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Paulo

Segundo día en Grecia y me daba cuenta de lo difícil que era despertar temprano a Sofía, lo que me dejaba pensando en cómo mierda hacía ella para despertarse sola los días que cursaba. No me quedo otra opción más que quedarme con ella en la cama un rato más, acariciandole el pelo mientras veía por el gran ventanal como el sol estaba que quemaba ahí afuera.

Minutos más tarde sentí que empezó a moverse incómoda en mis brazos, estirandose en la cama y bostezando como si fuese una bebé, lo que me hizo reír mientras la miraba. Poco a poco abrió los ojos para encontrarse con mi mirada y me sonrió adormilada.

— Pensé que ibas a dormir cien años como la Bella Durmiente. —murmuré haciéndola sonreír.
— Vos tenías que romper el hechizo, todo mal haces. —respondió haciéndome reír.

Le dejé pequeños besos en sus labios repetidas veces y al separarme de ella seguí hablando.

— Para que no duermas tanto. —dije y ella rió para después sentarse en la cama.

La vi taparse con las sabanas y me acordé de que estaba desnuda, ahora su cansancio parecía tener más sentido. La abracé por los hombros y sin querer la destapé, pero ella al instante volvió a agarrar las sabanas para taparse los pechos. No la entendía, ya la había visto desnuda más de una vez y no tendría por qué sentir vergüenza de eso, aún así no le dije nada.

Cuando a ella se le fue la pereza, nos levantamos de la cama para vestirnos y salir al patio de la casa como lo hacíamos desde que llegamos. No hicimos mucho, preparamos el equipo del mate para pasar la mañana antes de volver a recorrer un poco más el lugar dónde estabamos vacacionando.

— ¿Cómo te sentís hoy? —pregunté mientras la veía sentarse entre mis piernas.
— Bieeeen. —respondió girandose para mirarme sonriendo. — ¿Me cebas vos los mates?
— Dale. —dije riendo.

Yo sabía que mis mates enamoraban pero a Sofía la había flechado a más no poder, la tenía a mis pies con esa jugada. Como ya se sentía mejor, se tomó unos cuantos y me obligaba a ponerle mucha azúcar porque le encantaba lo dulce, por eso estaba con este bombonazo.

No hicimos mucho la verdad, eramos solamente nosotros dos y no hacíamos nada más que estar mimoseando como dos pendejos. Cuando se hizo el mediodía decidimos salir a comprar algo para comer, me moría de ganas de comer unas milanesas pero eso en Grecia era como buscar una aguja en un pajar y me quería morir, extrañaba Argentina.

Siempre dije que me encantaba el cuerpo de Sofía y que no entendía por qué no era capaz de mostrarlo, pero una chispa de celos se encendió cuando salió en bikini por las calles y algunos la miraban sin pudor. Ni mi brazo sobre sus hombros funcionaba como señal de que no tenían que mirarla, dudaba en si volvíamos a Argentina sin antes haber fajado a piñas a algún atrevido.

Después de haber caminado más de un kilómetro, finalmente encontramos un lugar dónde entregaban comida rápida y pedimos algo que tuviera cosas que conocíamos, no teníamos idea de los nombres. El inglés era el idioma universal, por lo que para poder comunicarnos con los demás teníamos que hablar aquel idioma y a mi me avergonzaba un poco, le tuve que rogar a Sofía para que lo hiciera ella. Mientras la anteriormente mencionada esperaba frente al mostrador que nos entregarán la comida, yo me quedé atrás suyo abrazandola por la cintura y dejándole besos en el puente de su cuello.

— What are u doing? —preguntó riendo mientras giraba su cabeza para verme.
— A mi me podes hablar en español. —dije riendo.
— Perdón, se me mezcló por tu culpa. Ahora te haces el vergonzoso pero para chamuyar seguro hablas hasta en ruso.
— No voy a mentirte, Marge.. —respondí ganandome un empujón.

Cuando nuestro pedido estuvo listo, nos dieron el mismo en una bolsa y decidimos volver a la casa para poder comer ahí. Caminamos nuevamente por las calles de Mykonos, pero esta vez con un poco más de apuro porque teníamos hambre y no queríamos que la comida perdiera calor (aunque la temperatura era bastante elevada). Subimos casi corriendo los pequeños escalones de entrada a la casa y suspiramos agitados al entrar a la misma.

Con Sofía buscamos las vajillas para repartirlas en la mesa y poner nuestra comida en nuestros respectivos platos, cabe recalcar que también habíamos pedido gaseosa. A la hora de comer parecía haber competencia entre quién comía más rápido porque ni siquiera hablabamos del hambre que teníamos, amaba ser tan compatible con ella en ese sentido. Eramos unos cerdos los dos.

Le propusé salir nuevamente por la noche, ya que estaba siendo el último día en aquel lugar y quería aprovechar bien el tiempo que nos quedaba juntos. Después de comer y lavar todo lo que habíamos ensuciado, decidimos salir a una de las playas más cercanas y Sofía estaba encantada con todo, puesto que nunca había salido del país y no conocía una playa realmente.

Algunas personas que me vieron me pidieron fotos y yo traté de ser amable haciéndolo pero sin dejar a mi acompañante de lado, por lo que me disculpaba con ella en cada foto. Cuando nos libramos de los fans, buscamos un lugar dónde dejar nuestras cosas y ella se sacó el short que tenía puesto para quedarse solamente en bikini. Me pidió que le pusiera protector solar en la espalda así que eso hice mientras ella reía al saber lo que yo estaba pensando internamente, eramos unos nenes.

La llevé casi arrastrando hasta la orilla del mar, por lo que ella me abrazaba por la cintura al empezar a sentir el frío en sus piernas y yo reía mientras también sentía el frío.

— Está helada. —comentó tiritando.
— Y eso que todavía no te metiste entera. —respondí riendo.
— No me voy a meter ent..

No la dejé seguir hablando porque la cargué en mis brazos y corrí con ella hasta una parte más profunda, provocando que ella se mojara hasta los hombros y gritará por el frío. La pobre temblaba en mis brazos pero cuando la bajé pareció acostumbrarse a la temperatura del agua y se peinó un poco el pelo. Le presté mi gorra para que no le hiciera mal el sol y ella me lo agradeció dándome un beso en los labios.

Estuvimos un rato en el agua hasta que nos agarró frío nuevamente y decidimos salir. Yo me había olvidado de llevar mi toalla pero Sofía se secó rápido y me prestó la suya, me había ganado la lotería con ella. La pobre tenía la piel de gallina pero no iba a pedirme la toalla de vuelta, por lo que nos envolví a los dos apoyandola en mi pecho. Nos quedamos así hasta que empezó a anochecer y tuvimos que volver a la casa.

Sentía que me ardía el cuerpo y me di cuenta de que no me había puesto nada para protegerme del sol, ni sabía si iba a poder dormir después por el ardor. Cuando llegamos a la casa, Sofía buscó entre sus cremas mi salvación y me estremecí en la silla quejandome apenas sentí el gel frío que me estaba pasando por la espalda.

— Nadie te mando a meterte sin protector solar. —murmuró mientras seguía torturandome.
— No me di cuenta. —respondí entre quejidos.
— Pero si me pusiste a mi ¿Cómo no te vas a dar cuenta? —me cagó a pedos.
— Estaba distraído mirandote las chichis, perdón. —respondí haciéndola carcajear.

Al terminar de pasarme el gel, me giré en la silla para pararme y agarrarla de la cintura con fuerza. La miré fijamente sin decir ni una sola palabra, cosa que la hacía incomodar y eso me encantaba porque sonreía con timidez. Sorpresivamente la agarré de los muslos para levantarla del piso, cargandola en mi cintura y llevándola hasta lo que era nuestro cuarto.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora