ʜɪᴋɪᴋᴏᴍᴏʀɪ ; ᴍʏɢ

ni-jû kyû

Min YoonGi

El viernes iba haciendo presencia poco a poco en la escena. Era el día seleccionado para el plan que debía ser llevado a cabo por sólo cuatro personas. Dos dentro de la Clínica, dos fuera de ella. El objetivo estaba claro y todo indicaba que saldría perfecto y sin demasiados inconvenientes en lo que decidimos acordar. Aún así, desde mi habitación, no podía dejar de sentirme inquieto, como si algo dentro de mí me dijera que lo mejor era esperar un poco y prepararnos con mayor cautela. Sin embargo, no tenía una forma concreta de describir tal sentimiento de angustia, o al menos, no era justificable que se detuviese lo planeado por un mal presentimiento mío. Era cierto que deseaba salir de allí lo antes posible, y tal vez, aquél deseo me frenó de seguir teniendo pensamientos paranoicos.

Di vueltas en mi habitación por varios minutos, examinando todo sin un propósito real. Simplemente estaba nervioso, y a la espera de JungKook, porque sabía que lo necesitaba para calmar mis alborotadas preocupaciones. Pocos minutos transcurrieron, hasta que sentí el golpeteo en la puerta que me anunciaba la llegada de alguien. La abrí lo más rápido posible, sólo para desilusionarme al ver quién estaba detrás de dicha puerta: era mi doctor, listo para hacerme el chequeo matutino.

─Te ves bien hoy, YoonGi ─comentó él, en un tono amable. Por suerte, la madre de SooYun no vino a verme desde el día en que supe quién era en verdad. De haberla visto, mis nervios aumentarían al máximo. El doctor se abrió paso con una de las enfermeras, quien cargaba en una bandeja distintos elementos para examinarme. No hizo falta que me indicaran nada más. En silencio, me senté en el borde de la cama y extendí sin chistar mi brazo, listo para que ella calculara mi presión arterial. El doctor observó una planilla, y luego de unos segundos, su mirada se dirigió hacia mí ─. Estás yendo bien con el tratamiento. Comenzarás con otras terapias en breve ─me informó, recibiendo un asentimiento con la cabeza por mi parte. No estaba demasiado entusiasmado con aquellas terapias, porque el simple hecho de pensar que eran dictadas por la madre de SooYun me daba escalofríos. Aún así, estaba dispuesto a soportarlo si con eso lograba engañarla.

El doctor se despidió de mí y abandonó la habitación junto a la enfermera, luego de asegurarse que todo estaba en orden conmigo. Ni bien cruzaron la puerta, observé con una sonrisa cómo se asomó la figura de JungKook por el umbral. Sus ojos se encontraron con los míos y, tan pronto como me vio, extendió su brazo para enseñarme una bolsa llena de snacks, mientras sonreía con ánimo hasta que sus ojos desaparecían.

─¡Buenos días, YoonGi hyung! ─exclamó, alegre. Ingresó rápidamente, aterrizando con fuerza sobre el colchón de mi cama. No pude evitar reír un poco. Aún cuando la ansiedad me torturaba por dentro, JungKook lograba disiparla sin problema. Realmente, sin él, no sería capaz de soportar una situación por mi cuenta en la soledad de un lugar en el que ya no me sentía seguro ─. Quería desayunar contigo, así que traje todo lo que pude. Hoy estoy hambriento, ¿tú no?

─Sí... Gracias por venir, JungKook-ah ─le sonreí, amable y conmovido con su gesto.

Aquella mañana fue divertida y tranquila. JungKook comió con muchas ganas, mientras yo lo observaba y reía por su cara manchada o sus mejillas llenas de comida. Era como un niño pequeño. Por un momento, riendo y comiendo junto a él, sentí que no debía preocuparme por nada de lo que vendría al día siguiente. JungKook se había encargado fácilmente de lo solicitado por SooYun, al igual que yo también había colaborado con mis tratamientos. Era menos regañado y pretendía que no me importaba la mención de SooYun cada vez que la psiquiatra ayudante me lo preguntaba. Desde nuestro encuentro secreto en el jardín, no había visto a la madre de SooYun, y tal vez, eso me tranquilizaba más de la cuenta. Una parte de mí esperaba con ansias que ella creyera que su lavado de cerebro estaba funcionando conmigo, y que llevaba la delantera en toda la situación.