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Sofía

El jueves a la noche nos juntamos en la casa de Romina para disfrutar de un momento más con Paulo antes de que él tuviera que irse a Europa, nadie quería que eso pasará pero bueno. Los hombres se encargaron de hacer un asado mientras que las mujeres preparabamos las ensaladas y acomodabamos la mesa.

— No es de metida pero.. mi tío te tiene una sorpresa. —murmuró Dolores a mi lado.
— ¿Qué? —pregunté riendo.
— No le digas que te dije, porfi. —rogó juntando sus manos, a lo que yo asentí.

Segundos después apareció Paulo en la cocina, buscando una tabla y besandome dulcemente en los labios antes de irse nuevamente. Alicia sonrió mirándonos, y si bien no la conocía mucho, siempre me había caido bien.

— ¿Son novios? —preguntó la morocha mirándome.
— No, no que yo sepa.. —respondí con un poco de timidez.
— No sé que espera para pedirtelo, son un amor los dos y él hasta dejó a la otra loca por vos. —dijo haciéndome reír.
— Abu, no le digas loca a la loca. —habló Dolores haciéndola carcajear.

Minutos más tarde el asado ya estaba listo, por lo que cada uno se sentó en su lugar y esperamos a que sirvieran el asado en la mesa. Paulo apareció con una enorme bandeja que parecía estar hirviendo, puesto que la traía con un repasador en la mano y ofrecía carne apurado. Murmuró un "¿Querés un chorizo?" que me hizo reír, contagiandole la risa a él.

Cuando todos tuvimos carne en el plato, Paulo se sentó a mi lado para comer y no habló de nada durante la cena, supongo que estaba hambriento. Sin querer nuestros brazos se rozaron, sintiendo como el suyo estaba helado y me acordé de que había estado afuera sin abrigo, su frío contacto me había hecho estremecer.

A eso de la medianoche todos ya habíamos terminado de cenar desde hace rato y mi amiga Dolores fue quién buscó una botella de champagne, luchando con abrirla hasta darse por vencida. Su tío fue quién le siguió para seguir luchando hasta que intentó con una cuchilla que daba miedo y terminó abriendola pero cortando una parte de la botella también, haciéndonos reír a todos.

Con Dolores tomamos de aquella bebida y como siempre, ella se embriagaba con una gotita de alcohol.  En un severo estado de ebriedad, mi amiga me alentó para que tocaramos algo con la guitarra y no se nos ocurrió nada más que la mismísima canción "Amor Salvaje" del Chaqueño Palavecino, un clásico de las fiestas en familia.

Me sorprendí al escucharlo a Paulo cantar a todo pulmón, pero era entendible, ese tema te cebaba hasta en boliche con el remix. Por suerte todos estaban jodiendo con la canción y se lo tomaron como un chiste, reaccionando de la forma en la que queríamos.

Cuando terminamos de tocar salí al patio con Paulo, momento que aproveché para preguntarle sobre Antonella y su relación con ella. Según lo que él me contó, lo había dejado por las fotos nuestras en el boliche y aunque sonase feo, eso me alegraba un montón. Casi me lo como a besos después de enterarme de eso, tanto así que terminé dejandole los labios manchados de rojo y todos los presentes se le rieron.

Se fue al baño para limpiarse y yo lo acompañé, ayudandole con aquella acción que parecía ser complicada para él. Volvimos al comedor sintiendo la mirada de todos sus amigos sobre nosotros, Paulo estaba calmado pero sabía que no se bancaria ni una joda más sobre lo de recién.

— Te tengo que dar algo, esperame. —dijo mirandome y dejando un beso en mis labios.

¿A dónde me iría, Paulo?

Un minuto después apareció en el comedor con un sobre blanco en manos, agitando el mismo mientras caminaba en mi dirección y me sonreía. Me extendió el sobre, a lo que yo lo agarré y lo abrí expentante ante la mirada de todos los presentes, eso me ponía nerviosa.

— ¿Qué es esto? —pregunté sin creer en lo que veía.
— Pasajes para Grecia ¿no te gusta? —preguntó sonriendome.
— Pero.. ¿por qué?
— Porque sí, necesitamos tiempo juntos y a solas. —respondió mirando con disimulo a Lautaro, quién nos miraba desde su lugar.
— No sé si pued..
— Ah no sé, o podes o podes. Te vas conmigo sí o sí. —dijo haciéndome reír.

Le di un casto beso en los labios para después sonreirle y caer en la realidad, dándome cuenta de que habíamos sido el centro de atención por unos minutos. Con un poco de vergüenza me senté al lado de Dolores y ella me abrazó contenta, dejandome besos en mi coronilla.

— Vas a conocer Grecia, boluda. —dijo más emocionada que yo.
— Y yo que como muy lejos me fui a Villa Gesell hace dos años, soy sapo de otro pozo. —respondí sincera.
— Ay, no pienses en giladas ahora. Comete a mi tío tranqui allá y cuando vuelvas me contas todo.

¿Que iba a hacer yo en Grecia?

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora