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¡Especial Halloween!






El sol brillaba intensamente por las ventanas de la casa de los Min, creando un ambiente cálido que contrastaba con el caos que reinaba en el interior. Jimin, con su característico aroma a fresas con crema batida, buscaba frenéticamente entre los trajes de Halloween que había acumulado para su pequeño Jungkook. Mientras tanto, el niño, un torbellino de energía, corría de un lado a otro, riendo a carcajadas mientras esquivaba a su padre, un furioso Yoongi.

—¡Ven aquí, pequeño engendro del mal! —bufó Yoongi, con su habitual tono autoritario, pero con una leve sonrisa que traicionaba su enojo. Su aroma a menta y tierra húmeda llenaba el aire, una mezcla que siempre había encontrado reconfortante.

Jungkook, con su cabello negro y ojos brillantes, tenía un humor que no podía ser opacado. Había tenido la brillante idea de burlarse de los coloridos cabellos de su padre, una broma que, aunque inocente, había conseguido sacar de quicio a Yoongi. El pequeño sabía que un día su padre podría quedarse calvo de tanto teñirse y, por algún motivo, eso le parecía muy divertido.

El niño giró en una de sus vueltas, resbalando de repente en la alfombra que Jimin había elegido con tanto cuidado para el salón. El sonido del golpe contra el suelo resonó en toda la casa. Yoongi se detuvo en seco, sus instintos de padre despertando al instante. Se acuclilló junto a su hijo, que se quedó tendido en el suelo, un espectáculo que parecía más un muñeco de trapo que un niño de cinco años.

—¿Jungkook? —su voz, un susurro suave, trataba de ocultar la preocupación que comenzaba a tomar forma en su pecho. Cuando el pequeño alzó la vista, sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su pequeño cuerpo temblaba por los hipidos que lo invadían.

La desesperación de Jungkook era palpable. Yoongi sintió un nudo en el estómago, consciente de que estaba en problemas. Esa visión de su hijo, tendido en el suelo y llorando, lo llevó a preguntarse por qué había decidido que el día de hoy era un buen momento para tomar una decisión tan arriesgada como ir a comprar disfraces.

—¿Qué paso? —dijo Jimin, quien había escuchado el estruendo desde la habitación de arriba y corrió rápidamente a la escena del accidente.

Yoongi por miedo no dijo nada pero viendo como su esposo venia con una expresión enojada intento no decir mucho. Con un suave movimiento, Jimin acarició la cabeza de Jungkook. Al ver que su pequeño seguía hipando y derramando lágrimas, su corazón se ablandó. El pequeño se dejó caer en los brazos de su padre, buscando consuelo. Yoongi, sintiendo la carga emocional, tomó una profunda respiración para calmarse y se arrodilló al lado de ellos.

—Te has raspado la rodilla, pequeño. Pero no te preocupes, papá está aquí —dijo Yoongi, quien siempre encontraba la manera de calmar a su hijo, a pesar de que en ocasiones se dejaba llevar por su carácter fuerte.

Jungkook lo abrazó con fuerza, dejando que las lágrimas se filtraran en la camiseta de su padre. El alfa acarició suavemente su cabello, u bebé olía a chocolate con malvavisco, la mezcla perfecta de dulzura y calidez infantil.

—Vamos a curarte esa rodilla. Pero primero... —Yoongi se levantó, sosteniendo a su hijo en sus brazos como si fuera un pequeño tesoro—, ¿Qué tal si después nos damos un premio y compramos un helado?

El brillo en los ojos de Jungkook volvió instantáneamente, haciendo que su llanto se detuviera casi de inmediato.

—¿De fresa? —preguntó con la esperanza brillando en su mirada, la sonrisa regresando a su rostro.

¿Mi Pequeño amor?[VK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora