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Paulo

"Empezó cuando éramos jóvenes, juro por Dios que yo la adoro"

Fue la mañana del martes cuando al llegar al entrenamiento, todos mis amigos y compañeros de la Juventus me mostraron las fotos que se habían filtrado de Sofía. Al principio no supe como reaccionar, no podía creer lo que estaba viendo y no caía en que todo el mundo era expectante de la situación.

Un enojo increíble creció en mi cuando pensé en que los más cercanos a mi ya habían visto a mi novia desnuda y mis fanáticos la atacaban en las redes sociales. Completamente ciego de la rabia, no fui capaz de pensar en que ella no tenía la culpa de lo que estaba pasando y que no debía seguir haciéndola sentir peor de lo que ya se sentía. Cuando me di cuenta de eso ya era tarde.

La enfrenté unos minutos después de haber llegado a mi departamento, claramente ella se puso mal pero yo la ignoré y me fui. Vivía en una galeria dónde habían bastantes locales de ropa y puestos de comida, por lo que no se me hizo difícil el encontrar que comer.

No puedo mentir, no dejaba de pensar en Sofía. La había dejado sola, con el corazón roto y encima ella se estaba ocupando de cuidar a Vittorio.

Almorcé algo angustiado, sabía que había hecho todo mal cómo de costumbre y no tenía idea de cómo iba a arreglar la cagada que me había mandado.

Decidí estar unas cuantas horas fuera del departamento, por lo menos hasta que el bebé no estuviera y pudieramos hablar más tranquilos. Apenas abrí la puerta pude escuchar un llanto, cerré los ojos mientras dejaba las llaves sobre el mueble que estaba en el recibidor y los abrí al instante para enfrentar la realidad.

Sofía se dio la vuelta en el sillón, mirándome con los ojos llenos de lágrimas y las mellijas coloradas por lo mismo. En cuestión de segundos ella eataba de espaldas de nuevo, callando el llanto y refregandose los ojos.

— ¿Podemos hablar? —le pregunté sentadome a su lado, a lo que ella asintió sin mirarme.— Perdón.
— Me dolió. —habló levantando la vista, mirandome fijamente.— Me trataste como una cualquiera cuando yo ni siquiera fui la que filtró esas fotos.
— Eso lo sé, pero no pensé..
— A veces hay que pensar bien antes de actuar.
— Perdón Sofía, no te imaginas lo mal que me siento ahora por todo lo que está pasando. —confesé acercandome un poco más.

Ella no dijo nada, un poco dudoso la abracé por los hombros y pegué su cuerpo a mi pecho. Segundos más tarde pude sentir como lloraba en mi pecho, humedeciendo mi remera y temblando levemente en mis brazos.

— Todos me vieron.. todos están hablando de mi. —murmuró entre sollozos.
— Shh, trata de no pensar en eso por un rato. —susurré en su oído para después dejar un beso en su frente.— ¿Sabes quién fue?
— Sí, un chico con el que estuve hace un año.. —respondió girandose para mirarme un poco miedosa a mi reacción.
— Le rompería la cabeza y le..
— Yo lo voy a arreglar, vos no te preocupes. —me interrumpió.
— Si vos lo decís. —dije haciéndola reír.
— Y si hay que tirar un par de piñas, las tiró. —habló guiñando un ojo.
— Si hay que tirar piñas no vas a poder, tenés un enguince y una férula en la muñeca derecha. —le recordé.
— Puedo ser zurda como vos. —respondió haciéndome reír.

Nos quedamos abrazados en el sillón un rato más, no teníamos mucho que hacer. Tampoco quería decirle de salir a afuera porque a lo mejor se sentía incómoda y prender la televisión mucho menos, quería ser precavido ante todo.

Vi su computadora sobre la mesa de la cocina, por lo que me levanté del sillón para buscarla y segundos después volver a mi lugar. Sofía me miró tratando de entender que iba a hacer, pero me fue imposible sorprenderla porque el aparato tenía contraseña al prenderse y tuve que pedirle que la pusiera.

No era bastante difícil adivinar que haría, claramente iba a jugar. La castaña reía al verme poner el juego, mientras se acomodaba y acercaba más a mi en el sillón.

Apenas entré al juego me asusté al escuchar un ruido en el mismo y leí el cartel que aparecía en la pantalla.

— "Sofía está lista para tener a su bebé" —leí bajito.— Es tiempo de cambiar la puerta chica por el portón.
— Ja ja, que gracioso. —murmuró la castaña a mi lado, haciéndome reír.

Unos minutos más tarde, el personaje de Sofía ya había parido y al parecer era una nena. Estaba escribiendo el nombre cuando sentí un manotazo en las mismas, haciéndome escribir cualquier cosa.

— Ni me preguntaste el nombre. —se quejó.— Yo la parí.
— Antonella le ponemos, gorda. —dije con gracia, a lo que ella se hizo la enojada.— Es mentira tonta.
— Ponele Lucía. —dijo haciéndome carcajear y negar.
— Ashley. —propusé.
— Muy gringo. —respondió mientras ponía cara de pensativa.— ¡Ariana!
— ¿Ariana Dybala? —pregunté, a lo que ella asintió afirmando.

Para mi no pegaba ni un poco, pero no iba a negarle aquel nombre porque la idea era hacerla sentir mejor. Después de eso, le entregué la computadora a ella para que pudiera jugar y disfrutar de su hija virtual.

Yo me pusé a ver algunas notificaciones de mi celular mientras tenía mi brazo sobre los hombros de Sofía y mi mentón apoyado sobre su cabeza. Dolores me había mandado un mensaje preguntando como estaba su amiga, por lo que supuse que ya habían hablado anteriormente y le respondí que mejor.

— Miraaa. —murmuró Sofía ganándose mi atención.

En la pantalla de su computadora se podía ver una foto de nosotros cuando eramos adolescentes, mi pelo era un desastre y ella se veía tan inocente como ahora. Fue una de las primeras fotos juntos antes de haberle pedido que fuera mi novia en la plaza en la que nos juntabamos con nuestros amigos, al lado de una planta que daba naranjas y en un rincón bien apartado de todos.

Abrió una carpeta de archivos dónde aparecieron cientos de fotos nuestras de quién sabe que año, eran demasiadas. Pusó un video en el que yo me estaba trepando a un árbol y ella me gritaba que me bajará porque me caería, pero unos segundos después la ayudaba a ella a treparse mientras se quejaba.

— Ese día casi me matas. —dije, haciéndola reír y asentir.

Era increíble como pasaba el tiempo y todo lo que habíamos vivido después de ese momento.

Le dí un beso, no me aguanté. Había momentos en los que me sentía completamente enamorado, no había otra explicación sobre por qué quería tenerla conmigo después de tantos años distanciados. La quería, la quería bastante.

Ella dejó la computadora a un lado de nosotros en el sillón, dándose la vuelta y sentándose sobre mis piernas. Quedó un poco más alta que yo porque mi cuerpo estaba levemente recostado y le corrí el pelo con mis manos cuando volvió a besarme.

Mis manos fueron levantando su remera lentamente hasta que saque aquella prenda por completo, tirandola por algún lugar del living y mirando a Sofía fijamente. Ella me levantó la remera, dejándola afuera de mi cuerpo con un poco de ayuda de mi parte. Su cuerpo se estremeció  cuando mis manos hicieron contacto con su piel al momento de tocar su espalda, buscando el broche de su corpiño y al encontrarlo, desprenderlo.

Sin siquiera tomarme el tiempo de mirar su desnudez, me levanté del sillón con ella en brazos y comencé a hacer mi camino hasta nuestro cuarto mientras ella me acaricaba la nuca con sus brazos, mirándome con dulzura.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de que apesar de que cientos o miles de hombres la hayan visto desnuda, solamente mi mirada la hacía sentir bien.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora