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Sofía

Desperté sintiendo el ruido de la alarma de mi celular, como todos los días, sonaba a las 6:30 am. Me levanté lo más rápido que pude, sabiendo que si me quedaba un minuto más en la cama seguramente me quedaría dormida y no podía faltar a la facultad porque perdería muchísimo estudio. Fui hasta el baño para hacer mi rutina diaria; cepillarme los dientes, peinarme y hacer mis necesidades, lo normal.

Al salir del baño, busqué el pantalón que usaba los días de semana y una remera bordo mangas largas. Me senté en la cama para ponerme las zapatillas, atandome los cordones y pensando en lo agotador que sería mi día. Busqué mi mochila, asegurandome de que todos los libros y útiles estuvieran ahí, para después colgarme la misma en los hombros y salir de mi cuarto, rumbo a la cocina.

— Buenos días, mi sol. —saludó mi mamá sonriendo.
— Buenos días ma. —respondí apoyandome en la barra de la cocina.

En la barra de la cocina mi mamá había dejado una taza de té, por más que le dijera que no desayunaria, ella se negaba a que yo fuera a la facultad sin ingerir algo. Obviamente no solamente tomé el té, lo acompañé con unas masitas que mamá había comprado unos minutos antes e intenté comer lo más rápido que pude.

— Chau ma, ya me voy. —grité yendo hasta el living de la casa.
— ¡Chau hija, cuidate! —dijo de la misma forma desde la cocina.

Agarré la campera que había dejado antes en el sillón y me la puse, para después salir de mi casa. Lo primero que vi cuando salí fue a mi papá, estaba llegando en su auto y estacionó  enfrente de nuestra casa, sin apagar el motor.

— ¿Te llevo? —preguntó cuando bajó la ventanilla y yo me acerqué.
— No pa, está bien. Justo me iba para la parada. —respondí apurada.
— ¿Segura? —insistió.
— Segura. —respondí riendo.

Él apagó el motor de auto y se bajó del mismo, despidiéndose de mi con un beso en la mejilla. Cuando vi que entró a casa tosiendo, comencé a caminar rumbo a la parada del colectivo que estaba en la otra esquina. Tardé menos de tres minutos en llegar a la parada y vi que no había mucha gente, solo una chica que parecía que también estudiaba y una señora de unos cuarenta y pico de años. Estaba oscuro, el frío me congelaba las manos y me entraba un chiflete por el cuello del abrigo, fue ahí cuando me di cuenta de que me había olvidado la bufanda. Pero ya era demasiado tarde, el colectivo estaba llegando.

Cuando aquel enorme vehículo paró, esperé que subieran las personas que habían estado esperando desde antes y después me subí, pasando la tarjeta del boleto educativo. Era temprano y en esa línea no frecuentaban alumnos de secundaria o algo así, por lo que habían varios asientos disponibles y me senté en lo más al fondo posible porque después si se llenaría el colectivo.

Busqué mis auriculares en mi mochila para después conectarlos a mi celular y dejar que sonará "False Alarm" de The Weeknd mientras miraba las historias de Instagram. Como casi todas las mañanas, me topé con una foto de Messi y le saqué captura para guardarla. Mientras la música me inhabilitaba el escuchar lo que pasaba en el colectivo, algunas personas se me quedaban mirando y yo trataba de ignorar sus miradas.

Iba en el asiento derecho del lado de la ventanilla cuando una señora se sentó a mi lado, por lo que bajé un poco el volumen de la música y le sonreí a la señora que me miraba con simpatía. En todo el viaje lo único que hice fue mirar por la ventanilla los autos estar más bajos que yo y ver el sol saliendo poco a poco.

Después de una media hora aproximadamente, tuve que pasar por encima de la señora que se había sentado a mi lado, para poder bajar del colectivo en la parada indicada. Cuando bajé me encontré con mi hermosa y amada UNC, la única forma que yo dejará de ser virgen era yendo a la facultad de psicología y permitir que las materias me hicieran sufrir hasta dolerme el culo.

Estando ahí vi a muchísimas personas afuera charlando entre ellas, muy a lo lejos vi a mis compañeras/amigas con cara de dormidas y una vez que estuve cerca de ellas, las asusté provocando que soltaran un grito. No hace falta decir que todos se dieron vuelta para mirarnos, no había pensado en eso cuando se me ocurrió la idea de espantar a mis amigas.

— ¿Qué onda, nena? —dijo Ana, una de mis amigas.
— Todo bien, aunque casi terminó en otra provincia por culpa de una señora que no me dejaba pasar para bajar. —respondí haciéndola reir, al igual que Estefanía.
— Lo de todos los días entonces. —dijo Ana.
— Exacto. —dije suspirando.

Unos minutos más tarde entramos las tres juntas, yendo a nuestra sala de estudio y sentandonos como todos los días; una al lado de la otra. El aula se empezó a llenar después de que nosotras entraramos, por lo que había bastante bulla y aprovechamos para hablar antes de que llegará el profesor.

— Ay chicas, no saben.  —habló Dolores, una de mis amigas.
— ¿Qué pasa? —preguntamos con Estefanía.
— Vuelve mi tío de Italia y estoy re feliz, hace muchísimo que no lo veo. —comentó emocionada.
— Que lindo, ojalá te traiga algo de allá. —dije con simpatía y ella asintió contenta.

Dejamos de hablar porque el profesor entró de repente con esa cara de.. contento por vernos. Dejó su portafolios sobre el escritorio y se paró enfrente de nosotros, salundandonos tal como lo hacía siempre que lo veíamos. El saludo fue lo único que pude entender, en toda la clase mi cabeza no podía dejar de pensar en la probabilidad que había de que su tío fuera la persona que yo pensaba que era. Intenté hacerme creer que no era así y comencé a prestarle atención al profesor.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora