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Paulo

Entonces ahí estaba, en el aeropuerto de Turín. Unas horas antes había recibido mensajes de Dolores, contándome que su amiga pensaba venir a Italia porque se había peleado con sus padres y necesitaba un poco de calma, aunque la situación me entristecia no dejaba de sentirme feliz por tenerla de nuevo.

Hacía bastante calor, pero no sabía si era por la temperatura del lugar o por mis nervios. Ni que hablar de cuando la vi buscarme, tenía unas dos valijas en mano y una cartera colgando de sus hombros. Cuando logré reaccionar me acerqué hasta ella, sonriendole al ver que ella me estaba mirando contenta y la abracé por la cintura con fuerza. Sabía cuán difícil era estar en conflicto con la familia, me había pasado hasta con mi mamá.

— ¿Cómo estás? —pregunté en su oído sin soltarla.
— Bien. —respondió bajito.— ¿Y vos?
— Re bien ahora que te veo. —dije haciéndola sonreír.— ¿Vamos?

Ella asintió separándose de mis brazos y yo la ayudé con las valijas, caminando con las mismas a su lado. Con cada paso que daba, notaba que si estaba un poco angustiada y no me gustaba verla de esa forma.

Algunos seguidores míos estaban esperándome en la puerta, la idea era venir sin que nadie lo notará pero eso era casi imposible. Le pregunté a Sofía  si no le molestaba esperar y ella negó, a lo que me acerqué para besar sus labios antes de acercarme hasta las personas que estaban esperando. Traté de ser lo más rápido posible, firmando y sacandome fotos con un poco de apuro mientras mi compañera iba subiendo a la camioneta en la que nos iríamos.

Al terminar de atender a los hinchas, caminé hasta la camioneta que estaba estacionada y me subí a la misma. Sofía estaba con la cabeza recargada en la ventanilla del auto apunto de dormirse y yo le toqué la mano para llamar su atención, provocando que se girará para verme y segundos después me sonriera cansada.

— ¿Estás cansada? Cuando lleguemos dormís hasta que esté la comida. —dije, a lo que ella asintió.
— Fue horrible el viaje. —contó.
— Ya sabía que lo ibas a odiar, es hasta que te acostumbres.
— ¿Tres veces no son suficientes para saber que odio los aviones? —preguntó haciéndome reír.— Si hubieras estado vos era otra cosa.
— La próxima te voy a buscar y venimos juntos. —propusé con gracia.
— No estaría nada mal. —respondió ella soltando una risita.

Como ella estaba cansada, traté de no molestarla mucho con mis preguntas y ella se quedó dormida a los minutos. Me quedé tan embobado mirándola dormir, que en un momento el semáforo cambió a verde y yo no le había prestado atención, razón por la cuál los automovilistas que estaban atrás mío empezaron a dedicarme bocinazos.

Unas cuantas calles más y finalmente llegamos al barrio dónde yo vivía, no era algo bastante lujoso pero si tenía su lado privado. Al momento de elegir, había pensado en una casa que no llamará tanto la atención por fuera y por eso terminé alquilando un departamento en una galeria.

Estacioné el auto en la calle, pensando en que después lo llevaría a la cochera y me encargué de bajar las valijas de Sofía para dejarlas a un costado de la vereda. Abrí la puerta del acompañante, encontrandome con que ella seguía dormida en el asiento del copiloto y ni se había inmutado de nuestra llegada a mi casa.

— Sofi.. ya llegamos. —murmuré mientras sacudia suavemente su hombro.

Al instante se movió, abriendo de a poco los ojos y cayendo en la situación. Se desprendió el cinturón un poco adormilada y acomodó su vestido antes de bajar del auto, colgandose la cartera en en hombro y cerrando la puerta. Le dejé un casto beso en los labios, lo que la hizo sonreír y segundos después me ayudó con una valija.

Caminamos juntos de la mano hasta llegar a la puerta de mi departamento, la cuál yo abrí y dejé que pasará la castaña primero. Nos topamos con las escaleras, pero siendo consciente de que teníamos valijas y de que yo era bastante perezoso, nos metimos en el ascensor sin pensarlo dos veces. Una vez ahí adentro, el silencio nos invadió y no hacía falta ni hablar, simplemente nuestras miradas nos hacían sentir bien.

El ascensor abrió sus puertas indicando que ya habíamos llegado al piso que marcamos, por lo que agarramos las valijas y salimos del mismo. Hicimos unos cuantos pasos más hasta quedar frente a mi puerta, Sofía esperaba atrás mío mientras yo abría la puerta y segundos después me hacía a un costado para dejarla pasar.

— Para ser el departamento de Paulo Dybala está bastante ordenado todo. —dijo haciéndome reír.
— Veni. —Indiqué después de haber dejado las valijas en el living.

La agarré de la mano, acercandola a mi y obligandola a que me siguiera por el departamento. Entramos a la cocina, lugar en el cuál me había pasado un rato largo limpiando y acomodando todo antes de que ella llegará.

— Acá es dónde me vas a cocinar el rico arroz con pollo que a mi me gusta. —murmuré señalando la cocina.
— Sí, en tus sueños. —respondió divertida.
— En mis sueños hacemos otras cosas acá. —solté mientras la abrazaba por la cintura, apoyandome en su hombro.
— ¿Jugamos a las cartas? —preguntó haciéndose la inocente.
— Sí, al truco. —respondí con gracia, provocando que a ella se le escapará una risa.

Segundos más tarde abandonamos la cocina para caminar por un extenso pasillo hasta finalmente llegar a mi cuarto, entrando al mismo y parandonos a unos metros de la cama después de haber visto el gran armario.

— ¿Que pasó que no me dijiste que vamos a hacer acá? —preguntó dándose la vuelta para mirarme.
— Y porque es obvio, dormir o jugar unos partiditos del fifa en la cama. —respondí alzando las manos.
— Sí, dormir y jugar al fifa. —respondió imitandome.

Después de eso yo me ofrecí a buscar sus valijas que había dejado en el living y llevarlas al cuarto mientras ella me esperaba ahí. No me sorprendió para nada cuando la vi dormir en mi cama, había llegado cansada física y mentalmente. La tapé bien con las sábanas aunque tenía puestas las zapatillas (mi mamá le hubiera dado un buen sermón por eso) y apagué la luz para después recostarme a su lado, viéndola dormir.

Al notar mi presencia se movió en la cama, cruzando una de sus piernas por encima de mi cintura y yo aproveché esa posición para abrazarla, pero sin querer le toqué la cola.

— No.. —murmuró ella quejándose soñolienta mientras intentaba correrme la mano.
— Dormí. —dije riendo, subiendo mi mano a su cintura.

No tenía idea de cuanto tiempo estaríamos juntos ni cuanto duraría lo nuestro, pero en ese momento pensé en que no necesitaba nada más que estar de esa forma con ella. Sofía me había flechado una vez más.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora