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Paulo

Antonella al llegar se sentó en el sillón del living y yo la imité, sin saber de lo que ella iba a hablarme. Si bien seguramente era algo referido con el bebé, no sabía qué.

— ¿De qué me querías hablar? —pregunté.
— De que.. estoy pensando en irme a Argentina un tiempo. —respondió mientras jugaba con sus manos.
— ¿Qué? ¿Y yo cómo veo a mi hijo? —volví a preguntar molesto.
— Apenas tiene unas pocas semanas, Paulo. Me voy a ir dos o tres meses.
— ¿Vos estás loca?
— No, necesito cambiar los aires para sentirme mejor. —dijo mirándome con angustia.
— Mira.. Yo entiendo que te duela esto de estar separados, pero alejarte de mi no va a ser la solución. —aconsejé mirandola fijamente.
— Y para vos si fue la solución ¿No? Digo, porque te fuiste a Córdoba y allá dejaste de quererme para fijarte en otra mina. —dijo dejándome sin nada que decir.

Tenía tanta razón que me dejó sin palabras, no supe que responderle. Indignada se levantó del sillón agarrando sus cosas y comenzando a caminar hasta la puerta, obviamente la seguí. Aquello fue estúpido porque en cuanto la agarré del brazo para que se frenará, ella se dio la vuelta mirándome mal y se zafó de mi agarre, yéndose de mi departamento.

Por más que intentaramos llevarnos bien siempre terminabamos chocando y mandandonos a la mierda.

Un poco frustrado por lo que acababa de pasar, agarré las llaves del departamento y mi celular para ir a buscar a Sofía en la galería. Salí del edificio mirando para los costados, pero no la vi a simple vista así que no me quedó de otra que caminar hasta encontrarla.

Cuando finalmente la vi estaba en medio de aquella galería, entre la gente tocando la guitarra en compañía de un chico que aparentaba menos años que nosotros. Me acerqué con un poco de disimulo, empujando a unas cuantas personas discretamente hasta quedar frente a Sofía. Ella me sonrió al verme ahí, el chico también me miró para después mirar a la castaña que estaba a su lado.

El chico le hizo unas gestos con su cara y Sofía se acercó hasta mi sonriendo, tironeando de mi mano para que me parará a su lado.

"Yo no sé que me han hecho tus ojos, que al mirarme me matan de amor. Yo no sé que me han hecho tus labios, que al besar mis labios se olvida el dolor." cantó mientras me miraba fijamente.

¿Me la estaba dedicando? Supuse que sí, siempre solía decirme que mis ojos eran dos faroles. Me moría de ganas por poder decirle lo mismo de los suyos, pero cantando era malísimo y ella lo sabía, daba vergüenza ajena mi voz. Daba ocote.

Al terminar de cantar la gente comenzó a aplaudirles, ella les agradeció mientras le devolvía la guitarra al chico y se despedía del mismo. Yo estaba mirándola un poco distraído y me sorprendió dándome un beso en los labios, por lo que puse mis manos en su cintura un poco atontado.

— Te descuido dos segundos y te armas una peña en las calles de Turín. —dije riendo al separarnos.
— Tenía que distraerme un poco hasta que Antonella se fuera. —respondió elevando los hombros con inocencia.
— Ya se fue, así que vamos. —dije empujandola con delicadeza.
— Dale, ya me dio vergüenza.
— Vergüenza es robar y no llevar plata a la casa. —respondí haciéndola reír.

Salimos del tumulto de gente juntos y yo la guíe hasta una heladería que estaba a unos cuantos metros. No había mucha gente en el lugar, por lo que pudimos pedir lo que queríamos con rapidez y ella sacó de su bolsillo la plata que yo le había dado antes de que saliera del departamento, pagando el helado.

Le entregaron los helados, acercándose con los dos en mano y ella me pidió que se los tuviera para poder atarse el pelo en una colita alta. Su helado me llamó la atención, razón por la cuál le di una lamida al mismo mientras veía como Sofía se reía de dicha acción. Segundos más tarde le devolví el helado, comenzando a caminar al exterior de la heladería.

Nos hice sentar en un banco que estaba libre por ahí, me reí al ver que se sentaba como indio en el mismo y se ponía de costado para mirarme de frente.

— ¿Te gustaría que fuera nena o varón? —preguntó refiriéndose al bebé.
— Me gustaría que fuera tuyo. —respondí haciéndola sonreír inconscientemente.
— Es temprano para abrir la fábrica, aparte tiene la puerta chica. —habló con cara de miedo haciéndome carcajear.
— Te va a tocar cambiarla por un portón. —murmuré riendo mientras la abrazaba por los hombros.
— Prefiero la puerta chica. —siguió hablando con gracia.

Después de unos cuantos chistes y estupideces más por parte de ambos, decidimos volver a mi departamento para descansar un rato. Yo había entrenado desde muy temprano y ella se quedó despierta cuando me fui, estuvo ordenando algunas cosas y acomodando sus cosas.

Una vez ya en mi departamento nos tiramos en la cama después de sacarnos el calzado, haciéndole recordar que ella se había quedado dormida con las zapatillas puestas el día anterior y se disculpó riendo.

Hacía bastante calor en la ciudad, teníamos el aire acondicionado prendido y a ella le hacía mal, tuve que taparnos a ambos para que dejará de estornudar cada dos segundos. A veces era como una bebé.

Mis manos se pegaron a su cintura y su remera estaba un poco levantada, por lo que mi mano hizo contacto con su suave piel. Acaricié aquella parte de su cuerpo para segundos después ver con ella levantaba la vista mirándome fijamente y yo me acerqué peligrosamente a sus labios, besando los mismos lentamente.

Poco a poco fuimos girando en la cama, dejando mi cuerpo sobre el suyo y posicionandome entre sus piernas mientras acariciaba su cintura. Mis labios viajaron desde sus labios hasta su cuello, dejando unos cuantos besos y chupones en aquella zona.

— ¿Me abrís la puerta? —susurré en su oído, haciéndola soltar una risita.
— ¿Tenés la llave? —preguntó mientras me miraba intensamente.

Asentí con un sonrisa pícara antes de comenzar a desnudarla.

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Sé que el capítulo quedó medio choto, pero bueno. Más tarde voy a estar subiendo otro para compensar eso jejej bye ❤

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora