17.

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Jimin se encontraba mirando ansiosamente la puerta del lugar donde había entrado su esposo. Movía sus pies de manera nerviosa, sintiendo una incomodidad creciente. Desde que se enteró de que estaba embarazado de Jungkook, esos espacios le resultaban cada vez más incómodos.

—Jiminnie, mi padre es una persona horrible —sollozaba el menor frente a su hyung, quien acariciaba su cabeza dulcemente—. No llores, eso le hará mal al bebé...

—Yoongi... no te irás, ¿verdad?

—¿Estás loco? No pienso casarme con esa zorra de Meihi. —Él tomó el mentón de Jimin y le dio un suave beso en los labios—. Después de todo, ya somos una familia, amor.

—Entonces, ¿qué harás? —Jimin se limpiaba los ojos con las mangas de su sudadera, observando con preocupación a su alfa—. Tu padre me detesta.

—Dejaré mi carrera de productor para tomar el mando de la empresa y casarme contigo como se debe —le prometió, acariciando su mejilla con cariño—. No te faltará nada.

Jimin, angustiado, se preguntaba si había sido responsable al no cuidarse. Se sentía culpable por poner en riesgo la vida de alguien a quien amaba, pero sabía que el bebé no tenía la culpa de que sus padres fueran unos descuidados universitarios que aún no habían terminado sus carreras.

—Ten cuidado... —dijo, tomando a su alfa del cuello para juntar sus frentes—. Te amo.

—Yo también te amo, pero ya lo sabías. —Sonrió, moviendo sus narices con un beso esquimal—. Ahora vuelvo.

Pasó un largo rato esperando, moviendo los pies nerviosamente. Una hora después, la secretaria le ofreció una taza de té con un gesto de fastidio. Jimin rodó los ojos y dejó la taza en la mesita de espera, con un mal presentimiento por no ver a su novio regresar. Justo cuando decidió levantarse, la puerta se abrió.

Yoongi apareció con la mejilla roja y una sonrisa angelical, su rostro iluminado por una alegría que contrastaba con la tensión del momento. Lo tomó de la cintura y lo besó, llevándolo a casa para disfrutar de una cálida cena que Jimin había preparado para él y su futuro hijo.

Sin embargo, la tranquilidad de Jimin se rompió cuando no vio salir a su esposo. Se levantó y, con un ligero temblor en las manos, giró la manija de la puerta, sin estar preparado para lo que vería adentro.

Su lobo interior se exaltó al observar a Yoongi, con el labio roto, golpeando a Namjoon, otro alfa. La piel de Jimin se erizó por el miedo; quedó en shock unos momentos, incapaz de moverse mientras la pelea continuaba. Armándose de valor, finalmente se interpuso entre ellos.

—¡Yoongi, basta!

Tomó la cintura de su esposo, tratando de detenerlo. La desesperación lo invadía al ver cómo Yoongi seguía golpeando a la persona que alguna vez fue como un hermano para él. Sin saber qué más hacer, Jimin tomó su celular y llamó a la persona menos esperada: Kim Seok Jin.

Después de varios intentos, Jin contestó con voz cansada. Jimin, angustiado, le pidió ayuda al ver que Namjoon ahora estaba encima de Yoongi, quien aún llevaba la delantera.

Unos minutos después, Jin llegó y encontró a los dos hombres separados. Por un lado, estaba Yoongi, con la mejilla roja y el labio roto, mientras que Jimin lo abrazaba, con lágrimas en los ojos, acariciando su cabeza para calmarlo. Al otro lado, Namjoon se sobaba los labios, manchados de sangre con varios cortes.

—Espero que esto no haya sido por una tontería... —Jin se acercó a Namjoon, tomando su mentón y sacando un pañuelo de su bolsillo—. Nam, oye...

Su marido evitaba mirarlo a los ojos, pero una leve sonrisa se asomó en sus labios. Jin, preocupado, tomó su rostro y le dio un beso, aunque Namjoon se quejó por el dolor.

—Jinnie, eso duele... —dijo, haciendo un puchero.

—Eres muy cruel, Kim Seok Jin.

Suspirando por la situación que acababa de presenciar, Jin tomó una mejilla de Namjoon y lo llevó hacia afuera, haciendo una señal a Jimin para que lo siguiera. Bajaron sin ser vistos; era problemático que dos hombres tan conocidos en el país fueran fotografiados por una pelea estúpida, según pensaba Jin.

—Llévanos con el Dr. Siwon. Él curará a estos idiotas... —dijo Jin, marcando el número de su hijo en el camino—. Hay, Joonie... No sé qué haré contigo... —Le dio un beso a Namjoon, quien lo evitó con una mueca—. ¿Estás bien?

Mientras tanto, la otra pareja que observaba se dio cuenta de que, a pesar del tamaño del auto, había mucho que decir entre ellos. Jimin tomó las mejillas de Yoongi, apretándolas con firmeza, mirándolo con seriedad, algo que rara vez veía en su esposo.

—Jiminnie, él fue... Solo fui a hablar y...

—¡Cállate, imbécil! ¡Fuiste tú quien me provocó! —Namjoon interrumpió, lanzándole una mirada fulminante—. Así que no vengas a mentir, casparín...

—¿Casparín? —Yoongi ladeó la cabeza, confundido.

—Claro, casparín es un fantasma y tú eres tan pálido que pareces uno... —dijo Namjoon, señalando a Jimin—. Tiene sentido, Yoonie...

—Jimin, ya lo sabía. No tenías que explicarlo... —dijo Yoongi, desviando la mirada hacia su pequeño esposo, pegándolo más a su cuerpo.

—Señor, hemos llegado... —interrumpió el conductor, observando la escena con preocupación—. Es seguro bajar.

Jin abrió la puerta y bajaron los cuatro, llevando a Namjoon, quien se oponía con desdén, mientras Yoongi se dejaba llevar como un costal por Jimin, que a pesar de ser pequeño, mostraba una enorme fuerza en sus delgados brazos.

Subieron casi al último piso. El ambiente era sombrío e incómodo, y nadie sabía cómo romper el silencio que se había instalado entre ellos después de tanto. La familia Kim, con un hijo que había querido suicidarse por haber intentado abusar de su mejor amigo. La familia Min, con un hijo que no vivió tranquilo, temeroso de acercarse a otras personas. Ambas familias tenían razones, pero el hilo que los unía era la convicción de que sus hijos no debían estar juntos, ni siquiera como amigos.

El doctor, sabiendo ya la razón del pleito, mandó a hacer una evaluación para los dos patriarcas y atender las mini cortadas o heridas que tenían en el rostro.

—Omma... —se escuchó el grito de Jungkook, alertando a Jimin de su presencia—. Dime...

—Tu padre está bien, solo debe dejar de ser un idiota. —Hizo un puchero tierno para ablandar el corazón de los demás pacientes presentes.

Taehyung, que iba detrás de Jungkook, se sobaba la nuca, acercándose a la familia Min para preguntar lo mismo y recibiendo la misma respuesta.

—Kookie, ¿por qué hueles a naranja con toques de sándalo? —alzó la mirada, cruzando los brazos—. Igual que un alfa...

Jungkook sabía que el olfato de su omma era muy fino y podía reconocer los olores de cada integrante de su familia. Mordió su labio inferior, sintiendo el nerviosismo en el aire. La piel de Taehyung se erizó, y su rostro palideció por los nervios. Jin, preocupado, nunca había visto a su hijo así.









Gracias por todo..

-mochi cambio y fuera-

¿Mi Pequeño amor?[VK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora