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Sofía
Córdoba, Argentina

Me desperté temprano, escuché que mis padres iban y venían por la casa mientras hablaban en un tono bastante alto, lo que me alarmó. Pero al levantarme solamente me encontré con ellos riéndose de algo que estaban viendo la televisión, al parecer una serie o una película ya que estaban concentrados.

— Pensé que se estaban matando. —murmuré en pijamas a un lado del sillón.
— No hija, nos estabamos riendo de un tipo de la serie. —respondió tentada haciéndome reír.
— Bueno.. me cambio y bajo. —avisé, a lo que ella asintió mirándome.

Subí hasta mi cuarto para hacer mi rutina mañanera, entrando al baño y ocupándome de mis necesidades.

Minutos más tarde bajé ya cambiada y un poco arreglada, viendo  en mi celular que eran pasadas las diez de la mañana. Me senté en la mesa de la cocina, esperando a que el agua que estaba en la pava se calentara y no pasó mucho cuando la misma empezó a silbar fuertemente. Fue mi mamá quién apagó la cocina, ya que ella estaba al lado buscando unas galletas.

Ya con el agua caliente me preparé un té de los que tanto amaba y lo tomé con calma mientras miraba el inicio de Instagram, topandome con un video de Paulo. ¿Tanta suerte iba a tener para estar con él? Era un bombón.  

Me reí un poco viendo los comentarios, nunca faltaban los de sus compañeros de la Juventus ni los de las adolescentes babeandose y etiquetando a sus amigas. No podía molestarme, yo hacía lo mismo con las fotos de Messi.

— ¿Ese es tu novio? —preguntó mi papá atrás mío, asustandome.
— Sí, Paulo. —respondí haciéndole saber el nombre.
— Es fachero, pero para mi vos siempre vas a ser mucho pan para ese salame. —comentó haciendo reír a mamá.
— Igual que yo para vos ¿no? —preguntó ella riendo.
— Y.. sí. —respondió él mientras la abrazaba con dulzura.

Hacía bastante que no los veía de esa forma y me llenó el pecho de felicidad.

Después de desayunar me quedé en el living mirando unos capítulos de la serie que tenía pendiente, hasta que recibí mensajes del grupo de amigos. Por lo que leí se juntarian en lo de Dolores más tarde, preguntaron por mi presencia así que les dije que estaría ahí.

Antes de tener que irme, limpie un poco la casa y acompañé a mi mamá a hacer las compras para el almuerzo. Después de eso, puse de mis manos para cocinar con un poco de su ayuda y hacer unos canelones que a mi papá le encantaban, especialmente los que hacía su mujer.

Una vez que la comida estuvo lista, acomodamos todo en la mesa y servimos los canelones. Mi papá tenía que cuidarse mucho con las comidas, pero tenía sus permitidos y este era uno de ellos, por lo que no tardó mucho en desgustar lo que habíamos preparado.

En medio de la comida noté cómo mis padres se miraban cómplices de algo que yo no estaba enterada, no entendía mucho hasta que finalmente se decidieron a hablar.

— Hija.. —habló mi mamá mirándome con seriedad y asustandome.
— ¿Qué pasa? —pregunté dejando los cubiertos sobre el plato.
— ¿Te acordas de Manu? —preguntó ahora mi papá.
— Si si, el canoso amigo tuyo. —respondí haciéndolo reír y asentir.
— Me dijo que podía ayudarte a meterte en la industria de la música. —dijo provocando que me atragantara con la comida, a lo que mi mamá reaccionó dandome unas palmadas en la espalda.
— ¿Y eso que significa? ¿Cómo me ayudaría? —pregunté cuando me recuperé.
— Conseguirte un representarte, grabar algún tema y ver como te va.. —dijo mi mamá sonriendo.

¿Esto está chequeado? No supe como reaccionar a semejante noticia, así que simplemente me quedé mirando mi plato de comida y sonriendo como una tarada. Estaba tan feliz, impactada y desconcertada en ese momento.

No comí mucho y eso que era uno de mis platos favoritos, pero la emoción me distrajo de todo lo demás. No podía dejar de pensar en lo que mis viejos me habían dicho y cuando tuve un tiempo libre, decidí llamar a Paulo para contarle.

Lo llamé, sonó el famoso pitido unas cuantas veces pero finalmente me atendió el buzón de voz. Lo intenté una vez más pero ocurrió lo mismo, así que dejé de llamarlo pensando en que quizás estaba ocupado y por eso no podía atenderme.

A eso de las cinco de la tarde, salí para la casa de Dolores y me junté con amigos que había conocido en la facultad (quiénes no veía desde que dejé la misma).

No puedo mentir, la felicidad se había esfumado un poco al no tener respuestas de Paulo y eso no me lo sacaba ni las felicitaciones de las personas que tenía a mi lado, me había bajoneado un poco para no decir mucho.

— ¿Que onda con esa cara? —preguntó Lautaro sentandose a mi lado en el sillón.
— Nada ¿por? —respondí sonriendo y tratando de no ser obvia.
— Porque pensé que te pasaba algo. —dijo mirándome seriamente.— ¿Estás segura que no pasa nada?
— Segurísima. —respondí con firmeza, a lo que él asintió no muy convencido con mi respuesta.

De un lado tenía a Dolores hablando hasta por los codos y del otro a su hermano abrazandome por los hombros. Antes de que piensen mal aclaró que eramos buenos amigos, cuando volví él estuvo con nosotras todo el tiempo y poco a poco fuimos recobrando esa confianza que habíamos tenido antes.

Sus rulos me encantaban, por lo que no me podía resistir a no acariciarlos y peinar los mismos con mis dedos como podía, haciendo reír a Lautaro.

Todo estaba bien, después de unos cuantos chistes y anécdotas entre mis amigos había logrado sentirme mucho mejor. Pero parecía que no todo podía salir bien, como bien dicen por ahí "Cuando Dios te da una cosa, te quita otra" y lo que me había quitado era a Paulo. Mejor dicho Antonella me lo había quitado, porque podía ver su cara en las fotos que habían salido de ella junto a mi novio.

Antes de reaccionar mal y terminar cometiendo errores, decidí llamarlo una vez más. Salí de la cada de Dolores para no llamar la atención, no quería que los demás supieran de este problema. Atendió al instante.

— Hola amor, perdón que no te atendi es que estab..
— Ocupado con Antonella. —interrumpí.

Hubo un silencio que duró unos segundos y el ojiverde habló después de soltar un pesado suspiro.

— Sí, pero no fue algo que yo quise. Ella volvió, salimos de hacerle una ecografía y nada, fuimos a ver un partido juntos. —dijo con paciencia, tratando de no alterarme.
— ¿Y así de tranquilo me lo decís? —pregunté indignada.— ¿A vos te gustaría que yo anduviera en el cine con mi ex?
— No es lo mismo. —se defendió.
— Si es lo mismo, es tu ex.
— Pero tiene un hijo mío. —se excusó una vez más.

No sé si fue la montaña rusa de emociones del momento, pero eso me dolió muchísimo al recordar el hecho de que probablemente yo nunca iba a poder darle un hijo y se me escaparon unas cuantas lágrimas que sequé al instante.

— ¿Estás llorando? —murmuró Lautaro atrás mío, provocando que me diera la vuelta para mirarlo.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora