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Sofía

Al día siguiente, Dolores me acompañó hasta el centro de la ciudad para ver y comprar unas cuantas cosas que necesitaria para el mini Dybala. El papá del bebé había tenido que salir temprano con Douglas para hacer no sé que cosa porque habló muy rápido y realmente no le entendí.

Estuve con mi amiga aproximadamente una hora y media de un lado para el otro, recorriendo locales a lo loco. Llegó un momento en el que nos cansamos y también comenzamos a darnos cuenta de que estabamos gastando demasiado, así que decidimos volver al departamento.

Lo llamé a Paulo varias veces pero no respondió ninguna, cosa que me preocupó un poco y me provocó temor. Aún así intenté no darle tanta importancia a eso, ya que podía estar ocupado o algo así.

Con Dolores nos volvimos en un taxi, tardando unos cuantos minutos en llegar a la calle del departamento de mi novio y bajamos después de pagarle al chófer.

En ese momento nos dimos cuenta de que estaba lloviznando y entramos al edificio corriendo para evitar mojarnos.

— Me hice el alisado ayer, maldita sea. —murmuró Dolores tocándose el pelo y haciéndome reír.

Mi risa cesó cuando al abrir la puerta me encontré con una mujer desconocida en el sillón y no era solo eso, sino que estaba sobre las piernas de Paulo besandolo. Ellos al escuchar el ruido de la puerta abrirse, se separaron al instante y pude ver la cara de Antonella con claridad.

Les juro que nunca me lo hubiera imaginado.

Quería llorar, quería gritar y tirar todo. Dolores fue quién me abrazó por los hombros mientras el infiel se acercaba a nosotras a pasos apurados, pero yo impedí que tuviera cercanía.

— No me digas nada. —murmuré sollozando al ver que intentaba disculparse.

Mi amiga me acompañó hasta el cuarto, dónde dejamos las bolsas con todo lo que habíamos comprado y trató de consolarme. Pude escuchar el ruido de la puerta, por lo que supuse que Antonella se había ido y lo comprobé cuando Paulo entró al cuarto.

— Dolores ¿nos podes dejar solos? —preguntó.
— Sí.. —respondió ella.

Me abrazó una vez más para después irse del cuarto, dejándome sola con su tío. Él se sentó a mi lado en la cama e intento abrazarme, pero yo me corrí y evité que eso pasará.

— No sé que decirte. —murmuró mirando el piso.
— No tenes que decir nada, lo que vi es más que suficiente para saber lo mentiroso que sos. —respondí.
— ¿Y vos? ¿Me vas a negar que le tenés ganas a tu productor? —se defendió, dejandome con la boca abierta.
— Para vos siempre te cuerneo con mis productores, estás loco. —dije casi gritando.

No se si dijo algo en respuesta pero si fue así, no lo escuché. Saqué las valijas que estaban en el armario y llené las mismas con ropa, tomando una decisión sin pensar mucho.

Cuando logré guardar lo que quería, cerré las valijas con bronca y laa dejé sobre el suelo para comenzar a arrastrarlas. Caminé con ellas hasta salir del cuarto siendo perseguida por Paulo, a quién trataba de ignorar y no caer nuevamente en sus encantos de niño bonito.

— ¡Sofía, tenemos un hijo! ¡Por el amor de Dios! —gritó a mis espaldas asustandome.
— ¡Ahora te importa! ¡Recién no! —respondí de la misma forma.

Quiso agarrarme del brazo pero me corrí nuevamente, evitando el contacto entre los dos.

— No me toques. —murmuré mirándolo fijamente.

Él no dijo nada, pero una vez que yo comencé a caminar con las valijas y salí del departamento, me siguió hasta la entrada del edificio a pasos apurados.

Había mucha gente ahí afuera, por lo que no quise gritarle y hacer un escándalo.

— Sofía..
— No quiero hablar ahora, Paulo. —dije angustiada.
— No te vayas, por favor. —murmuró dolido y con los ojos aguados.

No dije nada, solamente empecé a caminar en dirección de la calle y a pocos metros vi a Dolores. Ella me abrazó, provocando que se me escaparan unas lágrimas y Paulo nos miraba desde lejos.

Me había decepcionado.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora