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Paulo

"Si la mano es dura, juntos repararemos tu corazón"

Después de haber estado ausente en casa, decidí salir en un viaje de mini vacaciones con Sofía y llevarla a conocer Montecarlo. Llegamos a aquel lugar después de casi tres horas de viaje en auto, el culo nos dolía pero no tanto como para perder la tarde en la que podíamos estar en la piscina bajo el sol.

No puedo mentir, a mi me encantaba que Sofía se sintiera bien con su cuerpo pero me molestaba tener que lidiar con las miradas asquerosas por parte de los demás hombres que estaban ahí. Aunque tampoco podía quejarme, era consciente de que en algún momento de mi vida yo hacía lo mismo.

Había cargado a Sofía en mis brazos, por lo que sus piernas rodeaban mi cintura y sus brazos mantenían firmes sobre mis hombros para no caernos.
Ahí, en el rayo del sol y un calor insoportable, quise ir a buscar algo para tomar.

— Ya vengo, no me extrañes mucho. —murmuré soltando sus piernas lentamente.
— ¿A dónde vas? —preguntó mirandome mientras se acomodaba un poco el pelo.
— Voy a buscar algo para tomar ¿Querés un jugo? —pregunté, a lo que ella asintió.

Le di un beso en los labios para después salir de la piscina, sintiendo el aire fresco contra mi piel mojada y provocando un leve tiriteo. Completamente mojado, caminé con cuidado hasta llegar a la barra de exteriores del hotel y le pedí dos jugos de naranja al chico que estaba ahí.

Una rubia se paró a mi lado y segundos después escuché cómo la misma hablaba con otra chica, hablando de mi bajito para que no lo escuchará. Claramente llegué a escuchar lo que hablaban y me giré en mi lugar para mirarlas sonriendo.

— Ciao Paulo. —saludó la rubia con una sonrisa.
— Ciao signorina. —respondí.
— Possiamo fare una foto con te? —preguntó pidiéndome una foto.
— Perché no? —dije sonriendole.

Caminó hasta pararse a mi lado, por lo que yo la abracé por los hombros y miré directo a la cámara del celular de la amiga que ella tenía en frente, sintiendo como el sol quemaba en mis ojos. Segundos más tarde ella me lo agradeció y se fue con la otra chica riendo, lo que me hizo sentir mejor.

Ya con los jugos en mano volví hasta dónde estabamos con Sofía pero a diferencia de antes, ella estaba recostada boca abajo en la reposera y tenía una toalla que cubría su cabeza del sol.

— Amor. —murmuré, a lo que ella se movió lentamente hasta mirarme.
— Ciao Paulo. —dijo ella con voz de ñoña, haciéndome reír.
— ¿Las escuchaste? —pregunté sorprendido.
— Y sí. —respondió.

Le di su vaso con jugo y ella se sentó como indio en la reposera, pero segundos después se puso una toalla sobre las piernas al sentirse incómoda, su cara lo reflejó.

El sol poco a poco se iba escondiendo y teníamos un atardecer hermoso frente a nuestros ojos, por lo que nos quedamos ahí un buen rato. Cuando quisimos ir al interior del hotel, Sofía se vistió poniéndose nuevamente el short con el que había llegado y se colgó la mochila en sus hombros. Sorpresivamente la cargué en mis brazos haciéndola reír y así fue como fuimos juntos hasta el lobby del hotel.

Subimos hasta nuestro piso en el ascensor y ambos quisimos bañarnos, estaba claro que ninguno de los dos soportaba estar con el cloro encima por mucho tiempo. No solíamos bañarnos juntos, pero esta vez fue la excepción y compartimos ducha sin ningún problema.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora