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Sofía

Mi estadía en Italia estaba siendo más que buena, me incomodaba un poco el no entender muy buen el idioma pero aún así contaba con la ayuda de Paulo en eso, él trataba de irme enseñando palabras básicas y cotidianas para que pudiera manejarme mejor.

Había estado hablando con mi mamá por mensajes, pero no tenía en mis planes volver tan rápido y demostrarles que la pelea me afectaba. Tenían que entender que yo ya había empezado a ser una adulta y no necesitaba que estuvieran metiéndose en mi vida.

El viernes por la noche estabamos  invitados con Paulo a una juntada con sus compañeros de la Juventus y sus mujeres en la casa del Pipa, el mencionado se iría al Milan y habían organizado como una despedida para él. Claramente se volverían a ver en algún momento, pero estos hombres agarraban cualquier ocasión para comer y tomar en cantidad.

Mientras Paulo se preparaba en el cuarto, yo tomaba un té en la cama y lo miraba divertida, viendo como se acomodaba la ropa frente al espejo siendo que faltaba una hora para que nos fuéramos. Él me vio reflejada en el espejo y se giró para verme riendo.

— ¿De qué te reis? —preguntó acercándose hasta mi.
— De lo detallista que sos. —respondí mirándolo para después tomar del té.
— Perdón, me gusta salir fachero para conquistar.

Le di un manotazo en el hombro y él se rió, acercandose a mis labios para besarlos dulcemente. Después de eso me levanté de la cama para comenzar a cambiarme y arreglarme, aunque no tenía idea de que me pondría ni como irían las demás.

Como siempre, Paulo quiso elegirme la ropa y terminé usando un vestido negro bastante pegado al cuerpo. Mi maquillaje era sencillo, tampoco quería parecer una barbie o algo por el estilo. Me planché un poco el pelo ya que naturalmente tenía algunas ondas, cosa que no me gustaba mucho lucir para salidas como estas.

Me perfumé frente al espejo mientras inspeccionaba mi ropa, sintiendo la mirada de Paulo sobre mi y escuchando como cantaba bajito una canción que no supe reconocer. Me pusé los zapatos, quedando un poco más alta y girandome para pedirle una opinión al hombre que había estado observandome anteriormente.

— Estás más fuerte que cachetada de travesti. —confesó haciéndome reír.
— No sé, nunca me pegó ningún travesti. —respondí mientras veía como se acercaba.
— A mi sí, Lautaro. —dijo con gracia, haciéndome negar con la cabeza y aguantar las ganas de reírme.

Segundos más tarde agarré mi cartera negra que era bastante pequeña y guardé mi celular ahí para después colgarmela en el hombro. Paulo apareció nuevamente en el cuarto, posando sus manos en mi cintura y dejando un beso en mi cuello, quedándose en esa posición. Me miró por el espejo y me sonrió, provocando lo mismo en mi.

Salimos después de haber apagado la luz y cerrado la puerta, caminando hasta la cocina. Ahí Paulo agarró las llaves y apagó la televisión del living, dejando el departamento en completo silencio.

Una vez que estuvimos fuera del edificio, nos subimos a su auto y emprendimos viaje hasta dónde vivía su compañero y amigo, el mismisimo Gonzalo Higuaín.

Habremos tardado una media hora en llegar a dicho lugar, nos bajamos juntos y me agarró de la mano antes de tocar el timbre de la casa. Nos abrió la puerta una chica rubia, quién cargaba una bebé en brazos y nos sonrió al vernos. Saludó a Paulo para después saludarme a mi también, haciéndose a un lado y dejándonos pasar a su casa.

A medida que nos ibamos adentrando más, comenzamos a escuchar gritos y risas de hombres. Cuando entramos al living de la casa, nos encontramos con un Pipa riéndose a más no poder mientras Douglas negaba mordiendose los labios por la reacción de Higuaín.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora