ʜɪᴋɪᴋᴏᴍᴏʀɪ ; ᴍʏɢ

ni-jû ni

Min YoonGi

Volver a considerar a alguien como un amigo era extraño... Pero con Jeon JungKook, se sentía como algo que valía la pena intentar. Su personalidad chispeante definitivamente lograba hacer cierto efecto en mí. No me sentía tan solo, ni tampoco tan desprotegido. Habíamos pasado algunos días teniendo charlas amenas y sin mucho contenido, nada más historias sobre la Clínica donde estábamos ambos, y tal vez, una que otra anécdota de su niñez. Pero yo no había dicho casi nada acerca de mí, y JungKook parecía creer que tampoco era necesario que él hablara demasiado sobre sí mismo. Sin embargo, y al cabo de unos días, decidí contarle un poco sobre mí, luego de armarme de valor y saltearme algunos detalles, ya que aún no estaba del todo cómodo abriéndome con los demás sobre mí mismo. Pero aún así, pude lograrlo bastante bien, y en mi cabeza sólo podía rondar la idea de lo feliz que se pondría SooYun al saber que había hablado sobre mi pasado casi en su totalidad con alguien más. En mi mente, podía escucharla decir que estaba orgullosa de mí. JungKook me aseguró que él me defendería de todos los que quisieran dañarme una vez que saliera de allí, y yo le prometí que no dejaría de visitarlo en nuestro punto de encuentro para tocarle canciones en el piano. Él se sintió conmovido al saber el impacto que SooYun tuvo en mi vida, incluso mencionó querer conocerla. Por alguna razón, eso me alivió. Quizás era más que obvio el porqué: alguien estaba creyendo en la existencia de SooYun, además de mí. Al fin de cuentas, necesitaba aferrarme a algo.

Luego de que yo hablara por un breve momento y descubriera que tenía a Jeon JungKook como guardaespaldas a partir de ese momento, él decidió contarme un poco sobre su vida: JungKook había sido diagnosticado hacía ya tres meses, luego de colapsar en su salón de clases por la fiebre, la fatiga y la pérdida de peso considerable. Sus padres decidieron que sería lo mejor que permaneciera en aquella Clínica para realizar su tratamiento, pero JungKook creía que ellos sólo intentaban deshacerse de él y de la responsabilidad de cuidarlo en su propia casa. Ellos no lo visitaban, y si lo hacían, era una visita sumamente incómoda y colmada de recelo. La enfermedad de JungKook había sido agravada por sus vicios con el cigarrillo (y tal vez hasta causada por ello), y sus padres se encargaban de recordarle que él era el culpable cada vez que se les presentaba la mísera oportunidad. Cuando le pregunté a JungKook sobre sus amigos del Instituto, pude ver una densa tristeza abarcando su semblante. Pronto, descubrí la razón...

—Ellos tampoco vienen a visitarme... Siempre insistía en que lo hicieran, hasta que se cansaron, supongo —desde su asiento situado a unos pocos metros de mí, con los pies posados relajadamente sobre una pila de libros improvisada, me observó con detenimiento y fumó con amargura —. La primera y única vez que vinieron los escuché murmurando en el pasillo fuera de mi habitación...

—¿Qué dijeron? —pregunté, curioso y sumamente atento a su relato. Los ojos de JungKook brillaron con una tristeza única.

—El "líder" del grupo se quejó de estar perdiéndose un importante partido por visitar a un moribundo —sonrió torcidamente, suspirando temblorosamente al final de la oración —. Me rehusé a creer que había escuchado eso correctamente. Entonces, luego de esa visita, quise verlos de nuevo. Pero después de tantos intentos... me dijeron que tenían cosas que hacer y jamás volvieron a visitarme.

Yo, con el ceño fruncido y estando sentado en la banqueta frente al piano, me sentí triste por JungKook. Era una situación tan injusta y eso sólo me hacía sentir un dolor extraño. A su vez, estaba frustrado conmigo mismo, porque ninguna palabra de aliento pudo salir de mí en ese momento. No sabía qué decirle, justo como el día en que me contó qué enfermedad tenía. No sabía si era lo correcto decirle que sus amigos me parecían malas personas, realmente no estaba seguro de hacerlo.