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Sofía

Cuando sentía como mis ojos comenzaban a pesar y el sueño se metía en mi cuerpo, mi celular vibró sobre la cama, provocando que me despabilara al instante. Lo desbloquee con los ojos entrecerrados, tardando unos segundos en poder ver con claridad las letras en la pantalla. Me sorprendí al ver que era un número desconocido, por lo que abrí el mensaje con curiosidad y vi la información de aquella persona. No me salía ninguna foto.

"¿Quién sos?" Respondí con un poco de mierdo por el mensaje que había recibido, para después ver como respondía a los segundos.

"Paulo" respondió haciéndome entender todo. Segundos después mi celular volvió a vibrar, dejandome leer en la pantalla un "anda a la cocina". Estaba en pedo, ni loca me levantaba a esa hora para ir hasta la cocina, estaba re oscuro y tenebroso.
"Dale, voy yo primero y te espero" No tenía idea de por qué, pero me había levantado de la cama y salí del cuarto en medias, alumbrando el pasillo con la luz de mi celular.

Lo vi de espaldas sentado en el sillón del living, me quedé quieta y sin saber que hacer, pero al parecer él notó mi presencia y se dio la vuelta para mirarme. Con pasos temblorosos me acerqué hasta dónde estaba y me senté a su lado, a unos metros de distancia.

— ¿Tenés frío? —preguntó levantando el acolchado con el que él se estaba tapando.
— Un poco. —respondí sin poder mentir. Hacía mucho frío. — ¿Para que me llamaste?
— La verdad no sé. —respondió mirando hacía otro lado.
— ¿Sos joda, Paulo? Me estoy muriendo de frío boludo. —dije levantandome del sillón.
— No no, pará Sofi.

Bufé sentandome de nuevo en el sillón y tapandome hasta el cuello con el acolchado, no era mentira que tenía frío.

— Quería que hablaramos de lo que pasó. —dijo mirándome fijamente.
— Te fuiste, eso pasó. —respondí jugando con mis manos y evitando su mirada.
— Eran mis sueños, Sofía.
— Siempre me incluías en tus sueños, pero no lo pensaste cuando decidiste irte a Italia sin mi. —hablé tratando de no demostrarle cuanto me afectaba.
— Vos tenías tus sueños acá. —respondió mirándome con angustia.
— Sí, los tenía ¿Y sabes qué? No se me cumplió ni uno todavía. Tocó la guitarra en un bar en el que como mucho van ocho personas. —respondí  para después suspirar.
— Yo te puedo ayud..
— ¿Ahora me querés ayudar? —pregunté riendo con ironía.

Silencio. El silencio fue su respuesta, un silencio que me hizo hervir la sangre aún más.

— Sofía.. Perdoname. —suplicó mirandome fijamente y acercandose un poco más.
— Es difícil. Es difícil verte todo el tiempo, es increíble que seas el tío de mi mejor amiga. —hablé poniéndome las manos en la cara por la frustración.
— Dame una oportunidad para demostrarte que me equivoqué, que no quiero estar así de mal con vos. —pidió sacandome las manos de la cara.
— Tenés novia.. Y esa es una de las razones por las cuales no quiero acercarme a vos. —dije negando.
— Si pasa algo entre nosotros de nuevo, la dejó. —prometió mirándome con profundidad.

Acercó su mano, cerrando sus dedos en un puño y dejando a la vista solo su dedo meñique. Segundos después nuestros meñiques estaban juntos y aproveché para sumarle algo a la promesa:

— Tenemos que empezar de cero. No nos conocemos de antes, nunca fuimos novios. —añadí mirándolo suplicante.
— Está bien, señorita Galleani. —aceptó haciéndome reír.

Después de eso me levanté del sillón con el acolchado enredado en mi cuerpo, al igual que Paulo. Ambos caminamos hasta el pasillo, envueltos por aquella enorme manta y cuando frenamos en frente de los cuartos, se acercó para abrazarme por abajo de las colchas.

— ¡Hey! No nos conocemos te dije. —me quejé en un susurro mientras lo empujaba con mis manos.
— ¿Nunca abrazaste a un desconocido? —preguntó con gracia, a lo que yo negué aguantando las ganas de reírme.
— No. Buenas noches.

Comencé a caminar hasta la puerta el cuarto de Dolores pero algo no me permitió seguir avanzando: el acolchado en el que estabamos envueltos.

— Es mío ¿Que me lo robas? —dijo Paulo tironeandome.
— Metetelo en el culo, toma. —respondí destapandome.
— Sos una enojona, no cambias más. —habló riendo.

Simplemente lo miré mal y entré al cuarto de mi mejor amiga mientras escuchaba la risita de Paulo afuera. Me recosté en la cama nuevamente, tapandome bien para no morir de frío y conectandole el cargador a mi celular.

Una vez recostada boca arriba, pensé en lo que había pasado y si tendría que haberlo ignorado, haber rechazado aquel "trato". No sabía como seguiría todo después de eso.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora