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Paulo

Desde hacía bastantes meses había querido volver a mi ciudad natal, lo que no se me permitía porque estaba dentro de las canchas italianas todas las semanas, hasta hace apenas unos días. Mi mamá no dudo ni un segundo en estar de acuerdo cuando le propusé volver, si bien teníamos a varios familiares en Italia, no todos tenían la posibilidad de viajar a tal país. Por lo que queríamos reencontrarnos con familiares y amigos que no veíamos desde nuestra partida a Europa. Mi novia Antonella no estaba dentro de esos planes porque tenía trabajos en el país dónde estabamos y no podía dejarlo por un días, según ella perdería oportunidades.

Al no tener a mi novia y ver que mi mamá se durmió en medio del vuelo, no tenía con quién divertirme. Por lo que saqué los auriculares de mi mochila para conectarlos a mi celular y darle play a mi playlist, escuchando como "False Alarm" de The Weeknd sonaba en aquellos pequeños parlantes. Me quedé dormido a los minutos de haberme relajado con la música y me desperté cuando sentí cómo alguien me movía el brazo, provocando que todo mi cuerpo se moviera sobre el asiento.

— ¿Qué pasa, ma? —pregunté sacandome los auriculares.
— Estamos llegando. —dijo poniéndose los lentes de sol.
— Y supongo que sabes que acá está haciendo menos de diez grados ¿No? —dije riendome.
— Ya se bobo, es para que no se note que me dormí todo el viaje. —respondió guiñandome un ojo.

Pasaron unos cuantos minutos cuando el avión aterrizó en la pista del aeropuerto y el servicio del mismo nos aviso los pasos a seguir para bajar. Saqué nuestros bolsos del maletero inferior a los asientos y caminé con ellos por el angosto pasillo que quedaba en el medio, comenzando a salir del avión. Bajamos las escaleras con cuidado y sonreí al sentir el aire chocarme de lleno en la cara, estremeciendome el cuerpo por completo. Seguido de esto subimos a un mini micro que nos acercó hasta las puertas del aeropuerto y paró ahí.

— ¿Ya hablaste con Romina? —le pregunté a mi mamá.
— Si, hijo. Me dijo que nos iba a esperar afuera. —respondió mirándome con calma.

Y sí, efectivamente nos estaba esperando afuera en su camioneta. Mi cuñada se bajó del auto para poder ayudarnos a meter los bolsos y las valijas en el baúl del auto. Pude que ver que le indicó a mamá que se sentará adelante con ella, por lo que sabía que me tocaba ir atrás con mis sobrinos pero me sorprendí al no ver a Lautaro, Dolores estaba ahí y de repente vi que estaba con otra chica más. Quién se espantó al verme, no entendía por qué hasta que la miré más de cerca y la reconocí. Sofía.

— Bueno Sofi, él es mi tío Paulo. —habló Dolores señalandome y mirandola a ella.
— Hola Paulo, un gusto. Soy Sofía. —dijo como si nada y sonriendome falsamente, me había dado cuenta de eso.

Yo sólo asentí y la miré de la misma forma, sentandome al lado de Dolores, dejando a la anteriormente nombrada en el medio. Estaba nervioso como nunca, Sofía era amiga de Dolores. Mi ex novia de la adolescencia estaba ahí, la persona a la que había lastimado cuando me fui a Europa y no volví.

— Ella es Sofía, amiga de Dolo. —le comentó Romina a mi mamá mientras manejaba por la autopista.
— Un placer conocerla, Alicia. —dijo Sofía con timidez.
— ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Ya nos conocíamos? —preguntó mi mamá girandose para mirarla.
— Eh, no.. Dolores siempre me habla de usted, por eso. —respondió nerviosa.
— Ah mira vos, que linda mi nieta preferida. —habló mamá mirando con ternura a mi sobrina.

No la había reconocido, mi mamá no se había dado cuenta de que era Sofía.  Y no me sorprendía en lo absoluto, había cambiado físicamente y hasta su voz se escuchaba distinta.

Durante el camino hasta la casa de mi  ex cuñada, las chicas hablaban entre ellas pero me podía dar cuenta de que Sofía iba un poco incómoda y no le prestaba mucha atención a lo que Dolores le decía, pero mi sobrina hablaba con tanta emoción que no se daba cuenta. Hicimos unos cuantos kilómetros hasta que finalmente llegamos al corazón de Córdoba y creí que iríamos a Laguna Larga, pero mi mamá me informó que ya no vivían ahí. Se habían mudado a la capital para tener más oportunidades de trabajo y estudios.

Al llegar a la casa de Romina, bajamos todos los bolsos y valijas del baúl de auto, arrastrando las mismas hasta la entrada. En la puerta nos estaba esperando Lautaro, que salió comiendo unas Lays y me saludó con la mano grasosas, no cambiaba más ese nene. Romina nos invitó a pasar al interior, a lo que dejamos las valijas en el pequeño living que había apenas entrabas y nos sentamos en la mesa del comedor. La casa era normal, no me molestaba para nada porque yo había vivido en algo así o incluso peor.

— Por fin un hombre en la casa, estoy cansado de ganarle en el FIFA a estas mujeres. —dijo Lautaro sentándose a mi lado.
— Ay si, me cansó con ese jueguito. —habló Romina mientras buscaba las cosas para tomar mate.— Yo le dije que no sabía jugar, le avisé.
— Y bueno ma, pero no pensé que te iba a ganar 8 a 0. —respondió Lautaro haciéndome reír.

Giré mi vista cuando escuché la voz de Dolores en el living, quién hablaba y al parecer se despedía de Sofía, acompañandola hasta la puerta. Antes de salir, la amiga de mi sobrina se despidió de nosotros en general y salió con Dolores.

— Que hermosa es, por Dios. —murmuró Lautaro por lo bajo.
— ¿Te gusta? —le pregunté mirándolo con curiosidad.
— No no, me parece linda nada más. —respondió negando con la cabeza.

Dolores entró a la casa sonriendo y se sentó a mi derecha, apoyándose en mi hombro. Por eso era y siempre iba a ser mi sobrina favorita, era un amor. A eso de la diez de la mañana empezamos a tomar mate en ronda, por lo que charlamos de diversos temas mientras tanto y de repente mi sobrina comentó algo.

— Sofía canta en un bar esta noche, dijo que las invitará si quería. —dijo separandose de mi brazo.
— ¿Querés Alicia? Canta muy lindo y podríamos cenar algo ahí. —le propusó Romina a mi mamá.
— Sí, sí. No tengo problema, me encantan esas cosas. —respondió simpática.
— ¿Y yo? —preguntó Lautaro ofendido.
— Vos te la querés levantar y la vas a poner nerviosa. —dijo Dolores. 
— Dale nena. —insistió mi sobrino.
— Ay Dios, bueno. Vamos todos. —contestó.

Desde ese minuto ya estaba nervioso, verla a ella me hacía sentir mal porque quizás mi presencia le molestaba. Pero tampoco podía decirle a los demás así como si nada que ella era mi ex novia, se sorprenderian bastante y Lautaro me odiaria a más no poder. ¿Cómo iba a sobrevivir a esa noche?

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora