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Paulo

No había sido tan mala idea escaparme con Sofía por ahí, tenía que aprovechar mis últimos días de paz antes de volver a los duros entrenamientos del club y también descansar los oídos hasta que tenga que volver a Italia para hablar con Antonella sobre nosotros.

Habíamos salido al mediodía porque con un poco de plata y suerte logré conseguir un avión privado que pudiera transportarnos hasta Grecia, no le conté mucho a mi acompañante sobre eso porque sabía que no le gustaban mucho las cosas de derrochar efectivo de esa forma. La anteriormente nombrada, iba sentada en el asiento que estaba a mi izquierda e iba completamente quieta y callada, casi que ni respiraba.

- ¿Qué pasa? -pregunté ganandome su atención.
- Nada.. -respondió bajito, casi inaudible.
- Decime, gorda. Estás muy callada. -insistí.
- Me dan un poco de miedo las alturas. -respondió para después tragar grueso.
- ¿Un poco no más? -pregunté riendo.

Me levanté de mi asiento para buscar mi mochila, dónde tenía guardado uno de mis sombreros mientras sentía la mirada de Sofía en mi hasta que volví a sentarme en mi asiento.

- No se va a caer el avión porque yo esté parado, Sofi. -murmuré riendo, ganandome una fea mirada de su parte.
- Ya sé, pero me pones nerviosa igual. -respondió mirandome con cierta expresión de miedo.
- Mira que lindo el mar. -murmuré señalando la ventanilla del avión para que mirará el mismo.
- ¡No me hagas mirar! -gritó retandome mientras esquivaba mirar el exterior del avión.

Tomandome más en serio su temor a las alturas, le agarré la mano para entrelazarla con la mía y acariciar dulcemente sus nudillos. Ella evitaba pensar en que estaba a miles de pies encima del suelo usando su celular y distrayendose con un poco de música, aunque solamente se había puesto un solo auricular para poder escucharme a mi.

Lo peor para ella era tener como primer vuelo un viaje de más de cinco horas, por lo que yo le propuse dormir pero ella se negó diciendo que aquello le causaba más fobia al no poder ver y solo sentir los ruidos que las turbinas del avión producían. Vi que sacó un cuaderno de la mochila de andar que ella llevaba, sacando un lapiz y soltandome la mano para ponerse a dibujar.

- No sabía que dibujabas. -confesé desde mi asiento sorprendido.
- No sé dibujar. -respondió mostrandome la hoja del cuaderno, haciendome carcajear.

Nos había dibujado a los dos agarrados de la mano, yo salía fachero y todo, pero era el básico dibujo de palitos que hacían los nenes de primer grado. Ella también se tentó al ver su dibujo pero aún así siguió llenando de estupideces aquella hoja del cuaderno.

Después de esas cinco horas en el avión que parecían ser eternas, finalmente llegamos a destino y nos tocó bajar de aquel enorme transporte. Aparte de tener que haber cargado la mayor parte de los bolsos en mis hombros, también tuve que ayudar a Sofía a bajar porque se sentía un poco mal y era comprensible, todos teníamos cosas que nos revolvian el estómago. En mi caso me pasaba cuando le veía el culo al Pipa en los vestuarios, eso era mucho peor.

Tomamos un taxi que nos llevaba hasta la pequeña casa que habíamos reservado en Mykonos, me tocó acariciarle el pelo a Sofía mientras ella iba apoyada en mis piernas todo el transcurso del viaje pero no me quejé, ella había hecho lo mismo conmigo cuando me alcoholicé.

Cuando bajamos del taxi, ella ya se sentía un poco mejor y me di cuenta de eso porque estaba más activa, abrazandome y dandome cariño cada medio segundo. Se colgó su mochila en los hombros y agarró sus valijas, arrastrando las mismas por las calles de Grecia que eran completamente distintas a las que nosotros acostumbrabamos a ver, o por lo menos en ese punto de aquella hermosa ciudad.

Apenas llegamos a nuestro "nidito de amor" me descalcé y decidí cambiarme para vestir algo más cómodo antes de disfrutar del agua de la piscina que teníamos. Cuando ya estuve con un bañador puesto, salí al exterior de la casa y me senté en una de las reposeras que estaban ahí, esperando a que mi acompañante apareciera.

La esperé bastante, más de quince minutos. Me sorprendió cuando la vi con una bikini pero traía puesto un short encima de la misma, jamás había visto a Sofía vestir aquella pequeña prenda pero sabía que su cuerpo era bastante hermoso para que lo ocultara de esa forma.

- ¿Por qué te tardaste tanto? -pregunté al verla caminar hasta mi.
- Es que me sentía un poco mal recién, pero ya se me pasó. -respondió para después sonreír sin mostrar los dientes.

Iba a sentarse en la reposera que estaba a mi lado pero antes de que pudiera hacerlo, la tironee del brazo para obligarla a sentarse conmigo. Abrí las piernas para que pudiera sentarse entre las mismas mientras me daba la espalda y yo la abrazaba por los hombros, dejando un beso en su mejilla.

No hacía falta ni hablar, el silencio no nos incomodaba. Ella se había relajado en mis brazos y miraba el mar con los ojos achinados por los rayos del sol que le daban de lleno en la cara. Todo muy lindo hasta que mi celular vibró en la mesita dónde lo había dejado y vi que era un mensaje de Antonella, no entendía por qué tenía que romperme las pelotas ahora.

"Que rápido me reemplazaste" había respondido a la historia que subí con Sofía en el avión. Ganas de responderle que sí no me faltaban, pero traté de calmarme y simplemente ignoré el mensaje, bloqueando el celular una vez más y dejándolo dónde estaba.

- ¿Te hace mal esta altura? -le pregunté en el oído, a lo que ella negó con su cabeza.
- Es hermoso. -dijo sin dejar de mirar el mar.
- Gracias. -hablé haciéndola reír y darse la vuelta para mirarme.- ¿Vamos a el agua?
- Vamos.

Nos levantamos de aquella reposera y yo la abracé por la cintura para caminar con ella hasta llegar al borde de la piscina, ya ahí toqué el agua con el pie y mi cuerpo se estremeció al instante. Sofía me preguntó si estaba fría y yo le mentí diciéndole que no, por lo que ella se metió confiada y casi se muere al darse cuenta de la verdadera temperatura del agua.

- ¡Está helada, conchudo! -gritó mientras tiritaba del frío.
- Un poco. -dije con gracia.- Ahí entro yo.

Creo que hice más previa para meterme a la piscina que cuando salía con mis amigos. El agua estaba helada y casi se me congelan hasta las bolas, pero traté de no demostrar que me estaba muriendo de frío para no hacer reír a Sofía. Abracé a la anteriormente nombrada, agarrandola de los muslos y enredando sus piernas en mi cintura.

- ¿Qué haces? -preguntó riendo mientras rodeaba mi cuello con sus brazos.
- Busco calor. -respondí caminando con ella hasta el borde de la piscina.
- ¿En mi? -preguntó mirandome con el ceño fruncido.
- En vos.

La besé en los labios dulcemente sintiendo como mi sombrero chocaba con su frente y reí sobre sus labios por eso. Estuvimos unos cuantos minutos de esa forma, besandonos y hablando de estupideces, hasta que nos aburrimos y decidimos salir del agua.

Cuando la vi secarse con una toalla mientras temblaba de frío y me miraba con ternura, me di cuenta de que era lo que siempre había necesitado. ¿Cómo es que pude vivir tanto tiempo sin pensar en ella? Ahora no podía dejar de hacerlo.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora