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Paulo

Después de haber almorzado, decidimos descansar un rato y por desgracia me tocaba dormir en el cuarto de Lautaro, era un infierno. Si no estaba moviéndose de un lado para el otro en su cama, ponía la música tan fuerte que podía escucharla aunque él tuviera puesto auriculares. No tenía idea de como iba a sobrevivir a eso por varias semanas, ojalá Dios esté conmigo.

Me levanté de la larguísima siesta que me había pegado, refregandome los ojos y yendo hasta la cocina, dónde estaba mi mamá charlando con Romina. Me senté al lado de mi vieja y saqué unas cuantas galletas surtidas, me había despertado con un hambre increíble. Ellas estaban hablando muy simpaticamente de algo que no entendí porque llegué tarde al cuererio y me lo perdí.

— ¿Vas a ir vos? —preguntó mi mamá mirandome.
— ¿A dónde? —respondí sin entender.
— A un bar esta noche, vamos todos por eso te pregunto.
— Ah, si si. —dije asintiendo con la cabeza.

Terminé de merendar algo y me fui directo al cuarto para buscar la ropa que me pondría después de bañarme. Llevé mi celular al baño, puse música y me desvesti para después meterme en la ducha dejando que el agua me mojara por completo. Tardé unos cuantos minutos en salir, me colgué pensando en como serían mis días cruzandome a Sofía cada vez que Dolores la invité a su casa.

Olvidé por completo que estaba en casa ajena y por ende también me olvidé de llevar la ropa al baño. Misión imposible un poroto comparado conmigo saliendo del baño con la toalla en la cintura y tratando de no hacer ruido para que nadie me viera. Pude lograr mi objetivo y al llegar al cuarto cerré la puerta con llave para poder cambiarme más tranquilo. Me vestí poniendome un pantalón de jean oscuro, una remera blanca mangas cortas (tenía mil) y unas zapatillas negras. No podía faltar el perfume, por lo que busqué en mi bolso el que me había regalado Antonella para mi cumpleaños y me convertí en esos papelitos de muestras de perfumes que te dan en las farmacias.

Abrí la puerta y levanté la toalla que había dejado de la cama, antes de que se mojara todo. Salí del cuarto hasta el patio de la casa y colgué la toalla en la soga, no hacía eso hace mil años. Cuando entré nuevamente a la casa, me topé con Dolores que salía de su cuarto bien arreglada y acomodandose la ropa.

— ¿Me querés opacar? —pregunté haciendola reír.
— ¿Estoy bien así? —preguntó dando una vueltita.
— Si si.
— No nena, es muy corta esa pollera. —opinó Lautaro apareciendo en la cocina.
— A vos nadie te preguntó. —dijo Dolores.
— A vos nadie te preguntó. —la imitó Lautaro, provocando que ella le mostrara el dedo del medio.

Hubieramos salido en ese mismo momento si mi mamá no se hubiera tardado tanto en elegir la ropa, realmente no entendía por qué hacía eso si lo único que debería mostrar era su gran corazón. Y no lo digo porque sea mi mamá, no soy el único que piensa de esa forma.

Minutos después de que todos estuviéramos listos, nos subimos a la camioneta de Romina y nos pusimos en marcha rumbo al bar. En el camino escuchaba como peleaban mis sobrinos a mi lado, Lautaro seguía quejándose de la ropa que tenía puesta Dolores y ella le respondía como toda una campeona, no se dejaba manejar nunca.

Me sorprendí por completo al darme cuenta de que no habíamos tardado mucho en llegar, creía que sería un poco más lejos y al parecer estaba equivocado. Bajamos del auto después de haber estacionado y caminamos hasta la entrada de aquel lugar, uno al lado del otro. Podía darme cuenta como algunos chicos miraban sin pudor a Dolores, lo que hacía poner cara de culo a su hermano y yo simplemente me reía.

Nos sentamos en una de las mesas que estaban bien al fondo del bar, nos sentamos de manera en la que Lautaro quedo a mi lado y las mujeres del otro. Nos encargamos de pedir algunos cafés, era demasiado temprano como para cenar y yo todavía no bajaba lo que había comido en la merienda. Aproveché ese breve momento en el que todos estaban distraídos con sus temas, para sacar mi celular y revisar las notificaciones. Por alguna razón estaba tener un mensaje de mi novia, pero no fue así, lo que me hizo pensar en que podría estar ocupada.

Estaba vagando por Instagram cuando escuché la voz de alguien bastante familiar, al voltear pude ver a Sofía sentada en una silla sobre el pequeño escenario que había en aquel bar y tenía su guitarra apoyada en sus piernas. Bastaron unos cuantos minutos para que ella comenzará a tocar la guitarra y cantar.

"Y no es lo mismo Córdoba sin ti, siento el invierno penetrandome en la piel y tu figura se dibuja en el portal, dónde una tarde prometimos no olvidar. Y tú no estás, no volverás."

Fue en ese momento cuando sus ojos se clavaron en los míos, haciéndome sentir la canción y al instante se dio la vuelta con timidez.

— Canta muy lindo ¿viste? —le preguntó Romina a mi mamá, quién asintió con su cabeza sin dejar de mirar a Sofía.
— Ya vengo, voy al baño. —dije antes de levantarme de la mesa.

Caminé hasta el baño siguiendo los carteles y una vez ahí, me mojé la cara con agua helada. Podía seguir escuchandola, jamás hubiera pensado que estaría ahí y de esa forma. Ni siquiera sabía que cantaba y tocaba la guitarra, realmente estaba sin poder creerlo. Una vez ya calmado y relajado para afrontar las cosas, salí del baño para volver a la mesa.

La miré desde mi lugar, aunque estuviese a ciertos metros de distancia, podía ver lo hermosa que era. Tenía un pantalón de jean azul ajustado, una camisa blanca suelta y unas botas cortas. Estuvo unos segundos más en el escenario hasta que terminó de cantar y saludó a la gente que había comenzado a aplaudir, sonriendo de oreja a oreja. Mis nervios crecieron aún más cuando vi que se acercaba hasta nuestra mesa y comenzó a saludar uno por uno, incluyendome.

— ¿Cómo me vieron? —preguntó con timidez.
— Muy bien, cantas hermoso. —respondió mi mamá sonriendo y agarrandole la mano con dulzura.
— Bien ahi, amigaaa. —dijo Dolores levantandose de su silla para abrazarla.
— Cantas hermoso, Sofi. —habló Lautaro mirándola embobado.
— Gracias Lauti.

No sabía por qué, pero tenía tantas ganas de matar a piñas a Lautaro en ese momento.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora