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Sofía
Turín, Italia

Escuché cómo alguien tocaba el timbre de mi casa y fue inevitable gritar el típico "¡Ya voy, Exequiel!" antes de ir hasta la puerta. Al abrir la misma me encontré con Paulo, quién tenía puesta una gorra y unos lentes de sol. Lo dejé pasar mientras reía al verlo caminar con cierta timidez.

Nos sentamos en el sillón y esperé a que hablará, ya que había sido él quién quiso dialogar.

— Mi sei mancata molto {Te extrañé mucho} —confesó.
— Anche tu mi sei mancato molto {También te extrañé mucho} —respondí con sinceridad haciéndolo sonreír.

Nos quedamos unos cuantos segundos en silencio hasta que yo me quejé y me llevé la palma de la mano a mi frente, sintiendo un dolor de cabeza increíble.

— ¿Qué te pasa? —preguntó con seriedad, sacandose los lentes.
— Me duele un poco la cabeza. —respondí.
— ¡Estás hirviendo! —dijo después de tocar mi frente.— Trae el termómetro.

Con un poco de pereza y dolor de cabeza, me levanté del sillón para ir en busca del termómetro. Como si fuera un bebé, Paulo me obligó a levantar el brazo, dejar aquel termómetro en mi axila para después bajar mi brazo.

Creo que no hacía falta el termómetro, puesto que me apoyé en el hombro de Paulo sintiendome cansada y sin siquiera acordarme de lo que él había hecho hace unas semanas atrás.

Lejos de quejarse o algo, él aprovechó mi vulnerabilidad para mimarme. Minutos después el termómetro marcó que efectivamente tenía fiebre, razón por la cuál Paulo me cargó en sus brazos y me llevó hasta mi cuarto. Ya ahí buscó la pastilla para bajar la fiebre y salió del cuarto en búsqueda de un pañuelo humedo.

Lo esperé mientras prendia la televisión, a los pocos minutos el apareció con el pañuelo humedo y me lo dejó en la frente después de haber besado aquella parte del cuerpo.

— ¿Te vas a quedar? —pregunté mirándolo.
— Sí. —respondió poniéndose cómodo a mi lado.
— ¿Por qué?
— Porque a lo mejor deliras de la fiebre y el que no aprovecha eso es un tonto. —dijo haciéndome reír.

Estabamos viendo la televisión cuando en un momento él se fue acercando más, poniendo su mano sobre mi vientre y acarició ahí sin despegar la mirada de la película que estabamos viendo.

Casi de repente, sentí su frente en mi hombro descubierto y segundos después dejó un beso en el mismo. Tardó muy poco en empezar a repartir besos por mi piel y aunque yo intentará evitar darle importancia, no podía.

— Estoy con Gio. —dije al verlo estar sobre mi cuerpo.
— ¿Qué? —preguntó antes de besarme lentamente.
— Estoy con.. —me interrumpió con otro beso.— Gio.
— ¿Con quién? —preguntó en mi cuello.

Estoy con Gio. Estoy con Gio. A la mierda Gio, apenas nos conocíamos.

Mis manos fueron hasta su cuello, dónde hicieron contacto con su gorra y sacaron la misma, dejando su pelo a la vista. Pelo que acaricié mientras sentía sus labios moverse sobre los míos, besando y chuponeando.

Paulo me sacó la remera, empezando a dejar un camino de besos desde mi pecho hasta mi abdomen y en ese preciso momento su celular sonó en el bolsillo de su pantalón. Quiso ignorarlo, pero yo lo obligue a atenderlo.

— Estoy ocupado, Pipa. —dijo haciéndome reír.

Sentí alivió al saber que no era quién suponía, mi cerebro no funcionaba con normalidad en ese momento y mi corazón tenía la esperanza de él quisiera recuperarme.

Paulo cortó la llamada después de cruzar unas palabras con su amigo y dejó su celular sobre la mesita de noche, volviendo a lo que estabamos. Me besó unas cuantas veces más hasta que yo lo empujé con mis manos y él me miró sin entender.

— Paulo, no quiero ser así..
— ¿Así cómo? —preguntó mirandome con intensidad.
— Perdonarte tan fácil, me engañaste. —respondí.
— Yo nunca te engañé.. cuando nos viste a mi y a Antonella a los besos fue porque ella había llegado dos segundos antes, tirándose encima mío como un koala. —explicó con seriedad.
— Yo te vi y est..
— A mi no me viste. No viste que la quise correr, tampoco viste la cara de asco que puse.
— ¿Por qué no me dijiste eso antes? —pregunté a la defensiva.
— Porque me sentí mal, porque a lo mejor si contaba como engaño.

Me quedé mirándolo, por su expresión facial y forma de mirar, me di cuenta de que no estaba mintiendo. Pero seguía dudando, no podía confiar tan fácilmente.

— Antonella quería volver conmigo a toda costa, por eso hizo lo que hizo.. —comentó.
— ¿Por qué tengo que creerte? —pregunté dudosa.
— Deberías, yo nunca te mentí.

¿Realmente debía confiar en él?

No pude ni pensar, él ya estaba apoyado sobre mi vientre un poco más relajado y no quiso seguir con lo que había empezado. Me pareció bien.

Ay Dybala ¿Por qué te amo tanto? ¿Por qué nunca puedo olvidarte?

Actualizar a esta hora es de pijudxs, jé. ¿Le creen o no le creen a Paulo? ¿Sofía le tendría que dar otra oportunidad? ¿Esperaban que cogieran? 🤔 ahre

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora