34.

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El eco de los pasos en el gran pasillo resonaba como un metrónomo, marcando el ritmo del día en aquella enorme corporación. Wonwoo avanzaba con una postura imponente, cada movimiento preciso y calculado. El traje oscuro que vestía lo envolvía en una elegancia casi siniestra, como si el poder se hubiese adherido a él desde la raíz. Sus gafas, ajustadas sobre su nariz, reflejaban la luz mientras el aroma de su perfume penetrante llenaba el aire. Su presencia era como un recordatorio tangible de su dominio, y la indiferencia con la que se movía por el lugar sólo acrecentaba esa sensación.

Al llegar a su oficina, lo primero que notó fue la figura despreocupada de Jeonghan, un omega que, pese a su apariencia relajada, siempre lograba despertar en él una mezcla de incomodidad y desafío. Jeonghan, sentado sobre el escritorio, lucía un traje que, para cualquiera más, habría sido impresionante, pero en ese momento, su objetivo no era halagar. Sus palabras se deslizaron con una burla evidente.

—Ese traje te queda horrible —dijo con su característico tono burlón—. ¿Tu padrastro te dio consejos de moda anticuada?

La risa de Jeonghan se detuvo por un instante, pero no perdió su sonrisa traviesa. El omega siempre encontraba la manera de pinchar el orgullo del alfa, y hoy no era la excepción. Wonwoo apenas esbozó una sonrisa irónica, ignorando el comentario y soltando un suspiro cargado de fastidio.

—No se supone que estés aquí, Jeonghan.

El omega se levantó con calma, ajustando su ropa con una elegancia casi teatral. Sabía que sus palabras estaban a punto de provocar.

—Sólo vine a hacer una advertencia. —La seriedad de su voz, combinada con su habitual desdén, ponía sobre la mesa una tensión palpable.

—¿Advertencia? —repitió Wonwoo, dejando escapar una risa sarcástica—. No tienes nada que advertir.

El alfa estaba seguro de que las palabras de Jeonghan no tendrían mayor impacto. Desde que había sido adoptado por la familia Lee, había mantenido una distancia calculada con todos aquellos que alguna vez habían formado parte de su vida anterior. Y Jeonghan, a pesar de ser irritante, no era una excepción. Sin embargo, el omega lo miraba con una intensidad que iba más allá de las provocaciones habituales.

—Aléjate de mi adorado Kookie. —Jeonghan habló con una firmeza que no era habitual en él. Sus palabras, aunque envueltas en una actitud desafiante, dejaban claro que lo que sentía por Jungkook no era un simple capricho.

Wonwoo detuvo sus acciones por un momento. El nombre de Jungkook siempre había sido un punto débil en su armadura impenetrable. Un recordatorio constante de lo que nunca podría tener. Apretó los labios, intentando mantener la calma, pero algo en sus ojos lo traicionó, mostrándole a Jeonghan un atisbo de su verdadero dolor.

—Sabes que mi familia... —empezó a decir Wonwoo, tratando de retomar el control de la conversación, pero Jeonghan lo interrumpió con desprecio.

—Corrección: adoptado. Ese asiento en donde tu culito está sentado pertenece a mi padre, o a mí. —La voz del omega se volvió aguda, afilada—. No eres un miembro de sangre de la familia Lee. Si mi padre pidiera nuevamente sus derechos, mi abuela te botaría de aquí en un segundo.

Las palabras de Jeonghan encendieron una chispa dentro de Wonwoo. La rabia acumulada durante años explotó de golpe. Sin pensarlo, agarró el monitor sobre su escritorio y lo lanzó al suelo con todas sus fuerzas. El ruido del cristal estallando en mil pedazos llenó el silencio, y Jeonghan, aunque sobresaltado, no retrocedió. Mantuvo su postura, desafiante, mientras Wonwoo respiraba pesadamente, sus manos temblando de furia.

¿Mi Pequeño amor?[VK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora