011

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Paulo

Me sorprendí cuando una semana después Sofía me invitó a su cumpleaños, por lo que tenía entendido su papá no iba a estar en su casa e iba a hacer algo así como una "joda". De todas formas su mamá si iba a estar pero a la vez no, es decir, no molestaría.

Me vestí después de haberme bañado, poniendome un pantalón de jean oscuro, una camisa negra con pintitas blancas y unas zapatillas negras también. Me peiné como pude y me perfumé frente al espejo que estaba en el cuarto de Lautaro.

— Tío.. —habló desde la puerta el anteriormente nombrado.
— ¿Qué? —pregunté mirándolo y sabiendo que me pediría algo.
— ¿No tenés alguna camisa que me prestes? —preguntó sonriendo y juntando sus manos.
— Fijate ahí en la valija, no hagas quilombo. —respondí dandome la vuelta para seguir perfumandome.

Por el espejo podía ver como tiraba mi ropa encima de la cama, buscando y buscando una camisa que le gustará. Lo gracioso era que yo no solía usar camisas, era más de las remeras simples y eso. Es más, hasta algunas seguidoras siempre me comentaban en las fotos que repetía las remeras.

Cuando ya estabamos listos los dos, salimos del cuarto y fuimos hasta la cocina encontrandonos con Dolores. La mimada de la familia estaba sentada intentando prenderse el calzado mientras le mandaba un audio a alguien, supuse que era a Sofía por lo que le decía.

— ¿Estás lista? —pregunté parandome al lado de ella.
— Si si. —respondió levantándose de la silla y agarró la cartera que colgaba de la silla.
— Bueno, vamos.

Miré la hora en el reloj que tenía en la muñeca y habían pasado treinta minutos de la medianoche. Salimos de la casa tratando de no hacer mucho ruido porque nuestras madres estaban durmiendo y cerramos la puerta con llave como ellas nos habían pedido que lo hicieramos, llave que Dolores guardó en su cartera después. No sé si ya lo había dicho pero, la casa de Sofía estaba enfrente de la de mis sobrinos y eso era bastante bueno.

No se escuchaba música cuando llegamos, por lo que supuse que habíamos llegado un poco temprano. Sofía abrió la puerta después de que nosotros tocaramos el timbre, acercándose para saludarnos y dejarnos pasar. Su mamá estaba en la cocina y al escuchar ruido en la entrada de la casa, nos miró sonriendo y se acercó. Nos saludó y nos dijo que nos pusieramos cómodos.

— ¿Cuántos años? —preguntó Lautaro sentándose en el sillón con nosotros.
— Eso no se pregunta, pajero. —dije retandolo y dandole un manotazo en el hombro, haciendo reír a Sofía.
— Lo dejo a tu criterio. —respondió la castaña sonriendo.

Estuvimos unos cuantos minutos en el living de la casa sentados en el sillón hasta que empezó a caer más gente a la casa y el ambiente cambió. Luces apagadas, minas por todos y la música a todo volumen. Cuando me dio sed le pregunté a Sofía dónde podía preparar algo y ella me llevó hasta la cocina de la mano, cruzando el tumulto de gente.

— ¿Vas a querer hielo? —preguntó abriendo el frizzer mientras yo preparaba una jarra de fernet.
— Que pregunta, Sofía. —respondí con obviedad.

Preparé el fernet mientras escuchaba a Lautaro intentando darme indicaciones de cómo hacerlo correctamente y obviamente no le di bola. Le metí los cubitos de hielo que me dio la cumpleañera y le di un trago, aprobandolo y levantando el pulgar.

Salí con Lautaro de la cocina bailando al ritmo de la música mientras le daba un par de tragos a la jarra, no la quería compartir y eso lo hacía enojar. En el camino una rubia se me cruzó, me empezó a bailar y aunque yo no era de seguir esas boludeces, el fernet me hacía convertido en tremendo tarado. Con una mano agarraba la jarra y la otra la tenía en la cintura de la mina. No estuve mucho tiempo con ella porque al parecer me reconoció y por eso me estaba provocando, una jugada demasiado peligrosa para mi. Si Antonella se enteraba de eso me iba a cortar los huevos y los usaría de bufanda.

Estaba con Lautaro escuchando las babosadas que decía hasta que vi a Sofía bailar con un pibe, ella no parecía muy cómoda y él estaba demasiado cerca. Me acerqué hasta ellos cuando vi que ella intentaba alejarlo y el tarado no se iba.

— ¿Qué pasa? —pregunté con seriedad y Sofía se paró a mi lado.
— Nada, estamos bailando. —respondió el flaco, borracho de más.
— Volá de acá. —dije moviendo mi cabeza y mirándolo desafiante.

Gracias a Dios se fue y no tuve que fajarlo a piñas. Sofía me miró sonriendo y volvió a bailar como si nada enfrente mío, le pasé la jarra y ella no pensó ni dos veces antes de mandarse un trago de aquella bebida.
Minutos más tarde estabamos bailando con Lautaro y Dolores, mi sobrina estaba en un pedo increíble. Sofía parecía estar siguiendo sus pasos.

— ¡Paulooooo! —gritó Sofía riendo mientras apoyaba sus brazos en mis hombros.
— Te escuchó, tarada. —respondí riendo.

"Te felicito" de La Barra sonaba a todo volumen. No pude contenerme y le agarré la mano a Sofía, quién se sorprendió un poco cuando empecé a bailar con ella mientras le daba un trago a la jarra que tenía Lautaro, la mía ya se había vaciado.

Con los primeros botones de mi camisa desprendida y el pelo hecho un desastre, la hice girar y quedó de espaldas a mi. Las ganas de dejarle un beso en el hombro me estaban matando pero lo evité, me sentí cómo un drogadicto en abstinencia.

— ¡Mi primer gran amor, fue mi todoooo! —"canté" a los gritos haciéndola reír.
— Te la dedico hijo de putaaaa. —gritó fuera de si misma, lo que me hizo negar mientras reía.

No me acordaba de lo bien que bailaba Sofía, el plus de eso era que me mataba la forma en la que estaba vestida. Un short negro bastante ajustado, un top color crema y unos zapatos negros que la dejaban casi a mi altura. Uno de mis brazos pasaban por su cintura pegando su espalda a mi pecho y ella se movía de un lado para el otro sin cansancio.

Me había quedado sin nada en la jarra, por lo que empecé a caminar entre la gente y sentí que alguien me tocaba, nuevamente Sofía me había agarrado de la mano y caminaba como podía atrás mío. Cuando llegamos a la cocina yo me puse a preparar otra jarra de fernet y justo estaba mi ex suegra ahí, traté de actuar normal pero su hija estaba pegada a mi cintura.

En un momento la mamá de Sofía salió de cocina, creo que oliendo que tenía que dejarnos solo y su hija se acercó a mi cuello.

— Que rico olor. —dijo con la voz ronca por el alcohol.
— Gracias. —respondí girandome para mirarla.

No sé como pasó pero en un segundo ella estaba apoyada en la mesada de la cocina y yo con mi frente apoyada en la suya.

— Dame un beso. —dijo mirandome y poniendo sus manos en mi nuca.
— No.. estás en pedo y mañana me vas a odiar. —respondí controlandome mientras mis manos estaban en su cintura.
— ¡Llegó la más pijuda! —gritó alguien entrando a la cocina.

Me quise separar de Sofía lo más rápido posible, pero Dolores ya nos había visto y estaba mirandonos con la boca abierta.

"¿Están apretando?"

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora