san-jû go

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Kim SooYun

─Te espero aquí, SooYunie.

Asentí y sonreí con gratitud cuando SeokJin pronunció aquellas palabras con tanta cortesía, aparcando su auto en el estacionamiento de la Clínica. Podía decirse que SeokJin se convirtió en un verdadero pilar durante todo el tiempo que el mundo me enseñó su lado más complicado. Cuidó de mí todos los días difíciles que estuve lejos de YoonGi, consolándome e intentando que la culpabilidad que sentía por lo ocurrido, y la enorme tristeza en mi interior, no destruyeran mi espíritu. Primeramente, me resultaba incómodo, obviamente por sus declaraciones amorosas hacia mí durante aquél proceso. Sin embargo, y con el tiempo, aprendí que él realmente no intentaba inquietarme con ese asunto, y era yo quien me hacía un manojo de nervios por mi cuenta. SeokJin me ayudó con un genuino cariño y un sentimiento puro de amistad, como me lo había prometido, sin insinuarse por completo.

Bajé del auto y contemplé la entrada por un momento, con dos momentos cruciales viniendo a mi mente como atesoradas memorias. Recordé las noches que acompañé a la Señorita Han, manteniéndome afuera del establecimiento por temor a ser descubierta. Luego, recordé también el día en que la enfermera Kang me entregó los papeles que hicieron posible que estuviese de pie con tanta seguridad allí, y que me daban la oportunidad de ver a YoonGi dado de alta. Finalmente, suspiré y caminé en dirección a las grandes puertas que me permitirían ingresar. Crucé la recepción sin ningún inconveniente, saludando a los trabajadores de allí, para luego me dirigirme hacia la sala de espera. Sólo habían algunas personas en ésta, además de algunos enfermeros, una doctora y el resto del personal. El ajetreo comprensible de un día en la Clínica podía verse con claridad. Aún cuando simplemente estaba de pie allí, esperando por mi novio mientras me consumía la ansiedad y la alegría, sentía que por fin era libre.

Ya no era rehén de una mujer que, excusándose en nuestro lazo sanguíneo, decidía arruinar mi salud mental y física como si fuese su juguete, porque pensaba que me hacía un favor y que estaba en su derecho. Ya no existía aquella Kim SooYun que temblaba de miedo ante las amenazas de esa mujer y se rebajaba a ser un títere. Ahora solamente, y después de tantos años, nacía una versión de mí misma que no quería agachar la cabeza y complacer a los demás, arriesgando mi propio bienestar en ese proceso. Le había hablado a YoonGi sobre la valentía en su interior, pero jamás encontré la mía, hasta ese preciso momento. Estaba segura de que él creía que mi valor para enfrentarme a todos los inconvenientes que intentaron separarnos, surgieron por mi cuenta. Pero, a decir verdad, yo era quien estaba aprendiendo de él. Era cierto que nos inspirábamos mutuamente a romper nuestras barreras, pero YoonGi no tenía la más mínima idea de que yo lo admiraba, y buscaba ser alguien mejor basándome en él. Quería ser una persona que, a pesar de todo el horror de un mundo que a veces llega a ser demasiado cruel, puede entregar sentimientos puros y gentiles a los demás. Ante mis ojos, Min YoonGi era digno de admiración.

De repente, sentí la mirada penetrante de alguien posándose sobre mi persona. Y, en efecto, a unos pocos metros y charlando con un grupo de médicos y enfermeras, estaba mi madre. Su expresión era gélida y sin alma, acompañando a su rígido cuerpo. Obviamente, ella no deseaba enseñar debilidad o cualquier emoción que diese a entender arrepentimiento, cariño, compasión... Ni siquiera estaba segura de que pudiese llorar por lo que sucedió entre nosotras dos; si le dolió el sufrimiento que YoonGi atravesó por su culpa; si yo, aún después de todo, le seguía importando... Quizás, ya no era nadie en su vida y debía asumir eso como un hecho. Yo misma había dicho que no deseaba seguir viéndola o, al menos, seguir manteniendo aquella relación tan asfixiante. Sin embargo, ¿por qué me mantuve de pie allí, con un nudo en la garganta y la visión obstaculizada por unas próximas lágrimas, observándola con el anhelo de recibir algo más que esa indiferencia tan cruda?

ʜɪᴋɪᴋᴏᴍᴏʀɪ ; ᴍʏɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora