jû go

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Min YoonGi

Nunca supe cómo leer señales de los demás. Una persona con sus acciones o gestos da mensajes indirectos o muy directos pero, indiferentemente de cuál sea, yo no lograba captar nada. A veces, incluso eso me hacía sentir inútil. Ya lo tomaba como una habilidad que no poseía, producto de mi aislamiento social. Deseaba poder entender a SooYun. Ella estaba, por alguna razón que yo desconocía, enviándome un mensaje con aquellos grandes y brillantes ojos. Entonces otra vez, y como siempre, me odiaba por no saber cómo entenderla. Los días que solían pasar rápido, ahora transcurrían lentos y confusos. ¿Era mi culpa que así fuera? SooYun no me sonreía como antes, no hablaba tanto como solía hacerlo, y su mirada hacia mí era distinta. Me observaba con cautela y muy atenta, como si en mis facciones encontrara alguna respuesta a su enigma interno. Y yo, que la consideraba mi píldora de la felicidad, estaba confundido y preocupado. ¿Ella estaba bien?

Cuando SooYun solucionó el problema con sus padres, decidió regresar a su casa. Y entonces todo comenzó a torcerse y a tornarse confuso...

SooYun, de repente, dejó de venir.

Yo no lo entendí los primeros días, pero ya cumplida una semana, comencé a captarlo todo; SooYun se había cansado de lidiar conmigo y mi trastorno. Y yo, por supuesto, no podía enojarme por ello. Sin embargo, no podía negar que darme cuenta de aquello comenzaba a destrozarme lentamente. Dejar de verla equivalía a decaer otra vez en mis malos hábitos y en un estado emocional que había dejado en el pasado. Sabía que la dependencia era dañina, pero no podía evitarla. SooYun me había ayudado a florecer como los girasoles que poco a poco iban marchitándose en mi repisa, y así yo estaba comenzando a hacerlo también.

Buscaba a cada minuto del día una razón específica para que ella dejara de venir a verme. ¿Había sido porque no quise decirle quién soy en verdad? ¿Y si lo había descubierto por sí sola y ahora ya no quería estar conmigo por ello? El hecho de que aquello pudiese ser afirmativo me estaba torturando internamente con cada momento que pasaba. Y ahora, sentado en el pequeño sofá de mi habitación mientras abrazo mis rodillas y lucho para no llorar, siento que tal vez todo eso puede llegar a ser cierto.

La puerta de mi habitación se abrió sin previo aviso y la figura de mi madre apareció detrás de ésta. Desvié la mirada de su persona al notar que traía una bandeja llena de una variedad increíble de alimentos, todos ellos siendo de mis favoritos. Pero aún así, el incentivo visual a comer como un famélico, no lograba hacer efecto en mí. Había perdido el apetito y me dedicaba a consumir mis dudas y ansiedad día tras día. Me había acostumbrado a tener la compañía de SooYun a la hora de mis comidas y ahora, sin ella, sentía que cometía algún tipo de traición si ingería algún bocado. Sumado a eso, mi estado anímico no ayudaba a la situación.

—Hijo, por favor, tienes que comer —imploró ella. Se hincó de rodillas frente a mí y me extendió la bandeja con una mirada suplicante —. No me hagas esto, YoonGi...

Capturé mi reseco labio inferior entre mis dientes y soporté el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta.

—Vas a enfermarte, vas a hacerte daño... Debes comer.

Me negué a contestar a su solicitud. Levantando apenas la vista para mirarla, pude notar sus ojos bañados en lágrimas y las notorias ojeras que se asemejaban a las mías en cierto punto.

—¡Min YoonGi, obedece a tu madre! —exclamó, explosiva y ya sobrepasada de la situación.

Mi corazón comenzó a acelerarse ante la presión que ejercían sus palabras sobre mi ser. Sabía que estaba lastimándola pero eso no me estaba importando. Sin pensarlo, casi sin controlar mis acciones y sin ser dueño de mis palabras por un momento, di un manotazo a la bandeja frente a mí, ocasionando que la comida volara por todos lados y manchara todo a su paso.

ʜɪᴋɪᴋᴏᴍᴏʀɪ ; ᴍʏɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora