Me encontraba ordenando un poco la "cocina", cuando escuché un silbido a mis espaldas. Me di la vuelta dispuesta a darle una paliza al baboso que fuera, cuando vi que se trataba de Minho.
–En vez de andar silbándome como si fuese un perro, ¿no podrías venir y ayudarme a ordenar éstos?–señalé enojada los platos.
–Primero... déjame sacarle una foto mental a tu bonito trasero y... ¡listo!–rodeé los ojos mientras volvía a mi tarea lavando los cubiertos.
Sentí como Minho se paraba detrás de mi y me abrazaba por la cintura, pegándose a mi espalda. Besó dulcemente mi mejilla.
–¿qué quieres que haga con los platos?–susurró en mi oído, a lo que sonreí.
–Ponlos en la alacena.–
–Oh, ya veo porqué necesitas mi ayuda... eres muy bajita para llegar ahí tú sola.–le di un codazo en el estómago.
–Adelante, búrlate una vez más de mi estatura y el próximo golpe irá a tus testículos.–solté mientras le tendía una pila de platos.
–Ya ya, prometo no volver a hacerlo.–
–Eso espero... Y para que sepas, esta noche dormirás solo.–
–¿qué? Vamos, eso es un golpe bajo.–lo miré enarcando una ceja–. ¡sólo bromeaba, sólo bromeaba! Mira, ya estoy guardando los platos.–sonrió nervioso mientras guardaba las cosas en la alacena.
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