esas cosas. Y lo peor, estaba enojada con Dios, enojada y herida porque no era justo que mi madre tuviera que pasa por eso.

¿Dónde estaba su amor? Si era tan poderoso, ¿por qué no la sanaba?

Eran cosas que no podía responder en ese tiempo, por la simple razón que no corta visión de las cosas me impedía ver todo mi alrededor o el panorama completo. Tampoco digo que sea muy amplia ahora, si hablamos de visión, pero los años me enseñaron mucho.
¡Y tampoco soy tan vieja, hey!

En fin, después de muchos meses donde casi fueron una tortura, mi madre se va a la presencia de Dios.
Me sentí desamparada y aunque ya hablé sobre ese tiempo en capítulos anteriores, fue algo horrible que no le deseo a nadie.

Fue ahí, amado lector, que mi guerra con la anorexia comenzó. Tengo que admitir que siempre fui propensa, siempre estuvo la posibilidad que la desarrollara por mi genética y demás, pero sé que fueron mis decisiones las que me llevaron a ese punto.

Una vez más, yo no creía que necesitaba bajar de peso por algo estético, no me veía gorda o algo parecido. No el problema era ese al mismo tiempo, es que yo no me veía.
Sí sé que suena raro, pero así lo defino.
La anorexia y la bulimia, como dije antes, son trastornos que distorsionan la manera en que nos vemos. Para algunos, no importa cuál sea el número en la balanza, se seguirán viendo más gordos de lo que están. No importa cuántas veces te digan que no lo estás, que te ves preocupante, que lo tuyo es serio y no es normal... en tu mente tu cuerpo se ve de una forma diferente a la real.

Si querés saber qué pasó, seguí con la lectura. 😊💜

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