shichi

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Min YoonGi

Abrí los ojos de golpe y mi respiración agitada me llenó de una abrumadora desesperación, pues una pesadilla me había atacado y yo sabía que pronto se convertiría en un ataque de pánico. Tanteé sobre el suelo en busca del preciado objeto, y cuando pude alcanzarlo, lo traje hacia mí y lo abracé con fuerza.

Mucha gente busca calmar sus nervios o sobrepasar sus crisis con diversas sustancias o actividades. Pero yo solamente necesitaba abrazar un estropeado peluche del personaje animado Snoopy. Y que, de una forma algo extraña, era importante para mí y me transmitía cierta paz.

Seis años atrás, entre los adornos enormes de diversas flores, canastas con frutas y muchos osos de felpa, ese peculiar personaje era lo más distintivo entre los regalos que recibí en el hospital. Y aún recuerdo el pequeño ramo de girasoles que estaba pegado con cinta en su espalda.

Suspiré y lo coloqué en su respectivo sitio. Me puse de pie y sentí el particular sonido de los toques en la puerta. Me congelé en mi sitio y observé cómo SooYun se adentraba en mi habitación, cargando su particular canasta y una bolsa con un contenido desconocido.

—¡Buenos días, MinMin! —exclamó muy animada.

Una extraña oleada de tristeza atravesó mi cuerpo, pues ese apodo aún me sonaba familiar y podía casi jurar haberlo escuchado antes. Y me frustraba no poder recordarlo o asociarlo con algo. Y en fondo sabía también, que me deba miedo recordar.

No sabía cómo reponderle, así que sólo me limité a hacer una ligera reverencia y me dirigí hacia el sillón. Abracé mis piernas y escondí la cara, sólo asomando mis ojos para poder observarla. Ella se sentó frente a mí y repitió el mismo proceso de siempre: sacar la comida de su canasta y servirla como si de un picnic se tratase.

Así lo ha estado haciendo durante ya tres semanas y media.

SooYun se veía como un ángel, uno que no estoy seguro aún si de verdad existe o es producto de mi imaginación.

Me aterraba pensar que podía tratarse de la segunda opción.

He vivido demasiado tiempo aislado y no he conocido mucha gente, pero puedo decir que ella tiene la sonrisa más dulce y tranquila que he presenciado.

Aún así, en mí todavía sigue creciendo esa pequeña preocupación de que todo sea una maldita farsa, algo planeado cuidadosamente por mi madre. Algo demasiado bueno en este momento, que fácilmente puede escaparse de mis manos como el agua o la arena.

Y con ese pensamiento instalado, fruncí el ceño y decidí no comer con ella.

Me alejé del sillón para dirigirme hacia mi piano. Me senté en la banqueta y suspiré, listo para desplazar con agilidad mis dedos sobre las blanquecinas teclas.

—YoonGi-ah —le escuché decir, por lo que detuve mi accionar —. Ven a comer —me pidió con cierta firmeza en su voz. Aún así sonó amable.

—N-no tengo hambre.

Aún después de todo este tiempo, no podía mantener mi voz estable ante ella. La miré por unos instantes, tenía los ojos entrecerrados y un reproche parecía aproximarse.

—¿Sigues creyendo que tu mamá me obliga a venir? —cuestionó, sonando algo dolida —. Imbécil... —murmuró.

—¿Eh? —mis ojos se clavaron en ella con incredulidad y comencé a sentir pánico.

¿Hice algo malo para recibir ese insulto?

Temí por un segundo haber arruinado mi naciente amistad con SooYun. Pero su ligera risa me indicó lo contrario.

ʜɪᴋɪᴋᴏᴍᴏʀɪ ; ᴍʏɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora