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Sofía

Y bueno, se podría decir que no había sido tan malo mi día, terminé cenando afuera con Paulo y su hermano, quién estaba acompañado de su novia. La chica era bastante amigable, nos reíamos juntas de las cosas que nuestras respectivas parejas hacían y eso era algo que me daba más confianza.

¿Qué más puedo contar? No había nada más lindo que escuchar a Paulo hablar en italiano, ver la cara de pensativo que pone antes de modular bien las palabras y como frunce el ceño mientras habla aquel idioma.

Mi mano estaba sobre la mesa, siendo agarrada por la mano de Paulo mientras me acariciaba los nudillos con su pulgar.

Algunas personas lo habían reconocido, me daba cuenta de que de en vez en cuando le sacaban una que otra foto a escondidas. El ojiverde esperaba hambriento a que le trajeran su pedido, y no lo culpaba, él no había merendado muy bien por mi culpa. Y al parecer Dios había escuchado sus plegarias, puesto que no pasó mucho tiempo cuando llegaron nuestros pedidos a la mesa.

Johanna estaba sentada a mi lado y me comentaba lo que estábamos por comer, se lo agradecía porque yo no tenía idea de que era. Todo iba perfecto hasta que me tocó cortar la carne, no podía hacerlo con el terrible dolor que tenía en mi mano derecha.

— ¿Podemos cambiar de lugar? Así puedo ayudarla con la comida. —le comentó Paulo a Johanna.
— Sí sí. —respondió la castaña, levantándose de la silla y corriendo sus cosas en la mesa.

Segundos más tarde lo tenía a mi lado,  corriendo un poco mi plato para poder cortarme la carne. También me sirvió un poco de gaseosa, no podía tomar alcohol por los antibióticos. Se lo agradecí con un beso en los labios, haciendo que Johanna nos mirará con ternura y que Mariano se burlara un poco del caballerismo de su hermano menor.

Unos minutos después de haber terminado de cenar, los Dybala querían un postre e insistieron hasta que aceptamos. Yo sinceramente no tenía muchas ganas de seguir comiendo, por lo que le dije a Paulo que pidiera algo que pudiéramos compartir.

Pidió una copa de helado bastante grande, y aunque no necesitará de su ayuda para poder tomarlo, él me acercaba la cuchara como a una bebé.

— Parezco Robocop con esta cosa. —me quejé mostrando mi muñeca con la férula.— Hasta la vista, baby.
— Ese es Terminator. —me corrigió Paulo riendo.
— Dejame ser feliz. —dije haciéndole mala cara.
— ¿No te hago feliz? —preguntó abrazandome por la cintura y apoyando su cara en mi hombro.

No hace falta decir que cada vez que hacía eso sentía mil cosas. Cosquillas en todo el cuerpo, por ejemplo.

— Mucho. —respondí girandome para mirarlo.

Me encajó un beso sin aviso, sus labios estaban dulces por el helado y sonreí por eso. En ese pequeño instante sentí que estabamos solos, pero la realidad era otra y mi cuñado nos estaba mirando con diversión.

— Demasiado postre por hoy. —comentó haciéndonos reír.

Después de haber terminado el postre, los chicos pidieron la cuenta y pagaron la misma entre chistes y risas.

Cuando salimos de aquel restaurante, la temperatura cálida de la ciudad nos invadió y decidimos caminar por las calles para que yo pudiese conocer un poco mas. Cabe decir que había tiendas de ropa cerradas y unos cuantos bares minados de gente, pero no me importaba eso. Caminar de la mano con Paulo era lo que adoraba de ese momento, tenerlo de nuevo.

Intentamos tomarnos una foto apoyando el celular sobre una superficie firme y poniendole el temporizador, pero parecía un objetivo basta complejo para nosotros. Mariano fue quién se animó a preguntarle a una pareja adulta si nos podía sacar una foto y la señora aceptó con simpatía.

Posamos los cuatro para la foto, yo abrazando a Paulo por la cintura y él acercandome a su pecho mientras que Mariano hacía lo mismo con Johanna. Sonreimos mirando la cámara del celular y nos separamos cuando el flash se apagó para ver la foto.

— Grazie mille. —le murmuró Paulo a la señora mientras le sonreía.

La pareja se fue sonriendo, supongo que divirtiéndose con la situación con los Dybala. Paulo volvió a agarrarme de la mano, comenzando a caminar nuevamente mientras que con la otra mano tecleaba en su celular y finalmente subía la foto.

— Me gustas un poquito más cuando hablas en italiano. —murmuré llamando su atención.
— Sei la piú bella del mondo. —respondió mirándome a tan sólo unos centímetros de mi cara.
— Sei tu. —dije sorprendiendolo, para después dejar un beso en sus labios.

Llegamos a una esquina dónde unos chicos de nuestra edad estaban tocando el violín y el payaso de Paulo se hacía el bailarín profesional de danza clásica, siendo imitado por su hermano. Con Johanna ibamos a explotar de la risa, esos dos eran increíbles, no necesitaría pagar ningún payaso para las futuras fiestas de mis hijos.

Cuando nos dimos cuenta, ya eran casi las dos de la madrugada y pensamos en volver a nuestro departamento ya que ambos habíamos tenido un día bastante agitado. Pero a tan sólo unas calles antes de llegar, Paulo se paró en secó y me impidió seguir caminando al pararse frente a mi.

— Acá, ante la presencia del tarado de mi hermano y su novia, te preguntó si querés ser el arroz de mi pollo. —habló con gracia, mirandome fijamente.
— ¿Arroz de tu pollo? ¿Tu novia? —pregunté tratando de descifrar lo que quería decir, a lo que él asintió sin dejar de sonreír. — Sí tonto.

Él se chocó los cinco con Mariano y murmuró un "misión cumplida" antes de abrazarme con dulzura.

Ahora oficialmente era su novia.


Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora