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Sofía

A eso de las seis de la tarde fueron a buscar a Vittorio, la mamá del bebé era una mujer muy simpática y era una lástima que estuviera sobrecargada de trabajo, no teníamos mucho tiempo para conocernos más.

Mi primer día como niñera había sido todo éxito, cabe decir que también obtuve un poco de ayuda por parte de Paulo y que el ojiverde se había quedado completamente embobado con el bebé. Ambos tenían lindos ojos, cosa que mi novio usaba como objeto de broma diciendo que era su hijo para hacerme enojar.

Como Paulo estaba bañándose y el aburrimiento pudo más, busqué mi notebook en el bolso. Hacía bastante que no la usaba, casi siempre lo hacía para ver alguna que otra película o hacer trabajos de la facultad. Lejos de hacer algo productivo esta vez, apenas estuvo prendida pusé el juego que tanto me enviciaba: Los Sims 4.

Pensé que sería gracioso crear mi propia familia con Paulo, por lo que nos usé a los dos como modelos para la pareja en el juego y me estaba costando bastante arreglar algunos pequeños detalles de mi novio. El lunar en su cara, por ejemplo.

El anteriormente nombrado apareció en la cocina en cuero y vistiendo una bermuda que se había arremangado un poco, dejando a la vista sus muslos. Sacó una manzana de la heladera y se sentó a mi lado para ver que hacía, riéndose del juego.

— ¿Ese soy yo? —preguntó mirando la pantalla.
— Sí, veni. —murmuré agarrandolo de las mejillas para mirarlo de cerca.

Miré su cara y la pantalla de aquel aparato repetidas veces, asegurandome de que el lunar quedará en el mismo lugar. Paulo lo único que hacía era reírse de la situación y darle mordidas a su manzana.

Una vez que terminé de crear a nuestros respectivos personajes, el juego inició y tocó armar la casa. De eso quiso ocuparse Paulo, no era de jugar a estas cosas y se le dificultaba un poco el hacer cada movimiento.

— La cama rosa. —dije señalandole el color en la pantalla.
— Azul. —respondió haciendo montoncito con su mano, a lo que yo lo miré mal.— Bueno, la pongo rosa solamente porque el color es lo que menos importa.

Me reí al verlo guiñar el ojo y seguí mirando lo que él hacía en el juego. Cuando todo estuvo listo y ordenado, me puse a relacionar a los personajes un poco más hasta que finalmente ambos entraran en confianza. Emocionandome cuando se abrazaban o besaban, haciendo reír a Paulo.

— ¿Ñiqui ñiqui o ir a por el bebé? —le pregunté para después darle una mordida a su manzana.
— Ñiqui ñiqui. —respondió con obviedad.
— Sos un sorete.
— Y si no tenés plata para comprar más cosas ¿Dónde va a dormir el bebé? —preguntó mirándome.
— Vos porque no sabes los truquitos del juego, nene. —hablé antes de escribir en la pantalla.

La plata aumentó en el juego casi al instante y Paulo me miró sorprendido como si hubiéramos descubierto un planeta más en el universo, era un tarado. Segundos más tarde le di a la opción de "ir a por el bebé" y aquellos personajes hicieron lo suyo, tirando florecitas en la cama. No podía amar más ese juego.

— ¿Y ese ruido? —preguntó Paulo apoyándose en mi hombro.
— Hace ese ruido cuando queda embarazada. —respondí girandome para verlo.

Me dejó un casto beso en los labios y al separarnos sonó mi celular sobre la mesa, llamando mi atención. Leí el nombre de Dolores en la pantalla y me di cuenta de que era una llamada, por lo que estire mi mano para poder alcanzar el aparato y responder.

— ¿Dolores? —pregunté apenas respondí.
— Sofiii, te extraño. —habló haciéndome sonreír y ponerla en alta voz.
— Yo también tonta.
— ¿Qué andas haciendo que  tardaste tanto en responder? —preguntó haciéndonos reír.
— Jugando a los sims. —respondí, a lo que escuché una risa del otro lado de la línea.— Con Paulo vamos a tener un bebé.
— ¡¿Queeeeeeeeee?! —gritó y segundos después se escuchó un estruendo.
— ¡En el juego! Por Dios, Lolo. —respondí al instante.
— Ave María purisima, me caí de la cama por tu culpa. —murmuró adolorida.

Paulo se reía escuchando a su sobrina mientras tecleaba unas cuantas cosas en mi computadora, estaba aprovechando mi distracción para hacer desastres en el juego y lo miré con los ojos entrecerrados.

Dolores no pensaba cortar la llamada, así que no me quedó otra opción más que hablar con ella mientras me paseaba por todo el departamento y sentía la mirada de Paulo sobre mi, estaba terminando de comer su manzana.

Mi amiga me contaba que mis padres me extrañaban muchísimo, y aunque yo quisiera volver a Argentina para verlos, también quería hacer mi vida al lado del hombre que ahora era mi novio. Había encontrado un trabajo que me podría ayudar a pagar lo que necesité cuando encuentre un curso o alguna carrera que me guste en dónde estaba residiendo.

— Mira, ya tiene panza. —habló Paulo mirando la pantalla y llamandome.

Caminé hasta dónde él estaba sentado y me apoyé en su espalda, asomandome para ver que hacía. El personaje que me respresentaba tenía la típica barriga de embarazada y me encantó ver a Paulo tan emocionado con eso, él tenía muchísimas ganas de tener hijos.

Pero tiempo al tiempo, Paulito.




Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora