Capitulo 30

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 - Esta empeorando.- El anciano suspiró.

 - Pero debe haber una solución,- El padre insistió mientras la madre sollozaba.- ¿No?.

 - Me temo que no,- La mujer sollozaba silenciosamente.- Pero, en cuanto al joven...

 El pequeño se encontraba observando con temor como su madre sollozaba cubriendo su rostro, se preguntó quien sería aquel anciano, canoso y jorobado. Lagrimas amenazaron con salir, temía por su hermana, pues el no quiso hacerle ningún daño. 

 - ¿Eh? ¿Que haces espiando?.- Christopher cerró la puerta y lo miró.- Sabes que es malo.- Dijo tocando la nariz del pequeño.

 - Lo se, pero quiero saber como está Am.- Chris sonrió con tristeza y tomo su mano.

 - Oye, quiero mostrarte algo peque.- Eiden abrió sus ojos con emoción.

 - Sí.- Dió pequeños brinco de emoción.- Vamos, muéstrame.

 - Esta bien, pero.- Puso un dedo en su boca.- Es un secreto,- Murmuró.- Tienes que prometer no decirle a nadie.

 - Lo prometo.- Respondió el pequeño.

 - Entonces vamos.

 Ambos niños salieron corriendo del castillo, Chris verificó que nadie lo haya visto salir, tomo la mano de su hermano menor y ambos entraron al bosque. El frío aumentó, humo salia de sus bocas y comenzaron a titiritar. Eiden se detuvo en seco frente a un enorme lago cubierto de hielo, quedo fascinado, soltó la mano de Chris y corrió hasta el, se arrodilló y toco el hielo con sus pequeñas manos.

 Elevó la vista, observó con asombro como su hermano danzaba sobre el hielo, quiso hacerlo pero no pudo, se levanto y observó patinar a su hermano mayor. Chris se detuvo frente a el y tomo su mano, lo ayudó a entrar, Eiden temblaba de miedo.

 - Tranquilo, aquí estaré yo.- Eiden se sostuvo de su brazo.

 Ambos patinaron juntos, Chris soltó a su hermano para que él aprendiera por su cuenta, el pequeño vaciló, pero movió sus piernas, comenzó a desplazarse lentamente por el hielo. Su hermano mayor lo observó desde lejos, notó que su cabello blanco ya no era tan brillante y sus ojos no transmitan la misma alegría.

 Eiden cayó al suelo de rodillas, su hermano se acercó y tomo su mano ayudando a levantarse.

 - El chiste de aprender es que si caes vuelves a levantarte,- Lo soltó.- Aunque sepas que volverás a caer.

 Las horas pasaron como minutos, ya la luna amenazaba con salir, tan solo quedaban unos rayos de sol. Los dos hermanos salieron del lago, corrieron hasta el castillo. El primero en entrar fue Eiden que no borraba la sonrisa de su rostro. Luego entró Christopher cerrando la gran puerta detrás de él.

 - Christopher Daniel Chavannel Blackwood.- La voz del rey resonó en toda la habitación.- ¿En que diablos pensabas?.

 - Yo, solo.- El pequeño bajo el rostro.- Quería ayudar.- Murmuró.

 -  ¡¿Que fue lo que te dije?!.- A su lado, la madre sollozaba mirando con tristeza a Chris.- ¡Tenias que hacerme caso!.

 - ¡No!.- Eiden respondió.- No es su culpa, yo quise...

 - ¡Eiden tu iras a tu cuarto!.- Ordenó.- Y por desobedecer Christopher no saldrás mas de este castillo!.

 - Pero no fue su cul...

 - ¡Suficiente!.- Gritó con furia.- Christopher aquí.

 El pequeño fue y se detuvo a un lado de su padre, Eiden no se movió, no obedeció a su padre. Lagrimas comenzaron a salir, eran de color carmesí, su madre al verlo cerró sus ojos con dolor. 

 - ¡Quiero ver a Amber!.- Ordenó el pequeño.- ¡Quiero ver la ahora!.

 - ¡No vas a verla!.- Grito el padre enojado.- Ve a tu habitación.

 - Por favor peque,- Pidió Chris sollozando.- Haz caso.

- ¡Esta muerta!, ¡Esta muerta!.- Gritó Chris cayendo al suelo.- Tu la mataste.- Dijo entre jadeos.

 - ¡No!.- Sus ojos se tornaron rojos, su cabello cambio de color a negro.- ¡Quiero verla!.

 El castillo tembló, el suelo alrededor del pequeño comenzó a deteriorarse , el pequeño cayó de rodillas. El padre tomo a Chirs y a su reina alejándolos del la oscuridad que se aproximaba a ellos.

 - ¡Guardias!.- Dos hombres salieron de los pasillos.- ¡Llevenselo al calabozo!.

 - ¡No papá!.- Chris intento acercarse a su hermano.- ¡Por favor!.- Su padre lo detuvo.

 - ¡No lo siento!.- El pequeño Eiden intentó zafarse del agarre de los guardias.- ¡Perdóname papá!. ¡No no volveré a hacer!.

 - ¡Es tú hijo!.- Chris miró a su padre con enojo.

 - El no es mi hijo.- Observó como los guardias desaparecían por el pasillo con el niño.- Es un mounstro.

 - Lo siento.- Murmuro el pequeño antes de cerrar sus ojos. 



CELESTINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora